La Vanguardia (1ª edición)

La calle Blanc

- Jordi Amat

Es una canción antigua. No es de las que se convirtier­on en himnos automática­mente, pero pronto se escuchó como un clásico más de su cancionero memorable. En 1967, con menos de treinta años y ya en pleno éxito de crítica y público, Raimon publicaba un extended play que, aparte de País Basc, incluía también Cançó de la mare. Es una de aquellas piezas que tienen la magnética virtud de fundir, con absoluta naturalida­d, lirismo y compromiso: su biografía imbricada en la fundamenta­ción de la propia sociedad para profundiza­r en los valores de la justicia. En la canción explica que se ha ido de Xàtiva, su pueblo, dejando los orígenes: la familia, los amigos, la casa. Se ha marchado, sí, pero llevándose su identidad, aceptando a fondo su vocación: “Crec que puc dir-vos, en la meua maltractad­a llengua, paraules i fets que encara ens agermanen”. Marcharse para crear comunidad cantando en catalán y en plena dictadura opresora. Lo proclamaba, lo hacía y lo consiguió. Y, mirando hacia el futuro, en la canción, decía que sabía que un día volvería a su casa de la calle Blanc.

Durante todos estos años, sobre todo durante el colchón de plomo de la interminab­le hegemonía provincia nizadora de los gobiernos del Partido Popular, la fidelidad de Raimon a la gente de Valencia, a pesar del boicot oficial, ha sido una constante. Una constante vivida muchas veces con solitaria tristeza. Pero no canceló nunca la ligazón a sus orígenes y, en su madurez de pelo cano, convirtió aquella vivencia otra vez en canción encadenand­o flashes autobiográ­ficos. La pieza la tituló He caminat per València, sol. En presente recuerda el niño que era él contemplan­do por primera vez el mar en la playa de la Malvarrosa y expone la red de lecturas, sentimient­os y relaciones que, cuando era un joven estudiante universita­rio, fundamenta­ron su personalid­ad: Joan Fuster y Ausias March, el escultor Alfaro, el activista Vicent Ventura... “Anys plens de vida que m’han fet i em fan”. La constancia de su fidelidad, que dignifica a su pueblo, tuvo el jueves el reconocimi­ento merecido. Con la concesión de la Alta Distinción de su Generalita­t, Raimon, al fin, volvió a casa.

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