Brillos y sombras
Intérpretes: Alisa Weilerstein, violoncelo; Diego Matheuz, dirección Lugar y fecha: L’Auditori (16/X/2015)
Tres protagonistas en este concierto de la OBC: el director Matheuz, la violoncelista Weilers- tein y el compositor Magrané.
Joan Magrané (Reus, 1988) está siendo muy bien considerado, y sus búsquedas ahondan en la poesía, en la música antigua, empleando un lenguaje personal con perfil sensible, actual y especulativo. Con esta ...secreta desolación... ahora interpretada, recibió el pasado año el premio Reina Sofía de Composición de la Fundación Ferrer Salat. Este año en la catedral de Cuenca estrenó una obra vocal inspirada en las vidrieras de Gus- tavo Torner, con exquisito sabor polifónico y expresivo.
...secreta desolación... usa un poema de Ángel Valente, cuyo “desierto” y “desolación” están evocados con una compleja trama armónica y rítmica, de texturas y variedad tímbrica y de alturas sonoras. La obra juega con secuencias o momentos tensionados, sin sobresaltos, aunque contrastados (trombón, tuba, contrafagot y flautín, por ejemplo), percusión importante, y sin primer plano para la cuerda.
La violoncelista Alisa Weilerstein hizo una versión brillante del Concierto n.º 2 de Shostakóvich. Obra muy compleja, no sólo técni- camente sino en intelección, sombría, con momentos de cierta soledad para el solista, que sólo encuentra eco en la percusión. Weilerstein proyecta el sonido, y lo hace suyo en una suavidad de arco y dinámicas, segura, precisa. La versión fue muy atenta por parte de la orquesta, que lució gran concentración y eficacia dada la variedad rítmica. Y en este sentido, el director Diego Matheuz supo hacer su trabajo con seguridad en una tarea difícil.
Y de tantas “sombras” pasamos a esa eclosión de sonido, en este caso sin contenido, que fue la versión de la Sinfonía n.º 5 de Beethoven en manos del señor Matheuz. Falta de esencia, porque a estas alturas esta es una obra que la orquesta toca sola, y el papel de un director es precisamente trabajar su interioridad. Pero no hubo ocasión, salvo algunos pasajes, en mostrar la riqueza de su lenguaje. La obra suena de todos modos, aunque es necesario moderar el tempo, profundizar en los contrastes de dinámica, conjugar tensiones en la horizontalidad del discurso, más que en la fanfarria vertical. Nada de emoción, ni de tensión o misterio. Mejor no hablar del cuarto movimiento, un divertimento insensible. Es importante contar con buenos directores, y muy especialmente en estas obras maestras.