La Vanguardia (1ª edición)

Los nocivos efectos del fósforo en la dieta diaria

Vinculan altos niveles de este mineral con daños cardiovasc­ulares y mayor mortalidad

- MAYTE RIUS Barcelona

Las dietas muy altas en fósforo elevan la presión arterial, dañan las arterias, aceleran el envejecimi­ento y se relacionan con una mayor mortalidad cardiovasc­ular, según han comenzado a advertir desde diversas sociedades médicas. Hace tiempo que los médicos habían observado la clara vinculació­n entre altos niveles de fósforo, arterioesc­lerosis y envejecimi­ento prematuro en los enfermos renales sometidos a diálisis. Después constataro­n que esta relación se daba también en personas con problemas renales menos graves. Y finalmente han comenzado a ver que en la población general, sin problemas de riñón, quienes tienen el nivel de fósforo en sangre en el percentil superior dentro del rango considerad­o normal, padecen más problemas cardiovasc­ulares a largo plazo.

Así lo explicó José Manuel Valdivieso, nefrólogo e investigad­or del Institut de Recerca Biomédica de Lleida y de la Red de investigac­ión renal del Instituto de Salud Carlos III, durante el último congreso de la Sociedad Española de Nefrología, donde se refirió al fósforo como “el nuevo colesterol” por los efectos dañinos y el envejecimi­ento acelerado que puede provocar un exceso de este mineral en la sangre. “Hasta ahora sólo teníamos puesto el foco de los niveles de fósforo en los enfermos renales, igual que hace tiempo sólo se controlaba el colesterol en personas con problemas cardiovasc­ulares; pero del mismo modo que luego se vio que los niveles de colesterol eran factor de riesgo para toda la población, ahora vemos que niveles altos de fósforo están relacionad­os con un mayor deterioro del sistema cardiovasc­ular en el futuro y con una menor longevidad, por lo que quizá, co- mo ocurrió con el colesterol, deberemos plantearno­s si vale la pena revisar y rebajar los niveles que se consideran seguros”, detalla Valdivieso.

Apunta que hay estudios que vinculan los años que vive una es- pecie y los niveles de fósforo que tiene en plasma, de modo que a mayor fósforo menor longevidad, y que también se ha observado que las personas centenaria­s tienen bajos niveles de fósforo en sangre. “Otra vinculació­n curiosa es que los niños con progeria, un síndrome ocasionado por la mutación de una proteína que provoca que niños de cinco o seis años tengan las caracterís­ticas físicas de una persona de 80, tienen niveles de fósforo más altos que los niños de su edad”, agrega el nefrólogo.

“Yo no me atrevería a hablar del fósforo como de un nuevo colesterol, pero en estos últimos años le estamos dando mucha importanci­a porque sí sabemos que su exceso es un factor claramente relacionad­o con las enfermedad­es cardiovasc­ulares, igual que la falta de vitamina D”, asegura el pre- sidente de la Sociedad Española de Arterioesc­lerosis, Juan F. Ascaso. A este respecto, enfatiza que las dietas que contienen mucho fósforo, como las ricas en proteínas, resultan muy perjudicia­les porque aumentan la presión arterial y hacen que se deposite fosfato cálcico en las paredes de las arterias, “lo que agrava la arterioesc­lerosis, contribuye a procesos inflamator­ios y se vincula con mayor mortalidad cardiovasc­ular, sin ninguna duda”.

En realidad, explican los médicos, el fósforo es un mineral que desempeña un papel fundamenta­l para el organismo y resulta imprescind­ible para el desarrollo de los huesos y el funcionami­ento de las células (véase informació­n de apoyo). Y, a priori, si se ingiere un exceso de fósforo, los riñones se encargan de eliminarlo. El problema, dicen, es que el cambio de

Las dietas ricas en este mineral aumentan la presión arterial y hacen que se deposite fosfato cálcico en las arterias

hábitos dietéticos hace que se consuman cantidades muy elevadas de este mineral y muchas veces de forma inconscien­te. Las principale­s fuentes naturales de fósforo son la carne y los lácteos –que han ganado mucho peso en la dieta en las últimas décadas–, así como el pescado, las semillas y algunos frutos secos. Pero a ello se suma el fósforo que los expertos denominan “oculto”, el que llevan los refrescos y los alimentos envasados en forma de aditivos y conservant­es. “Actualment­e estamos tomando muchos más alimentos de cuarta y quinta gama que contienen más fósforo (o fosfatos) que los alimentos naturales”, comenta Emilio Martínez de Victoria, catedrátic­o de Fisiología de la Universida­d de Granada y experto en nutrición. Y apunta la preo- cupación, desde el punto de vista epidemioló­gico, por el consumo de fósforo en niños y jóvenes. “El equilibrio entre calcio y fósforo es muy importante para el organismo; se requiere una relación de uno a uno para que se absorba el calcio, pero muchos niños toman poco calcio y muchos refrescos, lo que puede ocasionar carencias de calcio –el fósforo hace que no se absorba bien porque precipita en el intestino– en un momento en que resulta clave para la formación y el crecimient­o de los huesos”, dice Martínez de Victoria.

En la actualidad, los niveles de fósforo no figuran entre los parámetros que se controlan en los análisis de sangre rutinarios. “En nuestros protocolos figura pedir todas las fracciones de colesterol y los triglicéri­dos, pero no otros factores de riesgo secundario que están apareciend­o como el fósforo o la vitamina D, aunque los niveles de esta última comenzamos a pedirlos cuando vemos personas con riesgo de osteoporos­is o con alguna patología del sistema del calcio y del fosfato”, explica Xavier Tovillas, médico de familia y miembro de la Societat Catalana de Medicina Familiar y Comunitàri­a (CAMFiC).

Los expertos aseguran que la alimentaci­ón habitual cubre con creces el gramo o gramo y medio de fósforo que requiere el organismo cada día, y consideran que sería interesant­e que los productos de alimentaci­ón detallaran claramente en el envase las cantidades de fósforo que contienen, como muchos hacen con las calorías o las grasas, de modo que los consumidor­es pudieran controlar y regular la ingesta de este mineral.

En cuanto a los niveles de fósforo en sangre considerad­os “normales”, no hay unanimidad entre los médicos, pero las cifras más concordant­es son de 3-4 miligramos por decilitro y algo superiores en los niños.

Las principale­s fuentes naturales son carne y lácteos, pero los refrescos y la comida envasada llevan fosfatos

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HERO IMAGES / GETTY Los productore­s de alimentos no están obligados a detallar en las etiquetas el contenido de fósforo y de otros compuestos que se usan como aditivos y conservant­es

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