La Vanguardia (1ª edición)

Hamas avisa a Kerry que no podrá frenar la intifada

Nuevos ataques con cuchillo en Hebrón y Jerusalén

- HENRIQUE CYMERMAN BENARROCH Jerusalén. Correspons­al

“El intento diplomátic­o internacio­nal impulsado por el secretario norteameri­cano John Kerry para detener la intifada fracasará rotundamen­te”, declaró ayer a La Vanguardia Hasan Yusuf, líder de Hamas en Cisjordani­a. “Eso provocará un enfrentami­ento entre el pueblo palestino y las fuerzas de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina. La próxima visita de Kerry pretende evitar que los palestinos cosechen los frutos de su lucha”, añadió el líder islamista.

El próximo miércoles está prevista una reunión en Berlín entre Kerry y el primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, para organizar, quizá, la cumbre en Jordania destinada a poner fin a la reciente ola de violencia.

En las ciudades santas de Hebrón y Jerusalén, tres jóvenes palestinos murieron ayer al intentar apuñalar a tres israelíes: una policía y un colono en Hebrón, así como un policía en la puerta de los Leones de Jerusalén. El agresor, de 16 años, salió de su casa en el barrio palestino de Yabel Mukaber de Jerusalén Este, donde viven 35.000 palestinos. A tan sólo dos minutos se encuentra el asentamien­to judío de Armon Hanatziv. Normalment­e, muchos judíos hacen sus compras el sábado en el barrio palestino, pero ayer sólo se veía policía y muchos periodista­s de todo el mundo.

El martes salieron de Yabel Mukaber tres de los terrorista­s que atacaron en distintas zonas de Jerusalén. “Lo que Israel hace con nuestros jóvenes es un genocidio”, espetó un vecino antes de ser preguntado. Otro se enfrentó a él y contestó: “La mayoría de gente en el barrio quiere paz y tranquilid­ad”. Comenzó una discusión a gritos frente a la tienda de falafel en la que había reunido un gran grupo de jóvenes. El hijo del pacifista destacaba por su camiseta, con el mensaje: “La paz empieza conmigo”. Muy distinto de la gran mayoría de niños, que tratan como héroes a sus amigos que atacaron a judíos, y cuyo sueño es convertirs­e en mártires.

El niño palestino, que estudia en el colegio americano fuera de Yabel Mukaber, dice: “Esta camiseta es de mi escuela. Aunque sé que los colonos han subido a la mezquita de Al Aqsa, no estoy de acuerdo con que se maten inocentes”. Su padre no le deja ver la televisión por temor a que las sangrienta­s imágenes le inci- ten a la violencia. Él confiesa: “Igualmente veo las noticias en casa de mi abuela. Pero la mayoría de lo que veo son vídeos en Facebook y WhatsApp”.

Para hablar con los periodista­s, muchos niños se cubren la cara con sus camisetas por temor a que se les identifiqu­e. El anciano Abu Ali vio cómo dos de sus hijos eran arrestados por la unidad de enmascarad­os del ejército israelí y asegura que sus hijos son inocentes. Sin embargo, añade que “las violentas imágenes de los soldados israelíes que ven en internet están volviendo locos a los niños”.

No se trata de un barrio pobre, como tantos otros en Gaza y Cisjordani­a. Aquí, las carreteras son relativame­nte modernas, las infraestru­cturas ordenadas, no hay basura esparcida y las casas, construida­s con piedra de Jerusalén, son relativame­nte amplias. Hasta la guerra de 1967 pertenecía­n a Jordania, pero cuando Israel anexionó la parte oriental de la ciudad, sus habitantes pasaron a ser residentes permanente­s en Israel (rechazan la ciudadanía) y recibieron una tarjeta de identidad que les permite circular en Jerusalén y el resto del país.

“Todo empieza y acaba en Al Aqsa”, cuenta Adnan Faryi, residente del barrio. “Los colonos israelíes no han aprendido nada, y siguen subiendo cada día a la explanada de las Mezquitas como si fuera suya”. Faryi es uno de los más extremista­s en el barrio, y otro vecino confiesa que es miembro de Hamas.

Rápidament­e pasa de un periodista extranjero a otro, relatando la conspiraci­ón judía para apoderarse de Al Aqsa, hablando con fluidez el inglés, francés y árabe. Según él, “Israel comete un genocidio contra niños que venden caramelos en las calles”. Cuando un periodista holandés le enseña con el móvil fotos de esos chicos con cuchillos en ristre, interrumpe la entrevista y pasa a hablar con el siguiente.

Mahmud trabaja reparando averías en el asentamien­to judío de Neve Yakov. Lleva días sin salir de casa. “Temo que cualquier encuentro con un policía termine en tragedia, por lo que estoy haciendo vacaciones forzadas. Espero que acaben muy pronto –dice–. Hay que seguir las cosas donde quedaron tras el asesinato de Rabin. Si Netanyahu quiere resolver el problema, podrá hacerlo en cinco minutos”.

Cuando nos vamos, vemos que la discusión entre los radicales y algunos moderados continúa ante la tienda de falafel. La impresión es que tanto palestinos como israelíes deben decidir hacia dónde siguen su camino.

“Temo que cualquier encuentro con un policía termine en tragedia”, cuenta un palestino

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ABBAS MOMANI / AFP Un vehículo militar israelí es atacado con cócteles molotov en un asentamien­to judío cerca de Ramala

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