La UE se moviliza ante el temor a una nueva ola de refugiados sirios
Muere un afgano por un disparo de la policía al entrar en Bulgaria por Turquía
Tensión y confusión en las fronteras de la Unión Europea y sus centros de poder. La crisis de refugiados se cobró anteanoche la muerte de un ciudadano afgano al ser alcanzado por un disparo de advertencia cuando trataba de entrar en Bulgaria desde Turquía. El hombre formaba parte de un grupo de 54 personas interceptado por la policía búlgara cuando intentaba cruzar la valla fronteriza; dicen que los agentes dispararon al aire, pero un tiro hirió de muerte al refugiado.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha pedido a las autoridades búlgaras que investiguen el incidente, el primero de este tipo desde que comenzó la crisis. “Está claro que los países deben proteger sus fronteras pero teniendo en cuenta la protec- ción de las personas que solicitan asilo”, pidió su portavoz.
La mejora del control de las fronteras exteriores, mediante el aumento de competencias y medios de la agencia comunitaria Frontex, es una de las decisiones que anteanoche adoptaron en Bruselas los líderes de la Unión Europea, que empiezan a abrirse a la idea de crear una guardia de fronteras europea. “Ya no es una propuesta, sino una decisión. Costará menos que restablecer las fronteras nacionales”, afirmó el presidente francés, François Hollande.
El temor a la llegada de una nueva ola de refugiados de Siria estuvo muy presente en sus discusiones. Los planes de Bashar el Asad de recuperar Alepo mediante una nueva ofensiva con ayuda de sus aliados podrían provocar nuevos desplazamientos. La provincia, de unos seis millones de habitantes, está en par- te bajo control del Ejército Libre Sirio, opositor al régimen de Damasco, y una victoria de Asad podría llevar a muchas personas a huir.
Europa ha reaccionado moviendo todos sus recursos, de ahí el nuevo plan de acción pactado con Turquía. Su colaboración se considera imprescindible para contener los flujos de refugiados, y la UE está dispuesta a darle los 3.000 millones de euros que pide para mejorar la atención a los más de dos millones de refugiados sirios que viven en su territorio (no se sabe de dónde saldrá el dinero), a “inyectar nuevas energías” en las negociaciones de adhesión y de liberalización de visados (sin ceder en las condiciones, matizan) y a elevar el nivel de diálogo político para tratar a Ankara como socio estratégico en la región, un reconocimiento perdido los últimos años por la deriva autoritaria de Recep Tayyip Erdogan.
De momento el acuerdo es más una muestra de buena voluntad que un compromiso concreto: Europa quiere ver antes resultados, una reducción en las llegadas de refugiados e inmigrantes económicos, y el compromiso de hacerse cargo de los que se les devuelva porque han llegado por su frontera. El pacto fue posible después de que Ankara renunciara al apoyo europeo a su plan de crear una “zona segura” en Siria.
También está echando a andar el plan para crear centros de identificación y registro de personas desplazadas en las fronteras. Ya hay uno en Italia y ayer se inauguró el primero en suelo griego, en la isla de Lesbos. Se espera la llegada en las próximas semanas de más de 600 trabajadores de la agencia Frontex y de distintos países europeos para ayudar a las autoridades griegas. Su funcionamiento es imprescindible para aplicar el reparto de refugiados pactado en septiembre y poner en marcha, en el futuro, un dispositivo permanente. La cumbre puso de manifiesto que la idea sólo saldrá adelante cuando se haya actuado de forma decidida en las fronteras y se frene el flujo de desplazados. Algunos países piensan más bien en reducir las obligaciones de asistencia a los demandantes de asilo, explicaron fuentes europeas. Tres países plantearon anteanoche reformar la Convención de Ginebra, que, a instancias de Europa, desde 1951 rige el estatuto de los refugiados.
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