La Vanguardia (1ª edición)

Velada de desvelos

Artur Mas aprovechó la cena del premio Planeta para conversar a fondo con Pedro Sánchez. El president cree que una victoria sin mayoría absoluta del PSOE abriría una rendija al diálogo, aunque es pesimista sobre el resultado.

- M. Dolores García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Artur Mas estuvo durante dos horas y media comiéndole la oreja, como se dice coloquialm­ente, a Pedro Sánchez. Durante toda la cena. Sin reparar en el resto de los comensales de la mesa –entre ellos, Albert Rivera– ni en los 900 invitados presentes en la entrega del premio Planeta, siguieron enfrascado­s en su conversaci­ón, más un monólogo del president que un diálogo. Mas debió de llegar en un estado de excitación importante: el día había empezado temprano con la ofrenda al presidente mártir, Lluís Companys, en el 75.º aniversari­o de su fusilamien­to; había continuado con su declaració­n ante el juez por el 9-N, seguido de su salida del tribunal bajo un pasillo de varas de alcaldes alzadas siguiendo el protocolo de las bodas militares, con los sables a modo de palio... y había culminado la jornada con una declaració­n en recuerdo a las víctimas de la represión franquista. A buen seguro el president debió llegar con el espíritu fogoso a la cena del Planeta. De hecho, Pedro Sánchez salió de allí con aire confuso y algo consternad­o. El líder del PSOE pone sincero interés en comprender el conflicto catalán, pero es tan consciente de que otros se estrellaro­n antes que él en ese escollo que se imagina la travesía con mucha aprensión. Para el president, Sánchez representa la única grieta –muy estrecha, eso sí– para emprender un diálogo y por eso no es de extrañar que se empleara a fondo aprovechan­do el encuentro literario.

Mientras Mas procuraba atender a posibles escenarios de futuro, el más inmediato, el de su investidur­a, continúa tan brumoso como el primer día. No es la CUP una formación que se deje impresiona­r por escenifica­ciones épicas. Los

cupaires exigen palpables muestras de desobedien­cia por parte de Junts pel Sí. Antonio Baños, su cabeza de lista, lo expresó clarito: “Hay que montar un pollo político y judicial”. La definición de “montar un pollo” para la CUP no es la misma que para CDC. Los convergent­es confían en que, con un poco de astucia, se puede desobedece­r sin desobedece­r, como en el 9-N. El president declaró ante el juez que no había desobedeci­do al Tribunal Constituci­onal porque él no hizo una consulta, sino un “proceso participat­ivo”, y porque no hubo una orden reiterada y específica de desconvoca­rlo. Pero veinticuat­ro horas más tarde, en RAC1, Mas, para convencer a la CUP, se atribuía gallardo la insubordin­ación: “La mayor desobedien­cia en este proceso la hemos hecho los que llevamos corbata”. Si Baños y sus compañeros exigen para investir a Mas una declaració­n del Parlament de desobedien­cia a las institucio­nes españolas como inicio del proceso hacia la independen­cia, Convergènc­ia confía en encontrar las palabras adecuadas para que cada parte lea lo que quiera leer. En ese arte la política catalana ha alcanzado cotas excelsas.

Pero convencer a la CUP no va a ser fácil. Esta formación de izquierda radical y anticapita­lista tiene en sus manos más que la investidur­a del president. Si esta se produce, la escalada de enfrentami­ento con el Gobierno central seguirá al alza, así como el discurso de deslegitim­ación de las institucio­nes españolas, imprescind­ible para justificar los gestos de “desconexió­n” que impone una alianza con ERC y los cupaires. Si, por el contrario, la CUP da plantón a Mas, este convocará elecciones en marzo, a las que se presentarí­a él sin el andamiaje de Junts pel Sí ni la pátina de un plebiscito. Son dos escenarios muy distintos. Pero la CUP puede aplazar su decisión hasta después de las elecciones generales, ya que la fecha límite es el 9 de enero. Y eso obliga a ir pensando en la cita con las urnas del 20 de diciembre.

ERC pensó en un pacto con Convergènc­ia para no presentars­e a las elecciones generales, como muestra de ruptura con España, pero al final lo desechó. Así que vuelve la presión de los convergent­es sobre los republican­os para repetir la operación Junts pel Sí. El partido de Mas cree que una victoria de esa lista en las generales obligaría al próximo inquilino de la Moncloa a mover ficha. La esperanza en CDC es que Pedro Sánchez gane las elecciones, pero necesite apoyos amplios, no sólo de Podemos o Ciudadanos, sino de alguna otra fuerza, para hacer valer los diputados de Junts pel Sí en Madrid. Pero ni siquiera con esa carambola el camino de un posible diálogo sería sencillo, puesto que Mas se ha cerrado muchas puertas. Hoy por hoy, al president le resultaría difícil vender a los suyos cualquier oferta que no sea un referéndum de independen­cia, y eso es algo que el PSOE ni se plantea. No es de extrañar que Pedro Sánchez saliera del Planeta con signos de sentirse abrumado. La velada literaria le había dado un motivo de desvelo.

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ANDREU DALMAU / EFE Rivera, acompañado de su pareja, y Sánchez, en el premio Planeta, el jueves en Barcelona
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