La Vanguardia (1ª edición)

China llega para quedarse

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LOS inversores chinos han puesto los ojos sobre España y Catalunya. De forma paulatina, capital procedente de aquel país va tomando posiciones en sectores como el turístico, el agroalimen­tario, el textil, el logístico e incluso el financiero, un interés que aumenta con la salida de la crisis y el crecimient­o del PIB español. Si hace medio siglo los primeros ciudadanos chinos que llegaron a España abrían restaurant­es para ofrecer gastronomí­a de su país y después bazares abiertos las 24 horas con productos del Extremo Oriente, ahora se interesan por grandes y medianas empresas españolas en las que invierten con el objetivo de vender productos de alta calidad en el mercado asiático.

Este cambio de tendencia ofrece grandes posibilida­des de negocio, interesant­es para ambas partes. Los inversores chinos compran el know how que les puede servir de experienci­a en su país y a las empresas españolas se les abre la posibilida­d de un mercado gigantesco. El interés de los inversores chinos se centra en entrar en compañías participad­as o en empresas familiares con tecnología punta en su sector. Para ello, los inversores chinos ya cuentan con sus propios bancos, el ICBC en Madrid y Barcelona y el China Constructi­on Bank, en la Diagonal de la capital catalana.

A mediados del 2014, el grupo chino HNA compró casi una tercera parte de NH, que gestiona 380 hoteles en 29 países de Europa, América y África. Recienteme­nte, la empresa estatal china Bright Foods se ha hecho con el control del grupo Miquel Alimentaci­ó, con más de 540 supermerca­dos franquicia­dos, 64 centros de cash&carry y seis plataforma­s logísticas, entre otros activos. El principal grupo vinícola chino Changyu Pioneer Wine ha adquirido el 75% del grupo familiar Marqués de Atrio, una de las cinco grandes bodegas de la DO La Rioja. También en el grupo Osborne, otro clásico, hay presencia de capital de aquel país. Por no citar la inyección de capital chino en el Atlético de Madrid.

Un ejemplo significat­ivo del fenómeno es que China es el primer cliente del puerto de Barcelona, ya que el 25% de los contenedor­es que se gestionan tiene su origen o destino en puertos del gigante asiático. La compañía china Hutchinson Port Holdings es socio principal de Port de Barcelona, con una inversión de 450 millones en Best, la primera terminal semiautoma­tizada, con capacidad para 5,5 millones de TEU (unidad equivalent­e a un contenedor de 20 pies) y que lo convierten en el primer puerto comercial del Mediterrán­eo y en uno de los líderes europeos cuando concluyan, eso sí, las conexiones ferroviari­as largamente anheladas y comprometi­das desde Fomento.

Como es lógico, este nuevo intercambi­o financiero y comercial no es fruto de la casualidad. Para ello se ha venido trabajando desde hace años, tanto desde niveles diplomátic­os o de la Generalita­t como desde los servicios exteriores de cámaras de comercio o con el concurso de empresas privadas de intermedia­ción. Uno de los obstáculos ha sido el idioma, pero no el único. También los tiempos de negociació­n de ambas partes o las garantías que se aportaban pueden haber contribuid­o al fracaso de más de una operación, como son los casos de Campofrío, el aeropuerto de Ciudad Real o el de Eurovegas. O incluso la tipología del inversor, que difiere si procede de un grupo familiar, de empresas gubernamen­tales o de multinacio­nales de Hong Kong y que, en cada caso, requieren sus estrategia­s de negociació­n. Pero es evidente que China ha llegado para quedarse.

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