La Vanguardia (1ª edición)

El gran provocador

Cuando el equipo más lo necesitaba, Neymar se encumbra remontando y fabricando hasta cuatro claros penaltis

- CARLES RUIPÉREZ Barcelona

Fuegos artificial­es, le quisieron infravalor­ar cuando llegó a Barcelona. Se pierde en ser más estético que práctico, le acusaron después de un primer año en el que los resultados no salieron. Debe centrarse en el fútbol, le aleccionar­on. Le marcaron como frívolo. Se metieron con su físico, delgado. No gustaban sus peinados. Provocador, le han llamado. Le tacharon de incitador. Exagerado, le pusieron la etiqueta. Eso no se lleva en Europa. Instigador, le recriminar­on los jugadores del Athletic en la final de la Copa del Rey cuando intentó una lambretta ante el joven Bustinza, tan joven como él. Se fueron a por él por fanfarrone­ar, por querer arrancar los “ohhh” de la grada y, claro, las visitas en YouTube. Pero habrá un antes y un después de la concepción del mundo futbolísti­co de Neymar da Silva Santos Junior tras la noche del 17 de octubre del 2015.

Los cuatro goles al Rayo Vallecano difuminaro­n cualquier atisbo de duda que quedase después de los 39 tantos de la temporada del triplete. Sin Messi, con Luis Suárez tocado y con el Barcelona perdiendo después del gol de Javi Guerra, Ney entendió que le tocaba a él. No se escondió, no se parapetó en los problemas con la justicia, dio la cara y pidió la pelota hasta ganar el partido él solito. Al brasileño le encanta el póquer. Con un póquer de goles rara vez se pierde una mano.

Provocador, sí, y a mucha honra, de cuatro penaltis, de los que sólo le pitaron dos. Exagerado, también. Como las dos amarillas que forzó a Rat y Llorente. Arrogante, por supuesto, así debe ser un jugador que lanza dos penas máximas en menos de diez minutos y las transforma sin coger carrerilla y cambiando de lado el disparo al portero. Desde el 2010 un jugador de la Liga no anotaba dos goles desde los 11 metros. Entonces fue Negredo. Desmedido fue el espectácul­o que dio en la primera parte. El Camp Nou creyó ver a Neymaldinh­o, con más veneno aún, si cabe, con 62 dianas en sus 101 partidos de blaugrana.

Algo parecido hizo en Sevilla, pero entonces la mala puntería, Sergio Rico, los postes y la falta de suerte hicieron que tuviese que esperarse dos semanas para tener ese reconocimi­ento. Y no es la primera vez que bate cuatro veces al portero. Sino la cuarta. Lo repitió en un amistoso con Brasil contra Japón en el 2014 y en el Santos ante el Unión Barbarense en la copa brasileña del 2013 y el Atlético Paranaense en la liga de su país en el 2011.

En su día Paco Jémez hizo que a Arbilla se le saltasen las lágrimas en el banquillo cuando le sustituyó antes del descanso. Que ayer Nacho, el marcador de Neymar, llegase a la media parte sólo puede considerar- se un misterio. Pero lo cierto es que ya no salió del vestuario. Normal. Estaba fuera del partido. Muy lejos del Camp Nou. El brasileño lo sacó de órbita. Lo mareó cada vez que encaraba. Lo bailó de tal manera como el bailarín Ney aprendió en la Bateria de Río Grande donde estuvo el fin de semana pasado. Bicicleta y caño cambiándos­e la pelota de pierna en la misma jugada. Pura samba. Movimiento infernal para el que lo sufre, para el que no lleva la iniciativa. Como la capoeira, Neymar es danza y lucha, regate y gol, espectácul­o y rendimient­o, diversión y victoria. Por eso, rescató de nuevo al equipo en la segunda parte. Y ya es pichichi.

CUATRO GOLES POR CUARTA VEZ Ya había firmado un póquer contra Japón, y en el Santos, ante el Unión Barbarense y el Atlético Paranaense

UN ESPECTÁCUL­O El brasileño es samba y diversión, pero también capoeira, danza, lucha y rendimient­o

 ?? CÉSAR RANGEL ?? Neymar, con tranquilid­ad y seguridad, se dispone a transforma­r uno de los dos penaltis que le señalaron y chutó contra el Rayo
CÉSAR RANGEL Neymar, con tranquilid­ad y seguridad, se dispone a transforma­r uno de los dos penaltis que le señalaron y chutó contra el Rayo

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