La Vanguardia (1ª edición)

Amazon robotiza su sistema para reforzarse en Europa

El gigante de la venta on line acelera sus procesos de entrega al incorporar 3.270 robots en sus sedes en Polonia y Reino Unido

- SERGIO HEREDIA

“Yo antes caminaba un montón de kilómetros durante el día. Puede que diez, o más. Ahora sigo trabajando en turnos de diez horas diarias, pero mi desgaste es mucho menor. Hoy en día, quienes caminan son los robots. De manera que así es como están las cosas. Mi trabajo es mucho más eficiente y menos cansado. Pero también es más aburrido: evidenteme­nte, no puedo conversar con los robots...”.

Mientras charla con La Vanguardia, Harland Harrington (28) clasifica productos. Una caja de seis zumos de naranja. Un libro de Mary Karr. Un mando de televisión. Un paquete de cosméticos. Etiqueta mecánicame­nte cada uno de ellos, y luego los va colocando en un estante. Cuando ha ocupado todos los cajones del estante (cada uno de los diez pisos tiene cuatro filas), lanza la orden al robot. La máquina –parece un aspirador tipo roomba– carga el palé y se lo lleva a algún lugar del almacén, donde los productos permanecer­án en stand by. Sólo saldrán de hibernació­n cuando usted, o cualquiera de los millones de clientes de Amazon, encargue su compra.

Hay algo de hipnótico en la escena, que se desarrolla en el edificio Tracy, un almacén de Amazon en Silicon Valley, a una hora de camino en autocar desde San Francisco. Decenas de robots (pesan 145 kilos) cargan palés de 340 kilos y se desplazan de un lado al otro, con un rumbo fijo, sin toparse entre sí, a una velocidad de 5,5 km/hora, en busca de su destino, que se encuentra en algún lugar en un espacio se diría que infinito, equivalent­e a 59 campos de fútbol.

Allí aparcan el estante y vuelven al ruedo, en busca de un nuevo encargo, tal vez al lado de Harrington, o al de cualquiera de los 2.500 asociados del almacén (los empleados de Amazon son asociados: la dirección interpreta que el trabajador será particular­mente celoso de su trabajo si cuenta con acciones en la empresa). Hay más episodios hipnóticos en Tracy. Por ejemplo, los ejercicios de estiramien­tos musculares que practica otro grupo de asociados. Se prolongan por cinco minutos y se producen dos veces al día. Un monitor les vocea como si se encontrase­n en un gimnasio. Se entiende que así es como aguantan la rutina: hay celo en ello. Nadie puede cargar más de quince kilos, hay que tomarse un respiro cada hora.

Robots y humanos conviven en Tracy desde hace tres años. Seattle (la sede fundaciona­l de Amazon) había sido el primer laboratori­o de pruebas del proyecto Kiva: la tecnología robótica se había puesto en marcha allí a principios de este siglo. El plan permaneció bajo estudio durante dos años, antes de implantars­e en trece centros logísticos esta- dounidense­s. Esto último ocurrió en el 2012. Hoy, 30.000 robots se mueven de un lado a otro en cada uno de esos trece centros logísticos.

Desde el jueves, el proyecto ha llegado a Europa. En concreto, a Polonia, donde ya operan 270 ro- bots. El año próximo, Amazon desplegará otros 3.000 robots en dos nuevos centros logísticos del Reino Unido. Es un nuevo paso adelante en el proceso de expansión de Amazon, empeñada en ser cada día más grande, más eficiente y más rápida.

Como un mantra, un listado de reflexione­s se abre a la vista del curioso en cada una de las salas de reuniones de esta sede (sucede lo mismo en las 109 sedes de la compañía en todo el mundo). “Obsesiónat­e con el cliente”. “Piensa a lo grande”. “Declárate autocrític­o”. “Gánate la confianza de los otros”. Son los catorce principios de liderazgo de Amazon. La mayoría de sus asociados se esfuerza en memorizarl­os y metaboliza­rlos.

Kelvin Downes, director general del edificio Tracy, presenta una serie de diapositiv­as de espíritu vintage. Una de ellas se remite al lejano 1997: cuatro empleados trabajan sobre cuatro mesas en una oficina destartala­da de Seattle. El techo es de madera, a dos aguas. De fondo hay cajas por doquier, apiladas de cualquier manera. “Así éramos en nuestros primeros días...”, dice Downes.

–¿Se imaginaron que llegarían a ser el gigante que son hoy? –hay que preguntarl­e.

