Tirando de las 7.000 lenguas
Hay 7.000 lenguas repartidas en 150 grupos para 7.000 millones de personas. Seis de ellas conciernen al 75% de la población mundial. Algunas se desarrollan, otras mueren o nacen, pero todas se transforman. Un niño puede aprender perfectamente cualquier lengua, un adulto no. Una de cada dos lenguas no se escribe. El mand es una lengua casi extinguida –sólo ocho usuarios– de Papúa Nueva Guinea, país de una diversidad linguística extrema: 800 lenguas repartidas entre cinco millones de habitantes. En el Museo del Hombre de París te informas so- bre estas cosas en un panel a base de lenguas. Lenguas blancas. Hay que tirar de ellas para escuchar como suenan. Junto al panel está Franz Mani, un colaborador italiano del museo que ha investigado la variabilidad de los apellidos en España. Su conclusión: España es uno de los países más pobres de Europa en variabilidad de apellidos. “Fernández, Rodríguez, García… todos ustedes se llaman igual”, dice riendo. El motivo es que “muchos apellidos cambiaron, y los mismos apellidos fueron adoptados por muchas familias que no estaban emparen- tadas”. El motor del fenómeno Mani lo ve en la acción de homogenización cultural y religiosa practicada por los reinos de Castilla y León en su expansión territorial. Eso concierne “a casi toda España, excepto los territorios de la corona de Aragón, donde la variedad de apellidos es mayor, comparable a la del resto de Europa”. El motivo es la preservación de una “diferencia administrativa” hasta el siglo XVIII. Así se explicaría que “la geografía de la variabilidad de los apellidos españoles se corresponda con la geografía política de finales de la edad media”, dice Mani.