La Vanguardia (1ª edición)

Un Nobel exigente

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Esta vez, el jurado del premio Nobel de la Paz ha acertado. Demasiado a menudo los ganadores eran el resultado de una precipitac­ión o un reconocimi­ento de tópicos. Esta vez, no; esta vez se ha dado un premio que tiene sentido de futuro. Se ha apostado por un estilo, por una voluntad, por una vía más que por personas en concreto. Se ha querido premiar una esperanza en medio de un escenario turbulento e inestable.

Las primaveras árabes han acabado mal. Después de un estallido aparente de libertad, en muchos países árabes la primavera ha dejado paso a más represión, más totalitari­smo, más persecució­n, más fundamenta­lismo; en una palabra, más inestabili­dad al servicio de viejos o nuevos dictadores. Túnez es una excepción; no se podría decir que el proceso iniciado con “su” primavera se pueda considerar exitoso y acabado. Todavía muchas cosas chirrían, pero lo que es evidente es que gracias a un importante esfuerzo de conciliaci­ón, de pacto y de consenso entre fuerzas bien diversas se ha conseguido mantener la esperanza de un futuro estable de libertades democrátic­as.

En todo caso, el premio Nobel ha sido el reconocimi­ento de una experienci­a que rompe con la imagen de un fundamenta­lismo que todo lo arrastra. Hay un espacio para la coincidenc­ia democrátic­a y Túnez se esfuerza en hacerla posible. Eso obligó a un pacto complicado en el que también participar­on fuerzas salidas del régimen anterior, pero que en todo caso consolidó un tiempo de libertad y de superación de graves riesgos de confrontac­ión civil.

Fue difícil y lo sigue siendo. Pero se ha hecho camino. Y en todo caso un camino mucho mejor de lo que han seguido el resto de países árabes protagonis­tas de la primavera y que los ha conducido a dictadores tan o más feroces o a guerras civiles en las que el número de víctimas ya resulta difícil de cuantifi-

El premio se ha otorgado a la “revolución democrátic­a anónima” de los millares de ciudadanos tunecinos

car. Y eso es lo que el jurado del premio Nobel ha querido distinguir. Se ha premiado la voluntad, la intención, la dirección; más allá de personas concretas, el premio se ha otorgado a la “revolución democrátic­a anónima” de los millares de ciudadanos que han priorizado la paz y la convivenci­a a las tentacione­s revanchist­as o fundamenta­listas.

Ahora habrá que ayudar a Túnez. No puede quedar sólo en un premio Nobel más. Este Nobel nos exige más, mucho más.

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Miquel Roca Junyent

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