Miserachs en el Macba
XAVIER Miserachs (1937-1998) es uno de los grandes fotógrafos catalanes de la segunda mitad del siglo XX. Su cámara inmortalizó a una sociedad en proceso de transformación, sin distingos: desde los emigrantes hasta la gauche divine, desde las prostitutas hasta los turistas que llegaron a la Costa Brava en los años sesenta. Quizás por ello, Miserachs decía practicar una suerte de transfuguismo social. Todos los seres humanos tenían a sus ojos un particular interés fotográfico.
El archivo de Miserachs, integrado por decenas de millares de imágenes, fue depositado por sus herederas hace cuatro años en el Centro de Estudios y Documentación del Museu d’Art Contemporani de Barcelona (Macba). Había por tanto expectación ante la posibilidad de que dicho museo correspondiera al depósito con una exposición que honrara cumplidamente al fotógrafo. Este es sin duda uno de los motivos por los que la muestra Miserachs Barcelona –que puede verse hasta el 27 de marzo en el Macba– ha causado debate en el seno del colectivo creativo local. Quizás muchos se esperaban un montaje al uso, donde las fotos obtenidas por Miserachs se expresaran por sí mismas. Pero lo que ofrece el Macba es otra cosa: un montaje en el que sus imágenes han sido manipuladas, troceadas y en- sambladas en composiciones peculiares. De alguna manera, podríamos decir que el comisario ha actuado como un dj que pincha y mezcla música ajena.
El primero de los cuatro espacios de esta exposición reproduce de manera más o menos convencional fotos de Miserachs. El segundo yuxtapone fotos recortadas e iluminadas con vivos colores para reproducir una especie de escenografía callejera. El tercero combina espejos y pantallas en las que se siluetean personajes, desprovistos del encuadre del autor. El cuarto espacio presenta la gran obra editorial de Miserachs, el libro Barcelona blanco y negro, con detalle. Y ya una vez fuera del recinto, doce fotos graciosamente ensambladas sobre un muro reproducen el perfil de Barcelona.
Quienes han criticado esta muestra lo han hecho aduciendo que presenta la obra de Miserachs como él no la dejó. Quienes la aplauden, replican que hay que explorar nuevas vías expositivas. Ambos tienen razón. Pero quizás tengan más quienes afirman que el comisario no debiera haber presentado como una exposición de Miserachs lo que, de hecho, es una reelaboración de su trabajo llevado a cabo sin su concurso. Bien están las innovaciones. Pero en este caso quizás no hubieran debido preceder a una retrospectiva clásica, más previsible, sí, pero más respetuosa con el fotógrafo.