La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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El compás de espera ante las negociacio­nes para la investidur­a de Artur Mas como president; y el enorme impacto que para la economía y la imagen de Alemania ha tenido el escándalo por el fraude en los motores de Volskwagen.

EL escándalo mundial del Dieselgate protagoniz­ado por Volkswagen puede tener graves consecuenc­ias no sólo para la firma de Wolfsburgo, sino para toda la industria alemana. El hasta ahora prestigios­o made in Germany puede verse claramente perjudicad­o si el descrédito mundial,de la provocadom­arca automovilí­stica,por el fraude se de extiendela­s emisiones como de mancha gases de aceite hasta afectar a la marca Alemania, hasta ahora ejemplo de ingeniería, honestidad y eficacia. Algunos índices ya hablan de una pérdida del 4% del valor de la marca con respecto al 2014 que la situaría en segundo lugar, por detrás de la de Singapur.

De un tiempo a esta parte, compañías y empresas punteras alemanas se han visto agitadas por prácticas deshonesta­s e incluso delictivas. En el 2006 se descubrió que Siemens tenía un fondo de reptiles en las islas Vírgenes para sobornar a directivos de grandes empresas y gobernante­s de países latinoamer­icanos y asiáticos y obtener de esta forma suculentos contratos. Tuvo que pagar una multa de 1.600 millones de euros. En el 2008 se supo que Deutsche Telekom realizaba prácticas de espionaje a sus propios directivos y a periodista­s. En el 2012 saltaron a los medios las manipulaci­ones que empleados del Deutsche Bank habían practicado sobre los índices Libor, Euribor y Tibor, por los que la institució­n debió pagar una multa de 3.250 millones de dólares.

Pero el caso Volkswagen supera en mucho todos estos antecedent­es escandalos­os. Los sistemas de control de emisiones de gases de once millones de automóvile­s de exigencias­la marca medioambie­ntaleshan sido trucados node sólolos países,para superarsin­o tam- las bién para competir mejor frente a otras marcas. La revelación del fraude provocó el inmediato desplome del 20% del valor de la compañía en bolsa. Pero lo peor no es la multa que le pueda caer, que algunos analistas sitúan en los 18.000 millones de dólares, ni siquiera la forma en que se hará frente a las obligacion­es contraídas y asumidas con los clientes engañados, sino cómo afectará este escándalo a la reputación de una marca señera en el sector de la automoción.

Alemania es un país muy centrado y maduro que, por méritos propios, se ha convertido en un motor europeo fundamenta­l y en un líder político, industrial y económico. No hay duda de que el fraude de Volkswagen es una bomba en el corazón de Alemania y de Europa. Pero también hay que afirmar que los alemanes son no sólo capaces de superar el reto que supone una prueba de este tipo, sino también de sacar las conclusion­es y lecciones debidas para hacerse más fuertes de cara al futuro.

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