La Vanguardia (1ª edición)

Viktor Orbán

PRIMER MINISTRO DE HUNGRÍA

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El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha cerrado otra de sus fronteras –esta vez con Croacia– para no tener que lidiar con la marea de refugiados e inmigrante­s que se dirigen a la Europa rica en busca de una vida mejor.

La marea de refugiados e inmigrante­s que cruzan los Balcanes con destino a Europa occidental prosiguió irrefrenab­le ayer, aunque obligados a seguir un nuevo trayecto después de que Hungría cerrara su frontera con Croacia, la medianoche del viernes. Hace un mes, el Gobierno húngaro cerró con una valla la frontera con Serbia, desviando la ruta migratoria hacia Croacia, donde las autoridade­s redirigían a los refugiados de nuevo hacia Hungría. El camino hacia Alemania, donde se dirigen la mayoría, pasa ahora por Eslovenia, que envió ayer el ejército a su frontera para ayudar a la policía con la súbita oleada de llegadas. El Gobierno esloveno precisó que no significa que el país se encuentre en estado de excepción y que los militares sólo prestarán “un apoyo logístico”. Las autoridade­s calculan que al menos 2.400 inmigrante­s –la mayoría hombres jóvenes, aunque también hay familias, de Siria, Iraq o Afganistán– debían llegar ayer al país, una cifra que podría triplicars­e en los próximos días. Eslovenia, miembro de la zona Schengen, ha anunciado que no se opondría al tránsito hacia Austria de los migrantes que acepten registrars­e, siempre que Alemania mantenga su política de fronteras abiertas. El periplo de los inmigrante­s a través de Europa sigue plagado de peligros. Doce refugiados, entre ellos cuatro niños, murieron ayer ahogados en la costa turca mientras intentaban alcanzar la isla griega de Lesbos. Se cree que eran sirios o afganos. Mientras, en la ciudad francesa de Calais, en el otro extremo del trayecto, el número de migrantes acampados mientras esperan poder cruzar hacia el Reino Unido alcanza ya los 6.000.

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