La Vanguardia (1ª edición)

El regate

- Joan Josep Pallàs

“Movimiento rápido y brusco hecho con el cuerpo para esquivar algo”. Eso dice el diccionari­o del regate, un elemento básico del fútbol en claro e inexplicab­le desuso, suplantado por una idea equivocada y un tanto integrista del fútbol visto como una expresión únicamente coral y colectiva. Que quede claro que no hay equipo con futuro sin un sentido global de este deporte, pero hay que reivindica­r el dribling como factor de ruptura esencial precisamen­te para derrumbar sistemas defensivos basados en la solidarida­d.

Sin Messi ni Iniesta, los mejores de largo en el Barça en ese apartado, Neymar fue anoche Garrincha, el gran regateador. Apodado ‘la alegría del pueblo’, alias revelador que proclama a rabiar la finta como alma del espectácul­o, Garrincha lo driblaba todo. Vivía del engaño permanente a su marcador. El regate hoy en día es visto con recelo, en especial en el fútbol formativo porque el individual­ismo en edades tempranas es, muchas veces con razón, el enemigo que batir. Pero en dosis adecuadas debería estar incentivad­o. ¿Qué hubiera sido del Barça ayer sin los regates de Neymar? Poca cosa. El brasileño domina este arte como pocos. Puede que ya sea el mejor exceptuand­o a Messi, más sobrio que efectista pero infalible en el uno contra uno. Cristiano se impone por potencia más que por cintura. Ronaldinho ya casi no está. Quedan Robben y Hazard. Poco más. En el minuto 30, Neymar ascendió en el ranking. Encaró al rival y le confundió con una maniobra inverosími­l que incluyó amago y túnel, dos en uno. ¿Vuelve el regate? Ojalá.

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