Notas sobre el terreno
El pasado jueves día 8 habló la CUP por boca de siete de sus diez diputados electos al Parlament de Catalunya. Por tal motivo, fui invitado a participar la mañana siguiente en el programa radiofónico Hoy por hoy, que pilota Pepa Bueno. Les transcribo a continuación –sin más corrección que alguna de estilo– las notas que pergeñé con prisas sobre la última página de un periódico del día mientras esperaba la conexión en los estudios de la calle Casp. Dicen así:
“Contenido del discurso de la CUP: 1. ruptura democrática: incumplimiento de las leyes y sentencias españolas, en especial del Tribunal Constitucional, gestos de explícita ruptura formal con el Estado; 2. apertura de un proceso constituyente: el Govern resultante de las urnas ya no será un Govern autonómico, sino el primer Govern de la futura República Catalana, que tendrá como objetivo prioritario la redacción de una Constitución catalana, y 3. plan de choque social: a. parar desahucios y privatizaciones; b. agua, gas y vivienda gratis para todos y c. renacionalización de las empresas privatizadas, entre ellas la banca.
”¿Aceptará esto Convergència Democrática de Catalunya? Sí, porque CDC ya no existe, pero lo aceptará lo que queda de ella: el presidente Mas, nacionalista sin duda, pero que ya se ocupa ante todo de cómo pasará a los libros de historia; la actual cúpula, que, nacionalista ferviente, ha de procurarse la continuidad de su amenazada carrera política.
”Dos reflexiones: 1. ¿ante qué escenario estamos? Barcelona sigue siendo una ciudad abierta, acogedora y risueña, lo que es compatible con que estemos ante una situación institucionalmente prerrevolucionaria (revolución = cambio de sistema político por la ruptura y no por la reforma), y 2. ¿qué dice de todo esto la derecha catalana antaño representada por CiU? a. históricamente, siempre que el nacionalismo se hace independentista, bascula hacia la izquierda y buena parte de la derecha se desengancha, y b. ¿qué dirán ahora mis amigos que votaron a Junts pel Sí para reforzar la posición negociadora de Mas? No lo sé, porque no habrá negociación sino deliberada ruptura”.
Hasta aquí las notas que utilice como guión no leído. Me parece ahora oportuno desarrollar uno de los aspectos apuntados, que es el desenganche nacionalista de parte de la derecha catalana cuando el independentismo se hace radical y bascula hacia la izquierda o, más claro aún, cuando se ve amenazado el orden establecido. Me vino a la memoria una página de la biografía de Cambó debida a Jesús Pabón, en la que trata del frustrado intento de la Asamblea de Parlamentarios de 1917, promovida y luego neutralizada por el propio Cambó. Dice así: “Cambó intentaba una arriesgada maniobra política. Profundamente conservador, pretendió reunir todas las fueras revolucionarias del país y lanzarlas, a manera de ariete, contra la carcomida fortaleza de los partidos turnantes […]. Derribado el sistema, pretendía levantar formaciones nuevas y rigurosas que emprendiesen la radical transformación del Estado […]. En el intento (se) registra la antinomia o contradicción interna de la actuación de Cambó: sus propósitos eran constructivos, los medios a
Nos hallamos en un escenario definido por el cuestionamiento radical de las instituciones que articulan nuestra vida colectiva
los que recurría revolucionarios, y la herramienta se volvía contra sus propios fines”. Fin de la cita.
Pensemos ahora por un momento. Sustituyamos el objetivo regeneracionista del Estado sustentado por Cambó por la independencia de Catalunya pretendida por Artur Mas, y consideremos como el proceder de ambos es parecido: los medios a los que recurrió Cambó eran revolucionarios, los medios a los que recurre el president Mas son el pacto con Es- querra (que no es propiamente un partido de izquierdas, sino más bien un partido radical al viejo modo francés, de base menestral) y con la CUP, que cierra sus actos al grito de “poder popular”. Así las cosas, ¿la antigua clientela convergente seguirá por entero al president Mas cuando llegue la hora de la verdad? Admitamos que hay, cuanto menos, motivos para dudarlo, pues aunque es cierto que la historia no se repite, también lo es que nos proporciona indicios sobre los que construir nuestras previsiones de futuro. Máxime cuando el caso narrado no es el único que se puede espigar en la historia de Catalunya.
En resumen: nos hallamos en un escenario definido por el cuestionamiento radical de las instituciones que articulan nuestra vida colectiva, en trance –según el querer de muchos– de ser sustituidas mediante la fuerza y en contra de la voluntad de otros muchos. Ante esta situación, lo primero que debe hacerse es reconocer el problema tal y como se plantea; en segundo lugar, no dramatizarlo, porque aún hay tiempo y sobran recursos para encauzarlo; y en tercer lugar, sentirnos todos interpelados para buscar un apaño consistente en un pacto transaccional que nos libere de los delirios de los tenores, de los jabalíes –y de los “ausentes”– que abundan a un lado y otro del Ebro. Sin olvidar que la civilización es una ligera costra que, aun pareciendo irreversible y eterna, es reversible y coyuntural.