La Vanguardia (1ª edición)

Un gigante en retirada

Paul O’Connell ha jugado su último partido con la selección de Irlanda

- RAFAEL RAMOS

Irlanda se ha quedado sin su mejor jugador, sin su líder y sin un gigante tanto fuera como dentro del campo. En el más cruel de los campeonato­s del mundo (21 lesionados por el momento, suma y sigue), ninguna víctima tan notable como la de Paul O’Connell, el lock de Munster, que acababa de firmar un contrato de dos años con el Toulon francés. Su carrera a nivel internacio­nal se ha terminado, a nivel de club está por ver, porque a los 35 años uno no se recupera tan fácilmente de una rotura de ligamentos.

O’Connell, 108 veces internacio­nal irlandés y 28 veces capitán de la selección, aspiraba a abandonar el primer plano por todo lo alto, en una semifinal o final del Mundial, y disfrutar el resto de su carrera en el clima benigno de la Costa Azul. Pero las cosas raramente salen como uno las planea. Tendrá que seguir el resto del campeonato en muletas, intentando inspirar a sus compañeros en el vestuario y desde la grada. Para empezar, en el complicado partido de hoy contra los Pumas argentinos, que históricam­ente le tienen tomada la medida a Irlanda en una rivalidad de la que saltan chispas.

Natural de Limerick en la costa oeste de Irlanda (el escenario de la novela y la película Las cenizas de Ángela), el grandullón O’Connell se dedicó de niño a la natación antes de ser captado para el rugby. Aunque ha jugado 17 partidos en Mundiales, se ha pasado la mayor parte de su carrera a la sombra de otro gigante, Brian O’Driscoll. Tan sólo su jubilación hace un par de años le abrió las puertas a la capitanía indiscutid­a de la selección, y al reconocimi­ento que se merece por su brillantez y su esfuerzo.

Jugador íntegro y honesto donde los haya, duro como lo demuestran las ocho tarjetas amarillas con que le han obsequiado los árbitros, O’Connell siempre ha estado dispuesto al combate, y ha exigido lo mismo de quienes juegan a su lado. Feroz en la melé y en el maul, pocos contemporá­neos (con la posible excepción del sudafrican­o Victor Gatland) han dominado con su autoridad los lanzamient­os de touche. Retraído y nada fanfarrón en su vida privada, incluso un poco reticente a estar en el ojo público, se transforma en la intimidad del vestuario. Antes del último partido contra Francia, en el que Irlanda se garantizó quedar campeón de grupo y evitar a los All Blacks en los cuartos de final, hizo llorar a sus compañeros exhortándo­les a darlo todo por la victoria. “Es un líder nato que nunca se repite, siempre dice cosas distintas y originales, respetado y temido a la vez”, cuenta otra leyenda de la isla esmeralda, Ronan O’Gara.

Fanático de la más meticulosa preparació­n y bastante hipocondri­aco, la mayor ofensa que se le puede hacer a O’Connell es beber de su botella de agua y transmitir­le los gérmenes, como a lo largo de los años ha descubiert­o algún compañero. Y aunque Paulie sea más bonachón de lo que sugiere su imponente presencia, despertar la ira del monstruo de Limerick es una apuesta muy, pero que muy peligrosa.

Lo mismo dentro como fuera del terreno de juego, O’Connell ha tenido siempre un gran sentido de lo que está bien y de lo que está mal. Responsabl­e, con los pies bien anclados en la tierra y un fino sentido del humor muy a la irlandesa, amigo de las bromas ocasionale­s, no ha abusado de su agresivida­d y de su fuerza más de lo estrictame­nte necesario, aunque algunos árbitros y rivales podrían tal vez discrepar. Es un líder nato, imposible de reemplazar para Irlanda. Ocupar su sitio sin que se note la ausencia es la tarea de Iain Henderson, el lock de Ulster.

Debutó con la selección en febrero del 2002 anotando un ensayo en un partido del Seis Naciones contra el País Gales, pero no recuerda nada de ello porque sufrió una severa contusión. El dragón galés siempre se ha interpuest­o en su camino, y casi siempre ha conseguido doblegarlo, como en la victoria por 17-15 en Cardiff para rematar el Grand Slam en el 2009. Con Munster ha ganado dos veces la Heineken Cup, pero su momento estelar fue en la histórica gira en el 2007 de los British Lions por Sudáfrica.

Los springboks también han perdido por lesión a su capitán Jean de Villiers, y seleccione­s como Gales tienen razones para lamentarse de la mala fortuna de las lesiones. Pero O’Connell se habría merecido más que nadie un final apoteósico.

LA ANÉCDOTA Más bonachón de lo que podría parecer, lo único que no perdona es que alguien beba de su botella de agua

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STU FORSTER / GETTY Paul O’Connell se rompió los ligamentos en el partido contra Francia del pasado domingo

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