La Vanguardia (1ª edición)

Amnesia digital

La sociedad delega su memoria en teléfonos y ordenadore­s y ello no pone en riesgo la capacidad del cerebro

- JAVIER RICOU

Ecomercial, para referirse a consecuenc­ias causadas por las nuevas tecnología­s”. Villarejo no esconde su sorpresa por el hecho de que ese informe haya sido financiado por una empresa dedicada a la venta de antivirus informátic­os. Esa firma, Kaspersky, aprovecha –recalca este neurólogo– las conclusion­es de su informe para recomendar a esos ciudadanos que delegan sus recuerdos más inmediatos a medios digitales que protejan esa memoria depositada en teléfonos y ordenadore­s con programas antivirus n la era de las nuevas tecnología­s ha nacido un nuevo término, amnesia digital, para referirse al olvido casi inmediato de datos o informació­n que son trasladado­s y almacenado­s en teléfonos inteligent­es u ordenadore­s para no tener que memorizarl­os. No es extraño, pues, que muchas personas recuerden el número de teléfono de la casa en la que vivieron cuando eran niños, mientras que son incapaces de repetir esa acción si se les pide que marquen de memoria, sin recurrir a la agenda de su teléfono inteligent­e, el número de sus hijos o el de la oficina en la que trabajan. Es una de las conclusion­es de un reciente estudio (elaborado a partir de 6.000 encuestas en Estados Unidos y Europa) que alerta de que la actual sociedad está padeciendo una pérdida de capacidad de memoria por esa tendencia de delegar en dispositiv­os móviles un trabajo que hasta la aparición de esos aparatos hacía el cerebro.

¿Hay que alarmarse por esas conclusion­es? Expertos en memoria consultado­s por La Vanguardia consideran que no y coinciden en afirmar que hasta la fecha ninguna investigac­ión científica ha constatado una pérdida de la capacidad de memoria de la población por el uso de las nuevas tecnología­s. Lo que ocurre, indica Modesta Pousada, profesora de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC), es “que el uso de esos medios digitales está cambiando la para evitar la pérdida de esa inforforma en que accedemos, guardamaci­ón. mos y manejamos la informació­n”. Alberto Villarejo también es ta

Diego Redolar, profesor de jante al afirmar que ningún estuNeuroc­iencia de la UOC, asiente dio serio “ha detectado que esteen que la memoria operativa (los mos perdiendo capacidad de merecuerdo­s a corto plazo, como un moria” por el uso de medios número de teléfono, una cita, o una digitales. Comparte, pues, la teoría dirección) “se ha delegado en esos del resto de los expertos consultame­dios digitales”, pero recalca dos por este diario. A la que tamque “en ningún caso puede afirbién se suma el psicólogo Carlos marse, con base científica, que ese Barea Navas. ¿Por qué ahora no socambio se traduzca en una pérdida mos capaces de recordar ni dos de capacidad de memoria”. Todo números de teléfono?, se pregunta lo contrario, añade Redolar, “pues Barea. La respuesta no puede ser la región del cerebro que antes hamás clara: “Simplement­e, porque cía ese trabajo la hacemos servir antes los marcábamos cada vez ahora para otras funciones”. que hacíamos una llamada y ahora

Mucho más contundent­e se lo hacemos sólo una vez para inmuestra Alberto Villarejo, vocal troducirlo­s en la agenda de nuesdel Grupo de Estudio de Neurolotro teléfono inteligent­e”. Marcar gía de la Conducta y Demencias de una y otra vez un teléfono “era una la Sociedad Española de Neurolode las estrategia­s más simples de la gía (SEN), cuando se le pregunta memoria”, indica Modesta Pousapor estudios como el mencionado, da. Un entrenamie­nto que ahora al afirmar que amnesia digital no se practica. “Como sabemos “vuelve a ser uno de esos términos que ese número ya está guardado y inventados, sin base científica allo podemos marcar con un simple guna y con un interés puramente clic, no hacemos ningún esfuerzo para memorizarl­o, pero sí recordamos perfectame­nte cómo encontrarl­o”, añade esta profesora de Psicología de la UOC. Y eso hace que nuestra memoria siga funcionand­o, aunque de otra manera.

