El ocio libre, una actividad muy formativa
El juego desarrolla habilidades emocionales y sociales básicas para el mundo laboral
Las jornadas diarias de los niños a menudo exceden las de sus padres. Son muchos los que llegan a la escuela a las ocho de la mañana y empalman las clases regladas con las extraescolares para llegar a casa después de las ocho de la tarde. Y a veces esas actividades colonizan también el fin de semana en forma de exhibiciones, partidos, etcétera. Por eso psicólogos, educadores e incluso los pediatras insisten en que “los niños, además de aprender y de estar ocupados, necesitan tiempo para jugar, para descansar y para aburrirse”. Y para aquellos padres obsesionados con que sus hijos no pierdan el tiempo y cultiven todo tipo de talentos para su futuro profesional, recuerdan que el niño que no juega no aprende ni desarrolla habilidades emocionales y sociales básicas para el mundo laboral.
“Es difícil saber si dentro de veinte años les hará falta saber chino o será mejor que dominen el alemán, pero no hay duda de que necesitarán tener autoestima, tolerar la incertidumbre y la frustración, ser creativos y capaces de comunicarse y de trabajar en equipo, y todo eso se adquiere en una actividad aparentemente inútil como el juego”, enfatiza Imma Marín, pedagoga y directora de Marinva.
Victoria Gómez, vicepresidenta del Col·legi de Pedagogs de Catalunya, considera que a la hora de escoger las extraescolares, los padres deben priorizar las actividades más lúdicas, en las que puedan aprender mediante juegos y por las que muestren afición, y planificar al menos una tarde a la semana de juego libre con otros niños, como si se tratara de una extraescolar más. “El juego con iguales es un potente instrumento para su desarrollo social; aprenden reciprocidad, empatía, a saber ceder... y esos son valores que se cultivan ahora, de niños, pero que necesitarán mañana para trabajar en equipos colaborativos”, explica.
“Jugando con otros niños, sin adultos, los chavales aprenden a dominarse, a que no todo se consigue, a poner en marcha su imaginación, a esperar, a dilatar la gratificación, a respetar las normas, a relacionarse sin que los otros se plieguen a sus caprichos, y un montón de habilidades creativas que te preparan para responder al
Mientra s juega, el niño aprende empatía, autocontrol, respeto, creatividad, a dilatar la gratificación... Se puede planificar que los niños se junten tardes fijas a través de redes de amigos, de vecinos o familiares
medio, que cada día es más cambiante”, coincide la experta en Educación Petra M. Pérez.
Gómez asegura que es importante prever también en la agenda infantil “tiempo para no hacer nada”, para que tengan tiempo en casa de aburrirse, de pensar, de conversar, de inventarse un juego o de ponerse a leer.
Los educadores son conscientes de las dificultades que tienen los padres para compaginar horarios escolares y laborales y de que a menudo les apuntan a las extraescolares que ofrece el colegio sin más objetivo que alargar su jornada hasta que puedan ir a recogerlos, o para que no se queden solos en casa. “Los niños no deben estar solos, pero con un poco de imaginación y de complicidad con otros padres, con vecinos o con familiares, se pueden buscar soluciones y crear redes y turnos para que se junten con otros críos alguna tarde a la semana en el parque, en la biblioteca o la ludoteca más cercana, o en casa de alguno”, sugiere Marín. Y apunta que este tipo de juego pone en marcha muchas competencias de forma espontánea. “Puede que inicialmente se aburran rodeados de juguetes o no se pongan de acuerdo sobre a qué jugar, pero entonces tendrán que negociar y pactar, ponerse de acuerdo en un objetivo común y repartirse papeles, y eso exige ser creativo pero también tener autoestima para exponer tu idea al grupo y arriesgarte a que te digan que es una tontería; pero además exige escuchar, renunciar a tus propuestas si la de otro es mejor o es más respaldada... y todo eso es fuente de aprendizaje básico para la vida”, dice Marín.