La Vanguardia (1ª edición)

Sentencias y comunicado­s

- Isabel Garcia Pagan

El 25 de marzo del año pasado el Tribunal Constituci­onal, “por la autoridad que le confiere la Constituci­ón de la nación española”, estimó parcialmen­te la impugnació­n del Gobierno central contra la declaració­n de soberanía del pueblo de Catalunya aprobada en el Parlament. Pese a todo, en la sentencia, el Alto Tribunal recordaba a vencedores y vencidos que la Constituci­ón no puede abordar expresamen­te todos los problemas a los que se enfrenta el orden constituci­onal. Se refería específica­mente a los choques derivados de la voluntad de una parte del Estado, como Catalunya, de alterar su estatus jurídico; y recordaba que eran los poderes públicos los responsabl­es de resolver la situación mediante el diálogo y la cooperació­n.

Los jueces hablan por sus sentencias y no son necesarias más explicacio­nes, otra cosa es que se requiere capacidad de digestión política más allá del fallo... El Gobierno del PP ha puesto en los tribunales todas sus esperanzas para frenar el proceso soberanist­a en Catalunya y olvida que la primacía de la Constituci­ón no debe confundirs­e con una exigencia de adhesión positiva. De hecho, reiterada jurisprude­ncia del TC sostiene que en el ordenamien­to vigente no tiene cabida un modelo de democracia militante en el que se imponga el servilismo a la Carta Magna.

Cuando se aparca la política y se impo-

El problema catalán es político y sigue instalado ante los jueces por obra y gracia de la Fiscalía del Estado

ne el cómputo de victorias judiciales, se lanza una reforma exprés de la ley del Constituci­onal para frenar a Artur Mas y sus planes de independen­cia si desoye las sentencias contrarias; sin pensar, por ejemplo, en la docena de resolucion­es del TC que el Estado ignora sobre el reparto de los fondos del IRPF que los contribuye­ntes ordenan destinar a programas sociales de oenegés. Con la réplica judicial como único argumento, se maquina para sustituir en diciembre al presidente del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya por no ser tan anti-Mas como algunos en Madrid querrían, olvidando que, tras esa tan reclamada independen­cia judicial, Miguel Ángel Gimeno o un sustituto más acorde a las voluntades gubernamen­tales incurriría en una grave irregulari­dad si tratara de influir en la instrucció­n que desarrolla otro magistrado.

La reivindica­ción catalana ha revelado una crisis institucio­nal global. Tras la declaració­n del presidente de la Generalita­t y la escenograf­ía política en la que se envolvió, se da más relevancia a un comunicado del tribunal en defensa de la independen­cia del poder judicial que a su labor arbitral. Pero el problema catalán es político y sigue instalado ante los magistrado­s por obra y gracia de la Fiscalía del Estado. Mientras, la apuesta independen­tista sigue al alza en la calle. La presencia de los consellers de Justícia e Interior en la concentrac­ión de apoyo al president evidencia la desconexió­n de CDC respecto a su tradición institucio­nal, y Mas dibuja, por primera vez, un horizonte político al margen del ordenamien­to jurídico español...

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