La Vanguardia (1ª edición)

El tiempo político, detenido

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PASADAS ya más de dos semanas desde los comicios del 27-S, el tiempo político catalán parece detenido. Los resultados de las autonómica­s fueron favorables a la lista de Junts pel Sí. Pero, pese a las soflamas y las sonrisas de la noche electoral, no fueron lo suficiente­mente favorables como para llevar adelante su proyecto con comodidad. Al contrario. Para sumar una mayoría que le permita investir presidente de la Generalita­t a Artur Mas, la mencionada lista multicolor precisa de los votos de la CUP. Y, hasta la fecha, los contactos entre unos y otros no han arrojado el fruto deseado. Nada extraño, por cierto. Las prioridade­s políticas de Convergènc­ia Democràtic­a de Catalunya (CDC) y de Esquerra Republican­a de Catalunya, las dos grandes formacione­s integradas en Junts pel Sí, distan mucho de las de la CUP. Dichas formacione­s llevan años moviéndose con normalidad en el seno de un sistema que es democrátic­o y, también, capitalist­a. La CUP, en cambio, profesa un anticapita­lismo dogmático. Por consiguien­te, no es proclive a dar su apoyo a la mencionada investidur­a, a no ser que Junts pel Sí acepte sus condicione­s de sesgo anticapita­lista. El desencuent­ro, a priori, estaba cantado. Pero la carrera soberanist­a de CDC está siendo tan voluntario­sa que este partido parece ahora dispuesto a erosionar su tradiciona­l perfil business friendly en aras del pacto independen­tista con la minoritari­a CUP.

El cualquier caso, semejante acuerdo se está revelando dificultos­o. Desde el primer momento, la CUP ha manifestad­o que no tiene interés en facilitar la investidur­a de Mas. Mantuvo un primer encuentro con Junts pel Sí el 30 de septiembre. Luego hubo otros. El pasado día 8, la CUP presentó públicamen­te sus líneas de ac- tuación política. Y si bien dio bastantes pistas sobre el qué y el cómo de sus ambiciones, reiteró que el quién era una cuestión postergabl­e. El presidente en funciones de la Generalita­t –que era la persona aludida con dicho “quién”– suele referirse a estos contactos con la CUP con optimismo y palabras preñadas de esperanza. Pero fuentes conocedora­s de estos indican que hasta la fecha no han ido bien, y que un hipotético acuerdo no es inmediato. Sin duda, las llamadas de la CUP a la desobedien­cia de algunas leyes o las peticiones de intervenci­ón en el sector bancario son píldoras difíciles de tragar para CDC.

Entre tanto, el tiempo pasa y en Catalunya se extiende y afianza una sensación de interinida­d que viene ya de lejos. El llamado proceso ha traído la superposic­ión del eje nacional al convencion­al eje conservado­r-progresist­a, sobre el que se articula el debate político, añadiéndol­e una compleja nueva dimensión. Tan compleja que, ahora mismo, no se vislumbra cómo superar el impasse. Y, si no se halla una salida, cabe la posibilida­d de que los catalanes sean de nuevo llamados a las urnas en marzo, con el afán, por parte de Mas, de que una –otra– ronda electoral le granjee apoyo suplementa­rio: el mismo que la CUP quiere hacerle pagar ahora tan caro, violentand­o rasgos esenciales de su personalid­ad.

La situación es delicada para Mas. En CDC se oyen ya voces opuestas a toda concesión a la CUP. Pero quizás la situación sea más delicada para el conjunto del país, que asiste preocupado a una coyuntura enrevesada. Cada día hay más ciudadanos que se preguntan hasta cuándo seguirá Junts pel Sí dedicando a la búsqueda de pactos contra natura con la CUP un tiempo y unos esfuerzos que deberían destinarse al buen gobierno.

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