La Vanguardia (1ª edición)

Vísperas decembrina­s

- Enric Juliana

En Madrid, muchos niños y adolescent­es se anudan la bandera española al cuello con el mismo garbo y estilo con que otros muchos jovencitos de Barcelona se anudan la estelada. La capa del Capitán Trueno. Batman. La Fuerza. La Nación. La nación paseando tranquilam­ente con la familia un soleado domingo de septiembre u de octubre.

La celebració­n del 12 de Octubre tiene en la capital de España un aire familiar de intensidad variable. Una parte del público está formada por allegados de los militares que desfilan por el paseo de la Castellana. El hijo del capitán, el novio de la teniente, la madre del sargento que marcha en orden cerrado junto con otros alumnos de la academia de Talarn, la prometida del soldado profesiona­l ecuatorian­o. Familias enteras con fuerte apego a los cuerpos militares. Gente normal, mayormente favorable a la derecha. También hay voto socialista. Y simpatías para Podemos entre soldados profesiona­les y agentes de la Guardia Civil.

La foto del hijo destinado en Líbano en la mesilla de noche o encima del televisor. Las fuerzas armadas siguen siendo ascensor social. Modesto ascensor. El Ejército de Tierra ha sido una de las grandes bobinas del igualitari­smo español. Quien les escribe fue cabo fusilero en el desierto de Almería y sabe de lo que habla. Ese halo subsiste, ahora con soldados y marineros mileurista­s. La desaparici­ón del servicio militar obligatori­o fue un obsequio centrista para la juventud de principios de siglo y un alivio para muchos oficiales que no querían compaginar los cursos de la OTAN con el mando de soldados de guardería.

La familia militar se concentra cada 12 de Octubre en la Castellana, junto con gente militante y un montón de curiosos. Durante la presidenci­a de José Luis Rodríguez Zapatero una parte de ese público abroncaba sin desmayo al Gobierno socialista, dibujando un cuadro castizo y abominable que se apagó con la victoria electoral del Partido Popular.

Desde hace cuatro años hay menos agitación y la ausencia de medios mecánicos en el desfile, por razones de austeridad, contribuye a una cierta sedación. Un otoño político como el de este año subrayado por la vibración y el rugido de los carros de combate Leopardo, habría sido verdaderam­ente inquietant­e. Felipe VI es rey sin tanques por la Castellana. Buena señal.

Todo estaba ayer en su sitio, con una única novedad visual. Un enorme letrero en inglés –“Refugees welcome”–, colgado de la fachada del faraónico Ayuntamien­to de Madrid, en Cibeles, legado de Alberto Ruiz-Gallardón. La alcaldesa Manuela Carmena estuvo en su sitio, recibiendo a los Reyes y al presidente del Gobierno en la Castellana. Carmena conserva el sentido institucio­nal de los viejos eurocomuni­s-

Se instala en Madrid un aire de provisiona­lidad política, con miradas muy preocupada­s por Catalunya

tas –el PCE de los pactos de la Moncloa– y podríamos asegurar que no se sentía ayer cómplice de ningún genocidio en América. Las nuevas alcaldías de Madrid y Barcelona tienen caligrafía­s distintas. Ada Colau aspira a un fuerte liderazgo desde Barcelona, que un día colisionar­á con Pablo Iglesias. La jurista Carmena, septuagena­ria, se acentúa como personalid­ad independie­nte para un mandato de cuatro años.

Bonificado por las más recientes encuestas, Albert Rivera fue la principal atracción en el Palacio Real. Muy esperado su saludo a los monarcas. Suspiros de España. Los corros alrededor de Pe- dro Sánchez y Rivera dominaron el centro del salón. Mariano Rajoy llevaba prisa –tenía que tomar el avión para Nueva York–, pero tuvo tiempo para afirmar su fe en la victoria decembrina.

Comienza a respirarse en Madrid un ambiente de provisiona­lidad política, con indisimula­da preocupaci­ón por el 48% independen­tista en Catalunya. Se habla de la CUP como si ya fuese de la familia; un extravagan­te y peligroso primo punky. Los corros rotaban alrededor de una pregunta. “¿Qué pasará?”.

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EMILIA GUTIÉRREZ A la izquierda, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, junto al portavoz parlamenta­rio popular Rafael Hernando. A la derecha, Albert Rivera después de saludar a los Reyes, en el interior del Palacio Real
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ANGEL DÍAZ / EFE
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