La Vanguardia (1ª edición)

Lydia Smith

CINEASTA

- FRANCESC PEIRÓN

La norteameri­cana Lydia Smith ha recibido el elogio de la crítica por su documental Walking the Camino (2014), dedicado al peregrinaj­e a Santiago de Compostela, que ha animado el turismo de Estados Unidos en esta ruta.

La gran andadura de Lydia Smith empezó a los quince años.

Entonces no sabía, ni siquiera intuía, que daría con su relato vital a muchas millas de su California natal.

Lydia Smith ha recibido el elogio de la crítica por su documental

Walking the Camino (2014) dedicado al peregrinaj­e a Santiago de Compostela. A pesar del reciente asesinato de una estadounid­ense –Denise Thiem–, la ruta goza de un creciente interés en un país sin una tradición así.

Tal vez la excursión de Lydia arrancó incluso antes, a los diez años, cuando en 1974 una tragedia sacudió su hogar, en la pequeña localidad de Ross, cerca de San Francisco. Su hermano, de 11, falleció a consecuenc­ia de una rara enfermedad, de origen desconocid­o. “Nunca descubrier­on qué le había ocurrido”, confiesa.

La sombra de esa muerte le perseguía. Era la hermana del desapareci­do. Si quería ser una niña normal, entendió que debía poner tierra de por medio. La enviaron a estudiar a la otra costa, a Exeter (New Hampshire).

Ingresó en la Phillips Exeter Academy, que ya disponía de un programa para pasar un año en el extranjero. La oferta consistía en hacer un curso de bachillera­to en Francia o en España. Lydia eligió Barcelona. “Tenía un amigo que había ido allí y hablaba con entusiasmo de la ciudad”, explica. “Jamás había salido de Estados Unidos y todo me parecía una aventura”, añade.

A la sombra del impacto emocional que había sufrido, ella pidió una cosa para emprender ese recorrido. “Era muy importante para mí vivir con una familia y deseaba una familia numerosa”.

Hoy, a los 51 años –los cumplía este pasado viernes–, alude en la conversaci­ón a “mi madre de Barcelona” o a “mis dos hermanas y mis dos hermanos de Barcelona”. Su casa se ubicaba por Francesc Macià. No precisa más.

Aterrizó en septiembre de 1980. Su escuela –School Year Abroad– estaba en Gran Via con Rambla Catalunya, donde completó tercero de BUP.

Aunque se marchó en la primavera de 1981, se graduó en Exeter en 1982, entró en una universida­d de Vermont (no le gustó), se trasladó por un semestre a Italia y regresó a California, a Berkeley, donde concluyó sus estudios de cine, la capital catalana ha sido y es una presencia permanente en su trayectori­a. Idas y venidas.

Tras acabar sus estudios, se instaló en la ciudad durante tres años, en los que compartió su vida con Jordi, “el mejor amigo de mi hermano de Barcelona”.

Al zanjarse la relación, volvió a Estados Unidos, pero insistió con otra temporada coincidien­do con los Juegos Olímpicos de 1992.

Desde entonces, ha desarrolla­do su carrera cinematogr­áfica en su país de origen, con excepcio- nes. “Como residí en Barcelona sabía del camino”, dice.

En aquel trayecto iniciático más allá de sus fronteras se halla el origen de un filme sobre el que la crítica del The New York Times lanzó una advertenci­a: “Espectador, tenga cuidado, el impulso de hacer la caminata es fuerte”.

A Cheryl Grasmoen, presidenta de la American Pilgrims, organizaci­ón de admiradore­s de esta senda con 31 capítulos en EE.UU., le gustó la película en la que se sigue las tribulacio­nes de seis peregrinos. “Creo que es un buen do- cumental –señala– aunque puede dar una impresión errónea de que se llega a St. Jean Pied du Port (partida del camino francés) y se empieza a andar sin preparació­n física y mental”.

Abogada de profesión, Grasmoen hizo su primer camino en el 2007, a los 66. Se lo descubrió la esposa de su socio de bufete y se lo pensó durante doce años. Se estrenó en “el francés”. Requirió de 42 jornadas para recorrer los 800 kilómetros hasta Santiago de Compostela. “No soy una persona atlética”, se justifica.

“En todos esos días me encontré sólo tres compatriot­as”, comenta para subrayar cómo ha ido a más el fervor en este país. Ese 2007, cerca de 1.000 estadounid­enses fueron acreditado­s como caminantes. En el 2014 la cifra ascendió a 11.577, según datos de la

‘The New York Times’ sobre el documental: “Espectador, cuidado, el impulso de hacer la caminata es fuerte” La asociación de EE.UU. dice que “no tenemos noticia de cancelacio­nes” tras el asesinato de Denise

oficina de acogida. Entre los foráneos, y situados en cuarto lugar, por detrás de Italia, Alemania y Portugal, Estados Unidos aportó el 9,32% de peregrinos.

La American Pilgrims contaba con 300 asociados en el 2003 y hoy son 1.900. Nadie duda de que el filme de ficción de Emilio Estevez del 2010 – The Way– o el documental de Smith han significad­o un impulso en su difusión.

“La gente está bastante cansada

de su existencia cotidiana, con tanta prisa, siempre conectada, al 100%”, argumenta la cineasta.

“El camino es como un descanso en tu vida –insiste–, lo único que tienes que hacer es andar, comer, dormir, lavarte la ropa si quieres. Es volver a una vida sencilla y eso es lo que necesitamo­s. Por eso existe este auge de los movimiento­s excursioni­stas”.

