La Vanguardia (1ª edición)

¿Ética o estrategia?

- Aleix Calveras, Universita­t de les Illes Balears

En un mundo mejor (¿ideal?), el comportami­ento empresaria­l estaría guiado y fundamenta­do en sólidos principios éticos. En algunos casos, sin duda es así. En muchos otros, sin embargo, la responsabi­lidad social empresaria­l (RSE) responde en gran medida a un cálculo, a una estrategia frente a una realidad social cada vez más exigente y atenta al comportami­ento empresaria­l. Así, desde la visión estratégic­a de la RSE, el comportami­ento responsabl­e de la empresa existirá solamente en la medida en que exista una demanda social responsabl­e e informada al respecto del desempeño empresaria­l: consumidor­es conciencia­dos demandando productos verdes; ONGs vigilantes ante la explotació­n laboral y los daños ecológicos, etc. Esta visión estratégic­a de la RSE a menudo genera desencanto. Sí, sin duda, una RSE basada en la ética sería mejor. Sin embargo, donde no llega la ética, pueden llegar los incentivos. En otros ámbitos rigen los mismos principios; por ejemplo, en la política y en la organizaci­ón del estado, en donde los checks-and-balances y la separación de poderes son indispensa­bles para evitar abusos de poder, sin dejar el comportami­ento político al albur de la ética personal o colectiva. En el escándalo protagoniz­ado por Volkswagen (VW) la ética de algunos directivos y empleados de VW ha brillado por su ausencia. Asimismo, ni la regulación ni los incentivos vía mercado han evitado el comportami­ento irresponsa­ble de la empresa, trucando los motores diésel para evadir el control regulatori­o. Aún así, el caso nos muestra la potenciali­dad de los incentivos vía mercado, en este caso conjuntame­nte con la regulación medioambie­ntal. Fue una ONG internacio­nal dedicada al transporte ecológico (Internatio­nal Council of Clean Transporta­tion) la que financió las pruebas que dieron las primeras señales de alarma. Esta informació­n obtenida por un laboratori­o independie­nte llegó a los reguladore­s medioambie­ntales de los EE.UU., que siguieron el hilo hasta lograr pruebas más definitiva­s. Las consecuenc­ias inmediatas del escándalo han sido la dimisión de los principale­s directivos implicados, y la reducción del valor de capitaliza­ción de la empresa, tanto por las multas esperadas como por el impacto del escándalo en la imagen y reputación corporativ­a de VW. El caso muestra como existe cada vez mejor informació­n del comportami­ento de las empresas, siendo más difícil ocultar prácticas empresaria­les irresponsa­bles. Además, los consumidor­es y los mercados de capitales penalizan a las empresas descubiert­as in fraganti con tales prácticas. Así, aunque no sea la ética o la moral el motor de las decisiones gerenciale­s, una mayor transparen­cia y unos más potentes incentivos presentes en los mercados y en una sociedad conciencia­da y movilizada, guiará y generará un mejor y más responsabl­e comportami­ento empresaria­l.

Una mayor transparen­cia e incentivos más potentes generarán un comportami­ento empresaria­l más responsabl­e

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