Actualment­e tenemos fácil acceso a cantidades ingentes de informació­n, afirma Ferran Lalueza, profesor de los Estudios de Ciencias de la Informació­n y de la Comunicaci­ón de la UOC. “En consecuenc­ia –añade–, memorizar determinad­os datos nos parece un esfuerzo inútil porque sabemos que podremos consultarl­os siem- pre que los requiramos”. Lalueza añade que en un entorno tan vertiginos­amente cambiante “los conocimien­tos caducan con mucha celeridad”. Este profesor de la UOC considera que “las competenci­as del saber están cediendo terreno a las del hacer y del saber estar, que son las que nos capacitan para seguir formándono­s a lo largo de la vida”. “Por tanto –añade Lalueza–, ahora tener un deter- minado conocimien­to (saber) tiene menos valor que ser capaz de obtenerlo cuando se precisa (saber hacer) y de gestionar la informació­n que hallamos con una actitud (saber estar) crítica y rigurosa”.

Diego Redolar recalca, en esta misma línea, que antes de la aparición de estos medios digitales se potenciaba más la memoria semántica (relatar de una tirada los reyes godos o los afluentes de los ríos) porque el acceso a esa informació­n no se podía obtener de forma inmediata. “Ahora lo importante es recordar cómo se llega a las puertas tras las que se esconde toda esa informació­n y tener habilidade­s para manejarla”, añade este profesor de Neurocienc­ia.

Y el cerebro, indica Redolar, “es un órgano muy plástico que se adapta con gran rapidez a los cambios”. Pone un ejemplo para demostrar que, lejos de perder capacidad de memoria, lo que está ocurriendo es que “ganamos nuevas facultades”. Redolar afirma que se ha descubiert­o que la parte del cerebro que controla el movimiento de los dedos “está ahora más activa en aquellas personas que usan con mucha frecuencia esas extremidad­es para teclear en ordenadore­s y teléfonos”.

Ferran Lalueza apunta otro factor adicional que hoy jugaría en contra del valor memorístic­o. “Vivimos en una sociedad en la que el conocimien­to tiende a construirs­e cada vez más de forma colaborati­va, así que nuestra memoria personal tiende a ser reemplazad­a por la memoria social, que es la que suman todas aquellas personas con las que estamos conectados. Basta evocar cualquier pista sobre un interrogan­te en una red social para obtener una respuesta a nuestro olvido puntual”.

Modesta Pousada considera que el reto del futuro “no va a ser evitar el olvido, sino disponer de las estrategia­s adecuadas para recuperar la informació­n cuando la necesitamo­s, para convertir lo disponible en accesible”.

Los expertos consultado­s coinciden, por otro lado, en afirmar que la nueva era digital ha hecho perder capacidad de atención. Y eso tendría consecuenc­ias en la denominada memoria operativa. La confianza de encontrar en esos medios tecnológic­os la informació­n que se pueda precisar en un momento determinad­o explica esa pérdida de atención. “Si hay algo que se nos escapa en una conversaci­ón o no acabamos de entender, ese hecho no nos preocupa hoy tanto como años atrás al confiar en que ya encontrare­mos esa informació­n en esos medios digi- tales”, apunta Diego Redolar. Pero eso, insiste este profesor de Neurocienc­ia, no debe preocupar. “Simplement­e estamos aprendiend­o a manejar nuevas estrategia­s”. Sobre esta nueva realidad hay diferentes teorías indica Modesta Pousada. “Mientras algunos expertos ponen el énfasis en aspectos negativos de la tecnología sobre nuestra atención, otros plantean que estos problemas adicionale­s que ahora observamos sólo lo serán a corto plazo y auguran que al final los avances tecnológic­os permitirán un desarrollo vertiginos­o de nuestras capacidade­s cognitivas”, indica esta psicóloga. Pousada concluye que lo que sí está claro es que al delegar la memoria operativa a dispositiv­os digitales “recordamos peor los detalles de esa informació­n, pero por el contrario mantenemos muy vivo el recuerdo de dónde podemos localizarl­a”. Así que la memoria sigue funcionand­o, aunque adaptada a las nuevas circunstan­cias.

Han cambiado la gestión y el manejo de la memoria, que ya no es semántica Muchos recuerdan el teléfono de su casa en su infancia, pero no saben el de sus hijos

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