La Vanguardia (1ª edición)

El WhatsApp de papá

- Llucia Ramis

Esta semana he tenido acceso a un documento que podría truncar muchas infancias felices. Por su propio bien, mantengan este artículo fuera del alcance de los niños. Los grupos de WhatsApp forman parte del día a día; hay grupos de WhatsApp familiares, los hay de antiguos compañeros de EGB, también para organizar cumpleaños. Son compromete­dores: en cuanto te agregan, no puedes abandonarl­os, porque lo primero que harán será criticarte en ese mismo grupo. Cuando estás en un grupo de WhatsApp, tu teléfono se llena de chorradas.

Es así. Un individuo es capaz de inventarse las herramient­as más útiles y revolucion­arias para cambiar el mundo, y llega la sociedad y banaliza su uso. ¿Por qué? Ni idea. Lo formidable es que la humanidad haya llegado hasta aquí. La cuestión es que uno de los grupos inevitable­s de WhatsApp es el de padres y madres de alumnos. Todo el que tenga un hijo en edad escolar, pertenecer­á sin duda y sin ganas a él, en el que una mamá pregunta cuántas apuntarán a sus criaturas a las colonias, otra quiere saber si ya pasó la epidemia de piojos, y

La cuestión es que uno de los grupos inevitable­s de WhatsApp es el de padres y madres de alumnos

una tercera –siempre interviene­n ellas– recuerda con un montón de emoticonos de manzanas, plátanos y uvas que es el día de la fruta y hay que llevar una pieza al cole.

Bien. Pues esta semana he descubiert­o que los padres de alumnos tienen su propio grupo de WhatsApp. Sólo para hombres. Pongamos que se llama “Tigres cazadores”, en referencia a la clase de sus retoños, la clase de los tigres. Pongamos que en la foto de perfil aparece una rubia con las tetas muy grandes (y que no es la mujer de ninguno de ellos). Todo lo que se envían esos padres de familia son secuencias porno-risa en las que los miembros protagonis­tas realizan piruetas imposibles, así como memes hilarantes del tipo: “Muy feliz en el parque”. Y ves a un tipo en el parque. “Soy el del fondo”. Y en el fondo, a lo lejos, hay un chico con la cabeza de una chica entre las piernas. El mismo caca-culo-pedo-pis de sus propios hijos que, si descubrier­an eso en el móvil de sus papás, quizá dejarían de considerar­los sus héroes. Por otro lado, entendería­n que ellos tampoco crecerán nunca.

Las madres también tienen su grupo exclusivo. Pongamos que se llama “Mamis”, y es explosivam­ente soporífero. Una cuelga la foto de un tío bueno, y otra responde: “¿Podéis enviarme el poema que se tienen que aprender para mañana? Gracias”. Otra manda un chiste: “Yo quiero estar contigo, vivir contigo, bailar contigo”; ella contesta: “Muchas cosas quieres hacer tú, Manuel, tenemos que ir a Mercadona”. Y así. Ah, huelga decir que en las reuniones del ampa, todos fingen que esos grupos de WhatsApp no existen.

¿Dónde iremos a parar?, se preguntaba­n nuestras abuelas, cuando veían en la tele a Sabrina y las mama-chicho, con las que se educó me generación. Ya tienen la respuesta. A quién le importa que se eliminen los desnudos de Playboy.

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