Dos vidas en una
IRÈNE KOVACH DE SZENDRÖ Escritora franco húngara (1930-2015)
Irène Kovach de Szendrö, Christine Arnothy para la literatura, murió el mismo día que Arpad Göncz, primer presidente de la Hungría democrática. Simbólico. Arnothy, cuyo Tengo quince años y no quiero morir fue considerado un equivalente del Diario de Ana Frank, vivió por lo menos dos vidas, la primera muy ligada con las alternativas políticas de su Budapest natal. Autora de unos cuarenta libros –sólo tres o cuatro traducidos al castellano–, su trayectoria francesa fue refrendada por el Grand Prix de cuento de la Academia Francesa (1976), el Interallié (1980) y el popular Prix des Maisons de la Presse (1989). Lauros acompañados por la cinta de la Legión de Honor.
Hija de un profesor de latín, rico propietario, rodeada de libros y con el francés adoptado como lengua materna, Irène escribe su primer cuento poco antes de la navidad de 1944. Poco después, ya Budapest cercada por los nazis, la familia se oculta en un sótano. A la luz de una vela, la niña nacida un 20 de noviembre de 1930 describió su vida. Y el temor a los nazis sólo equiparable al que le infundían los soviéticos. Con esas notas cosidas en el interior del abrigo como único equipaje pasará la frontera, a pie, con la familia, en 1948.
En el refugio austriaco contrae una boda ficticia para emigrar a Francia. Más tarde se casa de verdad, tiene una hija y se reúne con su padre y su madre en Bélgica. De nuevo en París, en 1954 presenta el manuscrito de su odisea a un premio creado por Le Parisien Libéré. No sólo gana ese Grand Prix Vérité: la velada del galardón es también la del flechazo entre ella y el director del periódico, Claude Bellanger, treinta años mayor.
Como los dos están casados, su amor será clandestino hasta 1964. Para entonces, ya Christine Arnothy colabora en la prensa francesa – Marie-Claire, Combat, Elle–, escribe teatro, radio y televisión. A partir de Dieu est en retard (Gallimard, 1956), su primera novela, alterna cuento y novela. “Sin la guerra y el exilio –aseguraba- sólo hubiera escrito ficción”.
En 1978, otro cambio profun- do: muere su marido: “mi único amor”, dirá siempre. Apoyada en su dominio de cinco lenguas, se transforma en escritora nómada. “Me instalo en una ciudad para respirarla”, dice. Entre Kenya y Sidney se detiene en Nueva York. En “un hotel pequeño y encantador, cerca de Central Park”, nace su heterónimo William Dickinson, autor –gracias a la complicidad de Robert Esménard, editor de Albin Michel– de una trilogía policiaca, publicada entre 1985 y 1987 en la colección Suspense de Albin Michel.
“A Dickinson lo maté para no seguir con una doble vida que me fastidiaba”, dirá más tarde. Pero lo enterrará en el año 2004, en la editorial Fayard, con una policíaca firmada Christine Arnothy.
Volverá a convertirse en tema en Les Années cannibales (Fayard, 2008). Pero al año siguiente retoma la ficción con Une Valse à Vienne ( Un vals en Viena; Fayard) y doce meses más tarde con La Vie d’une manière ou d’une autre ( La vida de una u otra forma; Flammarion).
Según su hija, que dio la noticia del deceso, a sus 84 años trabajaba en un libro sobre la reconciliación entre animales y seres humanos.
Escribió el terror de la ocupación nazi de Budapest y huyó con las notas cosidas en el interior del abrigo