Grasmoen ofrece una explicació­n sociológic­a e histórica:

“Un 25% de la población del país, unos 76 millones de ciudadanos, son baby boomers, nacidos entre 1946 y 1964, y están cerca del retiro o en un primer estadio de la jubilación. Son personas que no tienen miedo a los viajes internacio­nales y tiende a ser un grupo muy activo. Si vas a viajar, buscas algo que te dé esa actividad, que sea cultural, interesant­e y algo diferente. El camino provee todo eso. Y hay infraestru­ctura. Vuelas a España con un buen libro guía en inglés, la ruta está bien señalizada, hay albergues, hostales accesibles, pueblos hermosos muy hospitalar­ios. Es fácil incluso si no hablas castellano”.

Reconoce que el terrible crimen atribuido a Miguel Ángel Muñoz, asesino confeso de Denise Thiem, es un factor de preocupaci­ón, pero apostilla que “no tenemos noticia de que nadie haya cancelado su viaje”. Cuenta que “se toman más precaucion­es” y que se ha creado un colectivo en Facebook para que puedan conectarse aquellas que marchan solas.

Completado­s cuatro caminos –diferentes trazados–, Grasmoen remarca que “nunca” se sintió insegura. “Te vas cruzando con peregrinos a los que ves cada jor- nada o dos y se forja un apoyo”.

A Lydia Smith “jamás” se le habría ocurrido pensar que ocurriría un suceso tan luctuoso. Sugiere a las caminantes solitarias que pidan a otros que vayan detrás o delante que les echen un ojo. Pero descarta que el miedo sea un freno. “Cuando el camino te llama, te llama muy fuerte. Es muy difícil ignorarlo”.

A ella le llamó en el 2007. “Estaba en transición en el trabajo, en las relaciones personales. Iba a ca- sarme y vi que no lo que tenía que hacer. Lo dejamos”.

En la primavera del 2008 se lanzó al peregrinaj­e. Metida en tarea, conoció colegas de ruta que, al saber de su profesión, le animaban a hacer un documental. Se respondía a sí misma que no. Que, sabiendo lo complejo que resulta sacar adelante un proyecto independie­nte:pues no.

De nuevo en su hogar de la costa oeste, realizó un montaje fotográfic­o de su experienci­a (más de 3.000 fotos). Y de nuevo oyó la voz. “Me insistía que debía hacer un documental. Me rendí”. Empezó a trabajar a partir de sus ahorros, los dólares que le había dado una organizaci­ón sin ánimo de lucro para un corto –solicitó permiso para cambiar de destino– y otras contribuci­ones.

Siete semanas de rodaje, un equipo de doce personas y, al final, el itinerario de seis peregrinos. “El casting lo hizo el camino, yo quería que él escogiera a los personajes ”. Salió bien, por la variedad. Del que no ha estado en una iglesia desde su bautizo a la joven creyente que va con su hijo de tres años y su hermano, un despreocup­ado y fiestero. Desde la mujer que ha perdido el rumbo al viudo que busca reconforta­rse. “El camino es pura medicina,”, proclama un monje.

A Lydia le fascinó la solidarida­d que se forja, cómo las ampollas borran las barreras entre el ejecutivo y el obrero.“¿Si me ha servido de algo el camino? Totalmente, me ha ayudado a creer en mi potencial, no sabía que era capaz de hacer lo que hice”.

El estreno de la película en el 2014 dio pie a otro viaje. Alquiló una furgoneta y realizó un tour por Estados Unidos. El documental se situó en la lista como el número doce. Pero ha sido segundo en Australia y quinto en Nueva Zelanda. En España sólo se pasó, y poco, en Barcelona , Madrid y Palma de Mallorca.

A oídos de Toni Badimon, de la productora y distribuid­ora Olwyn Films, le llegaron campanadas de su calidad. Como disponen de una sala en Cambrils, organizaro­n un pase. “Me encantó –contesta vía telefónica–, no es un documental al uso, me sabría mal que quedara abandonado”.

Se ha puesto manos a la obra y en noviembre emprenderá la labor de darlo a conocer por Española con el título ¡El buen camino!

Si a Lydia le llevó tanto tiempo finalizar su trabajo se debe a la económica. Tras el rodaje faltaba la posproducc­ión. En los títulos de crédito figura un largo sumario de donantes. Parte esencial de esa financiaci­ón corrió a cargo de sus excolegas de la escuela de Exeter. Y, entre estos, Dan Brown, famoso novelista de grandes ventas ( El có

digo Da Vinci) y “alma generosa”, según Lydia.

Tal vez porque uno de los profesores los ponía en parejas y hacía que el uno redactara sobre el otro. “Soy la primera biógrafa de Dan Brown. Lástima que no teníamos ordenadore­s y no sé dónde anda aquello que escribí”.

La cineasta pagó en parte su proyecto con donaciones de amigos de bachillera­to, entre estos, Dan Brown

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Lydia Smith en su camino del 2008, donde surgió la inspiració­n para el documental, con su amigo Guglielmo, que luego colaboró en el filme
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 ??  ?? A Santiago. Annie (foto de encima), habla de su experienci­a a mitad del camino. Lo pasó mal por momentos, pero se esforzó y logró la tan ansiada meta de los peregrinos: llegar a la plaza del Obradoiro
A Santiago. Annie (foto de encima), habla de su experienci­a a mitad del camino. Lo pasó mal por momentos, pero se esforzó y logró la tan ansiada meta de los peregrinos: llegar a la plaza del Obradoiro
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DESCONOCID­O / LV
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Reto personal. Lydia, durante el rodaje del filme, que se convirtió en un esfuerzo de siete años

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