La batalla de Bruselas enciende el 20-D
El intento del Gobierno español de presumir de buen expediente europeo da munición electoral a la oposición socialista
La dura pugna política que vive España a dos meses de unas reñidas elecciones generales ha convertido a Bruselas en su 53.ª circunscripción. Una plaza especial, Europa, en la que no habrá mítines multitudinarios pero que todos los partidos quieren ganar. No da diputados, pero, a juzgar por el empeño del PP y el PSOE en conquistarla, en ella pueden ganarse o perderse muchos votos. ¿Cuenta o no el Gobierno español con el reconocimiento de la UE? ¿Avala o no la Comisión Europea los presupuestos que Mariano Rajoy quiere dejar en herencia? ¡Que venga al Congreso el comisario Pierre Moscovici y lo diga!, exige el PSOE.
El increíble enredo hispano-bruselense de las últimas semanas comenzó con la decisión del Gobierno español de remitir a la Comisión su borrador de presupuestos el 11 de septiembre, más de un mes antes del plazo, a fin de cumplir el trámite europeo y dejarlo aprobado antes de disolver las Cortes. No es una mera cuestión contable. Como supuesto alumno aventajado en el sur de Europa, el ejemplo que siempre pone la UE de que la medicina de la austeridad funciona, el Gobierno aspiraba a un notable alto –¡qué menos!– y unas palabras amables, pero se encontró con todo lo contrario: Bruselas le dio un toque de atención tan severo que sonó a suspenso.
Bruselas accedió a la petición española. Y tras examinar el proyecto de presupuestos, Moscovici quiso informar de sus conclusiones al Eurogrupo del 5 de octubre. Lo hizo –brevemente– a puerta cerrada y, luego, ante la prensa dando todo lujo de detalles y una reprimenda al Gobierno: con ese presupuesto, concluyó, España no va a cumplir sus objetivos de déficit en el 2016 ni este año; Rajoy debería hacer cambios durante la tramitación parlamentaria y, el próximo gobierno, actualizarlo con datos recientes. El discurso del Gobierno español quedó seriamente cuestionado. Unas horas antes, el ministro Luis de Guindos había dado por sentado que no habría reproches ni peticiones. La oposición se le echó encima.
Los comentarios de Moscovici enfadaron también al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y a los demás comisarios, porque la decisión aún no se había tomado formalmente. Y aquí es donde la historia se convierte en un expediente incómodo también para Bruselas, porque Juncker decidió paralizar el dictamen en el último minuto. La inesperada prórroga dio tiempo a Rajoy para telefonearle y pedirle que reconsiderara su posi- ción. Lo que en el entorno de Moscovici llaman “un fallo de comunicación interna” dio munición a quienes recelan del papel de la Comisión en el control presupuestario, en especial el ministro alemán Wolfgang Schauble, que salió en defensa de España y sembró dudas sobre la intencionalidad política de Moscovici. La credibilidad de la institución quedó en entredicho. Madrid respondió que no pensaba cambiar nada en el presupuesto y abrió la vía a nuevas rebeliones. Portugal, un país bajo vigilancia postrescate, ha decidido no hacer ningún presupuesto hasta que terminen las negociaciones para formar gobierno, saltándose si hace falta la legislación comunitaria, mientras Italia se lo ha enviado pero ya ha avisado de que no piensa corregirlo para hacer más recortes.
El Gobierno español y la Comi- sión se acusan ahora de haber politizado el ejercicio. Sottovoce en Bruselas, que no quiere más líos, y con escándalo en España, pues el PP ve claro que la filiación política del comisario, socialista, tiene que ver con este enredo. Bien por hacer el juego al PSOE, dicen, bien por esculpirse un perfil de duro en la Comisión; Moscovici viene de un país, Francia, que vive en déficit permanente, situación que como ministro no enmendó y que como comisario tolera que se perpetúe, pues el año pasado le dio dos años extra para reducirlo. José Manuel García-Margallo despreció su trabajo tildándolo de “astrología”. Guindos recordó que Bruselas “siempre se equivoca” en sus previsiones de crecimiento para España (cierto) y que “siempre cumplimos” las metas de déficit (en el 2012 y el 2013 se alcanzó porque se suavizaron, y en el 2014 hubo una décima de más).
La opinión de la Comisión se aprobó al fin el pasado lunes. Con- tiene las mismas cifras que apuntan a un incumplimiento de las metas de déficit, pero recoge ahora el argumento del Gobierno español de que la buena marcha de la recaudación fiscal ayudará a alcanzarlas y acepta que los cambios tendrá que pedírselos al próximo gobierno. El mensaje político fue convenientemente suavizado por los comentarios laudatorios del vicepresidente Valdis Dombrovskis (letón, PPE y jefe de Moscovici). El PSOE ha pedido la comparecencia de Moscovici en la Comisión Mixta para la UE para presentar su informe, que juzga “un varapalo” para el Gobierno.
Aunque lo parezca, Bruselas no ha suspendido al Gobierno, que podía haber salido aún peor parado del ejercicio. La Comisión tiene ahora, en teoría, la última palabra sobre los presupuestos nacionales. Y el desfase que prevé para el 2016 es de tal magnitud (un 0,7% del PIB) que justificaría haber estrenado sus poderes para rechazar el plan y ordenarle cambios, admiten fuentes europeas. El contexto político general, sin embargo, no lo permite, y menos con España a dos meses de las elecciones. Bruselas ha tenido que dejar pasar el caso y asumir que Rajoy no iba a escucharles. El regocijo de la oposición por el tirón de orejas europeo se cortará en seco si son ellos los que deben pasar el examen de la 53.ª circunscripción.
El PSOE ha pedido que el comisario Moscovici se pronuncie en la comisión mixta sobre el presupuesto español