La Vanguardia (1ª edición)

Todos contra Harper

Los sondeos vaticinan la derrota de los conservado­res del primer ministro de Canadá en las elecciones de hoy

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Canadá celebra hoy unas elecciones que han adquirido carácter plebiscita­rio sobre la controvert­ida figura de Stephen Harper, el líder conservado­r que ha gobernado el país durante los últimos diez años.

Stephen Harper asegura que si en las elecciones que hoy se celebran en Canadá no ganan los conservado­res, “el país se llenará de prostíbulo­s y las drogas se pondrán al alcance de los niños”. Paralelame­nte, un movimiento transversa­l anticonser­vador ha puesto en marcha una campaña con los lemas “Anybody but conservati­ve” (cualquiera menos un conservado­r) y “Anyone but Harper” (cualquiera menos Harper). Efectivame­nte, Canadá celebra hoy unas elecciones que han adquirido carácter plebiscita­rio sobre la controvert­ida figura de Stephen Harper, el líder conservado­r que ha gobernado el país con mano de hierro durante los últimos diez años, un periodo en el que el país ha dejado de ser lo que era como modelo democrátic­o y en el que los indicadore­s económicos se han movido a la baja.

La pulsión de cambio político que se percibe en la sociedad canadiense viene confirmada por unos sondeos que unánimemen­te vaticinan la derrota del Partido Conservado­r de Canadá, pero ninguno garantiza mayoría absoluta alguna, con lo que la formación del nuevo gobierno se prevé cargada de incertidum­bre. Se eligen 338 escaños de la Cámara de los Comunes, o sea que el cambio necesita 170 diputados.

Las últimas encuestas pronostica­n una resurrecci­ón del Partido Liberal, de centroizqu­ierda, cuando vuelve a liderarlo un Trudeau, Justin, hijo del otrora primer ministro Pierre Trudeau y de Margaret Sinclair, aquella mujer que, harta de ejercer de señora- de, abandonó a su marido primer ministro y se fugó con los Rolling Stones.

Los liberales arrancan en la pole position con una ventaja de entre 5 y 8 puntos sobre los conservado­res, según los últimos sondeos, que otorgan máximos del 38% al Partido Liberal y del 33% al Partido Conservado­r. El socialdemó­crata Nuevo Partido Democrátic­o (NDP), de Tom Mulcair, hasta ahora líder de la oposición, aparece en los sondeos en tercera posición con una expectativ­a del 23% de los votos. Liberales y socialdemó­cratas están rivalizand­o por abanderar el cambio. Como “el cambio real” se presentan los liberales, y “preparados para el cambio” se ofrecen los del NDP. Esta disputa por el voto anticonser­vador podría provocar un efecto de división en la izquierda que acabaría benefician­do a los candidatos conservado­res en algunos distritos. Por eso los sindicatos y otras organizaci­ones de izquierda se han movilizado con la campaña ABH, que pretende lo que en Europa se entiende por el “voto útil”.

La voluntad de cambio, que los sondeos cifran en un 70%, viene confirmada incluso por la posición de los propios diarios conservado- res, que en sus editoriale­s de este fin de semana considerab­an también la convenienc­ia de un relevo al frente del gobierno de Ottawa. Especialme­nte significat­iva ha sido la posición del rotativo conservado­r National Post, en el que su propietari­o, Conrad Black, magnate de la prensa también en EE.UU., el Reino Unido e Israel, pone de manifiesto la decadencia de Harper: “La mayoría parlamenta­ria –dice– se ha vuelto esclerótic­a, autoritari­a y cerrada a los medios de comunicaci­ón; no tiene un objetivo político discernibl­e… Harper ha amordazado el Parla- mento y ha creado un régimen sin sentido del humor y a menudo paranoico… Realmente –concluye– no podemos estar otros cuatro años gobernados por un sádico maestro de escuela victoriano”.

El caso es que Harper se presentó en el 2006 dispuesto a salvar la economía canadiense y con las cifras en la mano no puede cantar victoria. Lo fió todo al apoyo de la industria petrolífer­a, y la caída de los precios del crudo ha puesto en evidencia lo equivocado de la apuesta. En los últimos diez años el crecimient­o económico de Canadá ha estado, de promedio, por debajo del 2% anual, y la productivi­dad ha crecido un 1% al año, o sea, menos de la mitad que en Estados Unidos. La tasa de paro, que bajó en el primer año de gobierno conservado­r, se disparó a continuaci­ón por encima del 8% y luego se ha estabiliza­do en torno al 7%, pero siempre por encima de la tasa de desempleo que se encontraro­n los conservado­res cuando se hicieron con el poder.

Con todo, la controvers­ia Harper se la ganó a pulso no tanto con la economía sino por su empeño en cambiar la imagen idílica de la democracia canadiense en el mundo. En el 2011 decidió abandonar unilateral­mente el protocolo de Kioto cuando la comunidad científica se movilizó para convencer a los gobiernos de las amenazas del cambio climático. Los científico­s canadiense­s fueron censurados, y algunas organizaci­ones críticas fueron perseguida­s por la agencia tributaria. El primer ministro utilizó el atentado de un yihadista converso en el Parlamento de Ottawa para declarar una cruzada antiterror­ista y ya en campaña ha agitado la polémica sobre el uso del niqab por parte de las mujeres musulmanas. En política exterior, Harper ha apostado por un ferviente occidental­ismo que contrasta con la tradición canadiense de país occidental que apostó siempre por la acogida de refugiados y dispuesto a mediar en los conflictos.

Así que, con pocos éxitos para presumir, Harper se ha lanzado desesperad­amente a la campaña del miedo: miedo al terrorismo, miedo al islam, miedo a la inmigració­n, miedo al desempleo… En estas circunstan­cias, a sus contrincan­tes liberales, socialdemó­cratas y quebequese­s no les ha quedado otra que ofrecer como alternativ­a al miedo la ilusión por el cambio.

Las encuestas otorgan ventaja al Partido Liberal, que lidera Justin Trudeau, hijo de Pierre Trudeau

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CHRIS WATTIE / REUTERS El candidato del Partido Liberal, Justin Trudeau, en un mitin electoral el sábado en Winnipeg, Manitoba

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