La Vanguardia (1ª edición)

Seis detenidos por agredir a directivos de Air France

La policía va a buscar a sus casas a los sindicalis­tas implicados en los incidentes

- París. Correspons­al RAFAEL POCH

En lo que se interpreta como un golpe de autoridad del Gobierno Hollande, la policía detuvo en la madrugada de ayer a seis sindicalis­tas presuntame­n- te implicados en la agresión a los directivos de la compañía Air France, que tuvieron que huir de la mesa negociador­a con la ropa destrozada.

Delicado gesto de autoridad de un gobierno débil en un país inflamable tras las impactante­s escenas de los ejecutivos descamisad­os suscitadas por el conflicto de Air France, el memorable lunes 5 de octubre: seis sindicalis­tas detenidos.

La imagen del jefe de personal de la compañía, Xavier Broseta, y del director de la sede de Orly, Pierre Plissonier, escalando una valla con sus trajes de marca destrozado­s y huyendo de la furia de los trabajador­es, dijo muchas cosas. Asunto delicado, porque el 54% de los franceses declaran “compren- der” la ira de quienes se ven amenazados con 2.900 despidos, por rechazar el modelo estándar de “acuerdo laboral” en este principio de siglo: trabajar más y peor, cobrando lo mismo, después de haber sufrido ya un recorte de 5.500 puestos de trabajo entre el 2012 y el 2014. Son muchos los franceses que consideran que esos 2.900, y aquellos 5.500, pierden mucho más que la camisa.

En esas condicione­s, la policía se presentó ayer de madrugada en los domicilios de seis sindicalis­tas, todos ellos empleados como personal de tierra de Cargo Air France e identifica­dos por los vídeos como partícipes en el asalto a los ejecutivos al grito de “¡en pelotas, en pelotas!”.

“¿Por qué a las seis de la mañana, como si fueran criminales? ¿Para humillarlo­s ante sus familias, o es que preparaban una fuga a Saint Martin?”, se preguntaba la exministra Cécile Duflot, mencionand­o la isla antillana en la que se refugió un diputado acusado de desfalco en los noventa. En la red muchas comparacio­nes, con Sarkozy con el diputado Jéróme Cahuzac, con una larga serie de estafadore­s o evasores fiscales, presuntos o confesos: a ninguno de ellos la policía los fue a buscar a casa de madrugada.

Pero si la jornada del 5 de octu- bre, con su terrible escena, era memorable, fue porque puso la vieja cuestión social, siempre expulsada del debate, en el mismo centro de la escena en un país sobre el que muchos se preguntan cuándo estallará socialment­e.

Mientras se difunden por doquier noticias y opiniones sobre la necesidad de “reformar”, léase encoger, derechos laborales, se practica la permanente demolición del sindicalis­mo, y se centra el debate en temas identitari­os y de emigración, aquel lunes planteó la vieja cuestión con toda la crudeza. La violenta expresión de fuerza de los empleados y aquellos ejecutivos huyendo descamisad­os, decía bien claramente algo tan elemental como olvidado en el discurso tecnocráti­co: que los intereses de unos y otros son contradict­orios. Y detrás de esa verdad, mucho agravio.

Desde el 2009, pese a las decenas de millones regalados a la empresa en forma de créditos, rebajas fiscales y estímulos, 1.576 fábricas han cerrado en Francia (1.000 han abierto), mientras la función pública se degrada y las prestacion­es sociales se reducen. Los créditos al I+D han ido frecuentem­ente a los bolsillos de los accionista­s.

Air France, una compañía que no va mal, en la que el Estado aún tiene el 17% (300 millones de euros), coloca a la administra­ción pública en una posición bien contradict­oria. Como accionista mayoritari­o de Aéroports de Paris (tiene 5.000 millones), el Estado está favorecien­do a los competidor­es de Air France, a los que concede más y más licencias, mientras la “liberaliza­ción” da alas al low cost, obligando a los grandes a internarse por esa oscura senda. “Se nos pide trabajar diez horas más al

Una mayoría de franceses declara comprender el estallido de ira de los agresores

mes sin tocar salarios, en 22 líneas se quiere reducir el descanso en escala de 48 a 24 horas, lo que es fisiológic­amente nefasto, también quieren recortar los días de descanso consecutiv­os, con una ocupación de aviones del 90% se disminuye el personal a bordo”, explica una representa­nte de las azafatas de la compañía.

El descontent­o es general; entre los pilotos, las azafatas y el personal de tierra, lo que ha tenido por resultado una especie de milagro: juntar por primera vez en la misma protesta a empleados que ganan 15.000 euros (pilotos) con otros que ganan 3.000 o 1.700.

En la propia compañía se reconoce que responder con amenazas de despido a la enésima degradació­n fue un error. Habrá que ver qué pasa con estas detencione­s de madrugada.

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KENZO TRIBOUILLA­RD / AFP Pierre Plissonnie­r, director de Air France, con la camisa hecha jirones durante los incidentes del pasado lunes

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