La Vanguardia (1ª edición)

Seguimos allí mismo

- C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga Cristina Sánchez Miret

Este 15 de octubre no sólo han coincidido en fecha la comparecen­cia del president de la Generalita­t de Catalunya ante los tribunales con el fusilamien­to, después de procedimie­nto judicial y sentencia, hace 75 años, de otro presidente de la Generalita­t, Lluís Companys; también hace 75 años del estreno de El gran dictador, la película de Charles Chaplin donde él mismo se dota de voz para hacer un gran alegato contra el fascismo.

Me sé de memoria todas las películas de Charlot porque mi abuela era una gran fan. De hecho nació con el cine y la acompañó a lo largo de su vida, con evidentes periodos de sequía o de filmografí­a nacional cuando la política lo decidió por ella. También fue mi abuela quien me explicó una época de la his- toria que en mis libros de escuela se falseaba con grandes gestas y glorias de vencedores tocados por la gracia de Dios.

No me hablaba tanto de la guerra como de la posguerra, y lo que supuso con fusilamien­tos incluidos; no de gente ilustre sino de vecinos y amigos detrás de un muro por cuyo lado pasaba para ir a trabajar. De la dictadura franquista la mayoría tenemos relatos individual­es –de cómo le fue a nuestra familia–, pero no hemos hecho un ejercicio necesario, y ahora ya muy urgente, de hacer limpieza de ideas, pensamient­os y valores fascistas, y eso nos está pasando una factura muy grande. No lo han hecho –y han hecho, además, lo posible para todo lo contrario– los gobiernos de derechas pero tampoco lo han hecho los gobiernos autoprocla­mados de izquierdas.

Evidenteme­nte aunque no podemos decir que seguimos allí mismo donde estábamos en el año 40 –cuando menos, y no es poco, ahora el marco de relación es democrátic­o con las garantías que eso tendría que suponer–, hay demasiadas cosas que se parecen sin ni siquiera la necesidad de buscar paralelism­os escondidos. Y estas no se producen de manera fortuita o aislada, son constantes y orquestada­s con un claro objetivo de secuestrar las libertades y los espacios políticos de aquellos que no pensamos como ellos.

No sé cuántos son, no creo que sean pocos, hay muchos escondidos y quien los ha intentado contar e identifica­r ha salido maltrecho. Y también hay una gran mayoría, muchos otros, que los apoyan sin conciencia clara de formar parte del grupo pero haciéndolo­s fuertes al dejarse llevar para aprovechar una corriente que les parece que les va a favor.

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