La Vanguardia (1ª edición)

Un consejo no pedido

- Fernando Ónega

Abajo las viejas imágenes del Rajoy diletante, comodón y puesto de perfil! Hagámosle una mínima justicia y digamos que es el político que más trabaja. Dirige un gobierno, que no es poca cosa. Pero además viaja para inaugurar obras públicas, acaba de participar activament­e en la campaña electoral catalana y ya está metido en otra. No descansa ni un fin de semana entero. Todavía saca tiempo para conceder entrevista­s, decidir las listas del 20-D y seguir la prima de riesgo, que a Rodríguez Zapatero le quitaba el sueño pero a él le eleva la moral. Y lo más meritorio: no le cansa ni le aburre repetir el discurso de las bondades de su reformismo y los peligros de todos los demás.

Lo más difícil quizá le resulte mantener el escalafón de rivales para las elecciones. Se fijó en los pactos de extremista­s en ayuntamien­tos y autonomías, los señaló como ejemplo de riesgo para la nación, y el último barómetro del CIS dijo que fueron los pactos preferidos por la mayoría. Intentó ridiculiza­r a Ciudadanos como un partido de ocurrencia­s dichas en cafeterías, y cuatro meses después apareció José María Aznar, dijo que el partido de las cafeterías le estaba quitando la primacía del centrodere­cha y las últimas encuestas apuntan en esa dirección. Ahora le queda el PSOE, proclamado el adversario formal y con razones históricas para temerle. Pero los socialista­s tienen una base electoral fiel, y no parece que sea de ahí de donde el Partido Popular pueda obtener el respaldo que le falta para acariciar una cómoda mayoría.

“Esto es un lío”, pensará el señor Rajoy. No soy quien para darle un consejo, pero si me lo pidiera sería: no se preocupe tanto por los rivales, presidente, que contribuye a su publicidad. No tenga tantos augures observando el vuelo de los votos, que de sociólogos aficionado­s no se puede esperar nada bueno. Póngalos a trabajar en un mensaje atractivo y no en agredir siempre al rival. Y preocúpese de usted y de la imagen que transmiten su gobierno y su partido. Fíjese en Podemos, que cae en cada encuesta que se publica: ¿es por las agresiones de otros? No. Cae porque su mensaje ha perdido seducción. Piense, presidente, si en su partido está ocurriendo algo similar.

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