La Vanguardia (1ª edición)

La ‘manta’ estira la temporada

Los senegalese­s aprovechan entre Salou y Cambrils la llegada de los últimos turistas antes de ir a probar suerte a Barcelona

- ESTEVE GIRALT Salou

Un par de jóvenes senegalese­s en bicicleta, cargados de bolsas, señalan por el paseo marítimo de Salou (Tarragonès) el camino del top manta en la Costa Daurada, en dirección a uno de los enclaves del comercio ambulante ilegal. Los manteros, muchos afincados en Salou, aprovechan la zona fronteriza del paseo, ya en término de Cambrils, para burlar la policía local. Pasado el verano, el turismo de baja intensidad persiste junto a la playa en forma de jubilados franceses, holandeses y españoles. Las mantas perduran aquí antes de cerrar temporada.

“Pocos turistas, poca venta”, resume uno de los manteros. Son las diez y media de la mañana y medio centenar de senegalese­s extiende sus mantas sobre el suelo del paseo, entre la acera y el carril bici que bordea las playas de Cambrils, entre el chiringuit­o Mambo y la llamada Porta de Llevant. Un policía local de Salou mira desde su término municipal el mercadillo ilegal, poblado de productos falsificad­os y tres senegalesa­s que ofrecen trenzas de colores. El agente, cuya presencia ni inmuta a los vendedores ilega- les, se retira tras diez minutos.

“La policía de Cambrils acostumbra a venir por las tardes”, explica un argentino dedicado al alquiler de tumbonas y otros servicios turísticos, enfrente de la zona fronteriza dedicada al top manta. “Cuando llegan los agentes, ellos recogen y se esperan allí”, explica, señalando la parte del paseo que ya es de Salou. “Pero vuelven, han ganado a la policía por aburrimien­to”, apostilla.

Los manteros preguntado­s en el mismo paseo reconocen que pasado el verano, con menos turistas en las playas, baja la presión policial, aunque destacan que no desaparece. “Porque ya no queda nadie”, sostiene uno de los vendedores. A medida que avanza la mañana se animan algo las ventas y no aparece ni un policía. Los turistas hacen caso omiso de los carteles del Ayuntamien­to de Cambrils que, junto al mercadillo, amenazan a los compradore­s con multas de 300 euros: “Comprar no ayuda a los inmigrante­s, únicamente a las organizaci­ones que se dedican a las falsificac­iones”. Sobre las mantas triunfan sudaderas, bolsos y las camisetas falsifica- das del Barça; el top manta incorpora tras el verano entre su oferta chaquetone­s y fulares. “Hay más marcas que en El Corte Inglés”, bromea un turista.

“Este mes nos vamos”, cuenta Serge, uno de los pocos senegalese­s que dialoga, sin miedo. La presencia mediática inquieta a los manteros; no ayuda el recuerdo aún muy reciente de la movida de agosto, tras la muerte de un mantero senegalés en un registro policial y los graves disturbios callejeros que han acabado ahora con once senegalese­s imputados.

Muchos de los senegalese­s que estos días venden en Cambrils seguirán durmiendo en Salou, pero se marcharán en invierno a otras ciudades más grandes, en busca de clientela: Barcelona es una de las destinacio­nes predilecta­s. Los manteros se marchan en tren a primera hora desde la estación de Salou, venden en la capital catalana y regresan de noche, agotados.

Si tiene la fortuna de encontrar algún trabajo, habitualme­nte en la construcci­ón o en el campo, una minoría de los vendedores dejará el top manta en invierno. Otros se trasladará­n incluso a otras ciudades españoles en búsqueda de oportunida­des. El top manta agota su temporada.

Con menos turistas en la playa baja la presión policial, explican los manteros en su mercadillo

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VICENÇ LLURBA Medio centenar de senegalese­s extienden sus mantas en el paseo situado frente a las playas de Cambrils, en la frontera con Salou

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