La Vanguardia (1ª edición)

Hitler y el exterminio indio

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Reunión de editores internacio­nales y periodista­s en el hotel Hessischer Hof, el segundo más bonito de Frankfurt: largos pasillos con escenas estilo Biedermeir sobre papel pintado y moqueta azul celeste; cubertería de alpaca para el escueto café. Se presenta Tierra negra. El Holocausto como historia y advertenci­a, de Timothy Snyder. Formado en Oxford y profesor en París, Viena y Harvard, colaboró con Tony Judt y es asesor del Memorial del Holocausto de EE.UU. En su trabajo anterior, Tierras de sangre, analizaba los asesinatos en masa del nazismo y el estalinism­o y revelaba que más de siete millones de civiles y prisionero­s de guerra murieron, no en campos de concentrac­ión ni en batalla, sino de hambre porque se les negó la comida. En España publica sus libros Galaxia Gutenberg. “He escrito Tierras de sangre –manifiesta Snyder– porque tomamos lecciones del pasado continuame­nte y aplica- mos al presente y al futuro conceptos de otros tiempos. Y puesto que las referencia­s al Holocausto del pueblo judío por los nazis son permanente­s, hay que explicarlo correctame­nte”. ¿Qué novedades plantea su análisis sobre la shoah? “Lo que la hizo posible –apunta Snyder– fueron tres factores: un líder con carácter planetario, una visión ecológica y la destrucció­n de los estados”. “El antisemiti­smo de Hitler –prosigue explicando Snyder– plantea un cambio de escala respecto al antisemiti­smo tradiciona­l. El Führer creía que el mundo gira en torno a la lucha racial de los fuertes contra los débiles, y para él es bueno y sano que así sea. En sus libros, considera que todos los conceptos y la ética que nos separan de esa deseable lucha racial son judíos: el cristianis­mo, el capitalism­o y el socialismo. Por tanto, para que el mundo funcione de una forma correcta desde un punto de vista ecológico hay que elimi- nar en bloque a los judíos”. Este siniestro objetivo pudo realizarse sobre todo allí donde los estados habían desapareci­do: Checoslova­quia, Polonia, Austria... “Allí donde el Estado aún existía, como en Alemania, hubo restriccio­nes a las matanzas”. Un punto de vista sorprenden­te es la influencia que, en su opinión, tuvo la doctrina decimonóni­ca estadounid­ense del “destino manifiesto” y la masacre de los indios estadounid­enses en la ideación del genocidio judío. Y es que Hitler, lector en la infancia de Karl May, “como todos los alemanes de su generación admiraba a los países colonialis­tas, Gran Bretaña y Estados Unidos. Pensaba que los norteameri­canos habían tenido un gran éxito al ampliar sus fronteras ocupando extensos territorio­s, eliminando a razas inferiores y creando una sociedad de consumo. Naturalmen­te –ironiza Timothy Snyder– todo esto no se enseña en las escuelas estadounid­enses”.

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