Psicothriller futurista
José Carlos Somoza, que publica ‘Croatoan’
José Carlos Somoza publica Croatoan, una novela que narra la propagación por todo el mundo de una extraña pulsión asesina entre la gente al tiempo que los animales se comportan de forma suicida.
Su título responde a un hecho real, un recuerdo para aquellos 120 habitantes del poblado americano de Roanoke que, en 1590, desaparecieron sin dejar rastro. A la entrada del pueblo, grabada sobre el tronco de un árbol se encontró grabada una única palabra: Croatoan. Bajo esa seña se forja el psicothriller de Somoza, que cuenta con ingredientes de todo tipo: suspense, terror, contemporaneidad, amor y desamor, ficción y fenómenos inexplicables, emociones de la mano de la etóloga Carmela Garcés.
Una extraña pulsión asesina se propaga por el mundo al tiempo que los animales se comportan de forma suicida. Así es como la editorial Stella Maris presenta Croatoan, la última novela de José Carlos Somoza ( La Habana, 1960), una futurista aventura que nos traslada a un mundo al límite.
El desastre se desata a las diez y media de la noche, hora española. “Ausencia de noticias en los lugares afectados. En el centro sólo hay silencio. Se habla de lobos y zorros en Rusia y Asia, primates y ungulados en África, aves en Sudamérica, mamíferos pequeños y grandes en Estados Unidos. Cunde el pánico, pero ni siquiera el pánico es tan veloz y discreto. En el puerto de Estambul, una ‘invasión de pelícanos’. Suena tan ridículo que parece una broma exagerada, incluso para los aterrados periodistas”. Usa gafas quevedianas y confía en la ciencia y el azar.
De pequeño debió de leerlo todo sobre el Triángulo de las Bermudas. Y sobre aviones desaparecidos. Soy de los que piensan que en este mundo hay algo más que lo que vemos. Unos lo derivan hacia teorías de conspiración, otros a sus propias locuras... Creo que estamos perdidos en una galaxia y no sabemos muy bien qué clase de seres somos. El misterio nos rodea, nunca me harto de él.
Su condición de psiquiatra ¿le ayuda a ver al ser humano desde otra perspectiva, en los límites de la personalidad? Sin duda. Como psiquiatra y como médico. Tuve un grandísimo profesor, Castilla del Pino, que contribuyó a esa mirada. Si algo me ha influido decisivamente, a la hora de escribir, de mi equipaje cultural, ha sido ser médico. He visto sufrir a mucha gente, niños muriéndose, mayores...
Presenta historias de amor en situaciones dantescas. Eso es habitual, cuando los seres humanos viven al límite necesitan una compensación emocional. Ocurre en las guerras.
En los tsunamis se detecta un fenómeno extraño: los animales perciben el peligro mucho antes que los humanos. De pequeño ya me fascinaban las leyendas sobre grandes formaciones de langostas.
La novela parte de un punto innegociable: somos animales. A diferencia de otros escritores que creen que el hombre es el único ser decisivo capaz de destruir el planeta, yo pienso que es, sólo, un animal más por el mundo. En Croatoan los seres humanos pierden la individualidad.
En el Croatoan de verdad, ¿los ciento veinte habitantes no dejaron ni una sola huella? Ni rastro. Dejaron los utensilios en su sitio, todo dispuesto, como si nada hubiera ocurrido, y desaparecieron, no sabemos hacia donde. Ocurrió también en otros sitios, un pueblo esquimal se esfumó en un día.
Carmela, su protagonista, es experta en comportamiento animal. ¿Con qué adjetivos definiría a su etóloga? A Carmela la conozco muy bien. Es un ser frágil por lo que ha vivido, pero fuerte por dentro.
Es alumna de Mandel, zoólo- go bisexual que antes de suicidarse envía mensajes advirtiendo de un desastre inminente. Mandel es un hombre muy frío, escéptico, que un día descubre que también tiene sentimientos. Eso me lo debe a mí, creo.
¿Es difícil conciliar esos supuestos apocalípticos con seres absolutamente corrientes? A mí no me cuesta, me gusta escaparme, creo que es lo que le gusta al lector somoziano: que le sacudan, que le sorprendan. No le doy las cosas masticadas, le meto en líos, le doy emoción...
En el libro, los “hombres libres” son los únicos que no se ven afectados por la corriente depredadora del mundo. ¿Qué entiende por hombre libre? Es libre todo aquel que cree ser libre. No pruebes a ser otro, no te saldrá bien. Yo me siento absolutamente libre aunque mi raciocinio me dice que soy idiota si creo eso, pero... como soy libre, me libero también de mi cerebro.
A Sergi lo presenta como joven independentista catalán al que su tío del PP envía a las Jarillas, al psiquiátrico... ¿una licencia irónico-literaria? Sergi es una de mis debilidades, chico excelente. En mi experiencia psiquiátrica conocí alguno. Es el único que se da cuenta de lo que ocurre y de que sólo importa el afecto. Se permite ironías, es él mismo. Sin doblez.
Nació usted en La Habana, sólo estuvo un año. ¿Ha vuelto?
No, nunca. Lo asocio al dolor de
“Si algo me ha influido decisivamente de mi equipaje cultural, ha sido ser médico” “En pocas décadas las discusiones sobre eutanasia o aborto quedarán resueltas”
mis padres, que vivieron el exilio, a una época bajo un dictador, no a los mojitos de la tierra prometida sino al éxodo, pero reconozco que un día debo volver y cerrar el círculo. Aún no me veo capaz.
“Nort” es la palabra que graban en el tronco del árbol, y al norte huyen sus protagonistas... ¿es su particular Itaca? Yo creo que, en realidad, no hay sitio al que ir. Porque uno no se puede escapar físicamente si no lo hace antes mentalmente.
¿Los avances científicos acabarán con la especie humana? Para nada. Nuestros sucesores van a disfrutar de un mundo mucho mejor que el nuestro debido exclusivamente a la ciencia.
¿Y las fronteras éticas? Desaparecerán. En pocas décadas todas las discusiones que tenemos sobre el aborto o la eutanasia quedarán perfectamente establecidas por protocolos científicos. Se resolverán sin problema como un día se acabó la discusión sobre si la Tierra giraba.