Fotografía de la memoria
HILLA BECHER (1934-2015)
Fotógrafa
Resulta extraño encontrar disociado el nombre de Hilla Becher del que fue su marido y pareja artística, Bernd Becher (1931-2007); y al contrario, a no ser que fuera para encontrar su nombre como primer catedrático de Fotografía de la Academia de Arte de Düsseldorf, donde se mantuvo como docente durante dos décadas; todo un logro para la institución que traería consigo una brillante cantera de fotógrafos compuesta por, entre otros, Andreas Gursky, Candida Höfer o Petra Wunderlich.
Hilla Becher nació en 1934 en Potsdam, una ciudad cercana a Berlín. Conoció a Bernd en Düsseldorf en 1957. Ambos estudiaban pintura en la Academia de Arte de esta ciudad. Todo empezó –según contó Hilla a los periodistas del diario Süddeutsche Zeitung en una entrevista en el 2008– cuando Bernd se puso a hacer bosquejos de los paisajes que conoció en su Siegen natal. Debido a su lentitud, a su deseo de perfección, empezaron a hacer fotografías. Si él sentía una especial atracción por el paisaje más cercano, ella, por su parte, se sintió fuertemente atraída por la cuenca del Ruhr.
Esta explicación de Hilla Becher acerca de los orígenes tienen una gran importancia para entender la fotografía que el dúo llevó a cabo durante cuatro décadas, a menudo incomprendida –o peor aún, mal interpretada– por las generaciones posteriores. Su afán por clasificar la arquitectura industrial responde a ese afán primero de Bernd por conservar la memoria de los lugares. Como insistieron más tarde, no subyacía en ello ninguna estrategia de orden conceptual. Nada que ver con el posmodernismo. Ellos llegaron antes. Y sabían qué querían: el desarrollo de una fotografía que les permitía una perfección que no podrían alcanzar con la pintura. En este sentido se sentían herederos de la nueva objetividad que practicaron antecesores como August Sander.
Tampoco fue fácil alcanzarla. La primera exposición llegó en 1963, pero el reconocimiento se hizo esperar. Si tenemos en cuenta que en 1990 la pareja recibió el premio de Escultura en la Bienal de Venecia porque no existía el de Fotografía, lo entenderemos algo mejor. Atrás quedaban años de verdadera devoción por su trabajo: los que pasaron en una furgoneta Volkswagen haciendo kilómetros en pos de los depósitos elevados de agua, naves y otras arquitecturas industriales que salvar del olvido. Sin sus imágenes, hoy sería difícil comprobar cómo, por ejemplo, muchas de las naves industriales que retrataron en sus comienzos contenían elementos de arquitectura historicista. Como es sabido, la arquitectura posterior barrería con el ornamento. Y los cambios en los usos industriales, con buena parte de los propios edificios y construcciones auxiliares.
Según Stefan Gronert, autor de The Düsseldorf School of Photography (2010), una monografía dedicada a los que fueran alumnos de Bernd Becher en la Academia, –los ya citados Andreas Gursky o Candida Höfer, deudores del trabajo de la pareja–, Hilla y Bernd Becher lograron la emancipación de la fotografía artística en el contexto europeo.
La primera exposición en España de su obra ( Naves industriales) tuvo lugar en el IVAM Centre Julio González –que por aquel entonces dirigía J.F. Yvars, colaborador habitual de La Vanguardia– en 1995. Diez años más tarde se pudo ver una amplia retrospectiva en la Fundación Telefónica de Madrid. Otros museos importantes (Tate, MoMA) han organizado diversas muestras y adquirido obra para sus colecciones.
Hilla Becher murió el pasado día 10 de octubre. Deja un hijo, Max, casado con la norteamericana Andrea Robbins. Curiosamente, ambos forman pareja artística.