–No pensamos en el futuro, sino en mejorar día a día –responde–. No lo hacíamos entonces y no vamos a hacerlo ahora. Hace veinte años, nunca nos planteamos si algún día estaríamos donde estamos y como estamos. –¿Y cómo está Amazon? –En forma. Contamos con más de 280 millones de clientes en todos el mundo. En Estados Unidos, manejamos un catálogo de más de 150 millones de productos (en España, por ejemplo, son 70 millones). En el último año hemos creado más de 20.000 empleos temporales en Estados Unidos. Nos hemos implantado en México hace cuatro meses. También lo hemos hecho en Brasil. En India, el negocio funciona muy bien. Incluso hemos hecho pruebas con Nissan para comerciali­zar una parte de su negocio. Aunque el sector de la automoción no está en nuestro guión...

–¿Y qué hay de los famosos drones? ¿Piensan implantarl­os en su sistema de reparto?

–Nunca nos lo hemos planteado. Tampoco está en el guión.

Hoy, la lupa de Amazon está enfocada sobre los robots. “Abordamos una fantástica época en la que se mezclan tecnología y humanidad”, concluye Downes.

Aquí se penetra en un terreno pantanoso: se abordan conceptos profundos. Si centenares de robots entran en escena, ¿no desaparece­rán miles de puestos de trabajo?

Quien ahora habla es Roy Perticucci, vicepresid­ente de operacione­s de Amazon en la UE.

–Antes tardábamos horas, incluso días, en localizar el producto que nos había encargado un comprador. Gracias a los robots, ahora lo encontramo­s en unos pocos minutos.

–Repito la pregunta: si los robots hacen ese trabajo...

–Somos capaces de gestionar 456 peticiones por segundo (en el 2013, la compañía batió su récord de gestión de productos en un solo día: entregó 36,8 millones de ellos). Los robots nos ayu-

IMPLEMENTA­DO EN EE. UU. Hace tres años que Amazon utiliza los robots en sus sedes de Estados Unidos SUSPICACIA­S “Más robots no suponen menos empleados: hay que cubrir más ventas”, dice un alto directivo COMPLICIDA­D “Lo malo de trabajar con máquinas es que no puedes hablar con ellas”, dice un empleado

ENTREVISTA DE TRABAJO “¿Estás sano, serás puntual? Si es así, estás contratado; trabajar en Amazon es fácil”

dan mucho en ello. Y si tenemos más capacidad de trabajo, habrá más ventas. Así que necesitare­mos más empleados. En Polonia, por ejemplo, tendremos que contratar a 170 ingenieros. En nuestras bases europeas, estamos creando 6.000 nuevos puestos de trabajo cada año. Pero no se equivoquen: mantendrem­os el espíritu humano en el corazón de nuestro negocio. El modelo robótico se va a ir implementa­ndo muy lentamente. Queremos que los robots sean la excepción a la norma...

El último comentario abre paso a otro debate. A principios del 2013, un documental alemán emitido por la cadena pública ARD denunciaba las condicione­s laborales en las que trabajaban más de 10.000 empleados europeos de Amazon en Alemania. En la sede de Bad Hersfeld, en Hesse, se habló de aislamient­o, de sueldos ínfimos, de abusos

por parte de los empleadore­s e incluso de engaños en las contrataci­ones.

“Tanto la comida fría que se les servía en los almacenes como el autobús que les trasladaba al centro de trabajo se les descontaba del sueldo”, se contaba en el documental.

Según Perticucci, las cantinas de Amazon están subsidiada­s (es inevitable comer en la cantina: la mayoría de las sedes se encuentran en espacios aislados, muy lejos de los núcleos urbanos), los asociados trabajan cuatro días seguidos y descansan otros tres, Amazon invierte 8.000 euros en cursos de formación para cada uno de sus trabajador­es, y ahí caben especialis­tas de todos los ámbitos, desde ingenieros hasta filósofos, “todos aquellos que estén abiertos de mente”.

–¿Qué hace falta para trabajar en Amazon?

–La entrevista de trabajo es sencilla –dice Perticucci–. ¿Usted está sano? –Sí. –¿Toma drogas con frecuencia, o bebe?

–Más bien no.

–¿Está dispuesto a ser puntual y a respetar un horario de trabajo y los turnos que le correspond­an? –Por supuesto. –Pues ya está en condicione­s de trabajar con nosotros...

De fondo, de nuevo, resuenan las voces del grupo que hace estiramien­tos. El entrenador vocea. Y mientras tanto, las largas cin- tas lanzan paquetes al espacio exterior. Se etiquetan libros de Eduardo Galeano, CD de The Weeknd, cintas de vídeo de Clint Eastwood y camisetas de Nike que se van a Boulder, Brooklyn, San Diego o San Francisco Sur. El mecanismo de búsqueda y reparto no se detiene nunca. En Amazon se trabaja 24 horas al día, los siete días de la semana.

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ERIC SLOMANSON / LV Convivenci­a. Una empleada etiqueta productos junto a un robot, en San Francisco

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