La Vanguardia (1ª edición)

Viñas verdes en la sierra

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

La vendimia en el Penedès ya ha terminado: los últimos parellada y moscatel entraron en las bodegas y en las cavas hace un par de semanas, y el viernes pasado, con el mazuelo y el cabernet sauvignon, entraron los últimos negros, me informa Xavier Trillas, trabajador de las Bodegas Torres. Damià Deàs, de las cavas Vilarnau de Sant Sadurní, me explica que el domingo electoral pisaron las últimas uvas, en una de las muchas fiestas de la vendimia que se celebran en las cavas y, también, en los municipios que tienen viñas. Los pueblos se espabilan y, para atraer a los dominguero­s, recuperan viejas tradicione­s, montan una feria medieval, recuerdan la matanza del cerdo o, al acabar la vendimia, montan una fiesta para celebrarlo.

La Llacuna es un municipio situado en el extremo sur del Anoia que limita con las comarcas del Baix Camp y el Alt Penedès y, casi, con la Conca de Barberà. El pueblo, con buenas viñas, pertenece a la denominaci­ón de origen Penedès, nombre que abarca la comarca alta y la baja, pero también territorio­s limítrofes reconocido­s con esta distinción. Con una altitud de 614 metros, es el municipio más alto de la DO y hay vecinos que, cuando refieren la comarca, reivindica­n la pertenenci­a al Altíssim Penedès.

Al igual que muchos otros pueblos, La Llacuna también se busca la vida. Cada

Como cada otoño, La Llacuna, a 614 metros de altitud, celebrará su Fira de Vins d’Alçada

otoño, este año en su octava edición el fin de semana próximo, celebra su Fira de Vins d’Alçada. A buen seguro que muchos de los que han leído hasta aquí no han observado nada extraño, pero el caso es que, con el diccionari­o catalán en la mano, los vinos no tendrían que ser de alçada, sino de altura. No es la única feria que usa este nombre: también las hay en El Pla de Manlleu y en Tremp; incluso en la cota 2.000 de Port Ainé –en el Pallars Sobirà– y en la cima del Puigmal –a 2.910 m de altitud– se monta una cata de vinos de alçada.

En castellano sólo hay una palabra – altura– para la alçada (de los seres vivos), para la alçària (de una casa) y para la altura ( la distancia vertical de un punto a la superficie de la Tierra o a cualquier otro término de comparació­n). El genio lingüístic­o del hablante, en cambio, no está para tantos matices, se salta la norma y las acaba diciendo de l’alçada d’un campanar, frase hecha que también chirría si miramos el diccionari­o.

En catalán se puede oír: “L’accident ha passat a l’alçada del número 297 del carrer Nàpols” y “L’actitud d’una regidora no ha estat a l’alçada del càrrec”. En los dos casos la palabra debería ser altura. Pero alçada se lo está comiendo todo y, tarde o temprano, el diccionari­o tendrá que bendecir todos esos sentidos. Entre otras cosas, porque, con una palabra u otra, las frases no presentan confusión alguna. Mientras tanto, intentarem­os estar a l’altura de les circunstàn­cies.

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