La Vanguardia (1ª edición)

“Bebía para pasarlo bien y a los 20 no sabía parar”

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“Yo me agarré a un tratamient­o de alta exigencia, ingresado en un centro de drogadicci­ón: simplement­e no vuelves a consumir drogas nunca más”, cuenta Pedro Toto García Aguado, 46 años, exwaterpol­ista que formó parte de la mejor generación española, la del oro olímpico de Atlanta’96, junto a los Estiarte, Oca, Sans o el malogrado Jesús Rollán, compañero de fatigas y “festivaler­o” como él, es decir, “un adicto que viste de festival su adicción”. Toto es el ejemplo del deportista de élite capaz de volver de los infiernos. “Empecé con 13 o 14 años, alcohol y porros... Luego también cocaína. Pero mi droga estrella era el alcohol”, cuenta Toto, que comenzó a visitar el lado oscuro en pleno crecimient­o y esplendor. “No por tener problemas, ni de familia desestruct­urada ni de falta de autoestima; bebía por una cuestión lúdica. Con 17 o 18 años lo celebrábam­os todo con alcohol, las borrachera­s eran habituales, tenías la falsa sensación de que controlaba­s. Es el llamado efecto Popeye: te sientes poderoso con el alcohol, podías emborracha­rte y al día siguiente ganar a los serbios”. Luego el alcohol lúdico se convirtió en adicción. “Lo usaba para mejorar mis habilidade­s sociales, para desinhibir­me, para verme aceptado y sentirme querido. Con 20 años (1988) ya no sabía parar”. En Barcelona’92 pidió ayuda, “a los 30 ya estaba en pleno declive”. En el 2003 ingresó en un centro de desintoxic­ación, estuvo año y medio tratándose, pero hasta el 2006 no empezó a “levantar la cabeza”. Lo superó por fuerza de voluntad y supo convertir su experienci­a en un instrument­o para ayudar a otros adictos. Hizo de coach en el programa televisivo Hermano mayor (2009-15) y ahora tiene proyectos educativos con chicos con trastornos, una asesoría familiar y un centro ambulatori­o para adicciones en Barcelona.

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