Estupor y sospechas
Alemania se duele por el escándalo en torno al Mundial 2006
Después del estupor y la incredulidad por los motores trucados de Volkswagen, a Alemania le toca ahora lidiar con otra consternación nacional: la sospecha de que el Mundial 2006 se organizó en este país gracias a sobornos. Las informaciones publicadas por el semanario Der Spiegel –ayer en su edición en papel, tras un avance en digital el viernes– han dejado estupefacta a una sociedad que vibró con el fútbol ese año como nunca antes. Fue el mayor acontecimiento feliz en la Alemania unificada después de la caída del muro de Berlín en 1989, según general interpretación. Tanto es así que fue bautizado por la prensa germana como Sommermärchen, cuento de verano, un cuento maravilloso, porque en alemán Märchen significa más cuento de hadas que cuento a secas.
Por eso, las portadas de los diarios de ayer estaban llenas de signos de interrogación (pues las “graves denuncias” de Der Spiegel –así las definió la FIFA el viernes– permanecen oficialmente en el terreno de la sospecha) y de alusiones a ese cuento que parece haberse roto, con acompañamiento de fotos de la época en las que se ve a aficionados radiantes envueltos en la bandera alemana. Porque ese fue otro hito: arroparse finalmente en la enseña tricolor después del nefasto papel desempeñado por Alemania en la historia del siglo XX, y llamar al país cada vez más por su nombre en lu- gar de con el socorrido Bundesrepublik (república federal).
“¿El Mundial 2006 se compró?”, blandía en portada el tabloide Bild, el más leído del país, preguntándose: “¿Compramos con corrupción nuestro cuento de verano?”. También tituló con pregunta el diario berlinés Der Tagesspiegel (“Cuento de verano 2006: ¿En realidad todo fue comprado?”), como el Frankfurter Allgemeine, que en portada planteaba: “¿Corrupción en la adjudicación del Mundial de fútbol 2006?”, y dentro no se resistía a titular: “¿El cuento comprado?”. También el Hamburger Morgenpost se interrogaba en primera plana: “Mundial 2006: ¿Nuestro cuento de verano fue comprado?”.
Según Der Spiegel, así fue. La revista sostiene que el entonces jefe de Adidas, el fallecido Robert Louis-Dreyfus, donó al comité de la candidatura germana 10,3 millones de francos suizos (unos 6,7 millones de euros) antes de la adjudicación del torneo en el año 2000, y que ese dinero se usó para comprar votos en la FIFA de cuatro delegados asiáticos. La Federación Alemana de Fútbol (DFB) lo niega, pero admite que hubo un pago de 6,7 millones a la FIFA para actividades culturales que no se celebraron, mientras a la revista le consta que a Louis-Dreyfus le fue devuelto el dinero por medio de una pirueta financiera.
De visita oficial en Irán, el ministro de Exteriores, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, pidió a la DFB que emprenda lo antes posible una investigación interna. “Es en interés del deporte, en interés del fútbol, y es también en nuestro común interés”, afirmó Steinmeier. Sus palabras sonaron muy similares a las pronunciadas por la canciller, Angela Merkel, y otros ministros del Gobierno cuando, viendo peligrar el buen nombre de la industria made in Germany, reclamaron a Volkswagen ya el primer día que investigara a fondo el trucaje antipolución en sus vehículos.
De hecho, en un mordaz editorial, el diario muniqués Süddeutsche Zeitung razonaba así: “Ese cuento de verano que hasta hoy despertaba en el mundo el recuerdo del nacimiento de una Alemania acogedora y abierta al mundo tendrá en el futuro la misma reputación que un coche diésel de Volkswagen”. Estupor y sospechas ahí siguen.
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