La Vanguardia (1ª edición)

Homenaje con sorpresas a Joaquín Torres-García en la Sala Dalmau

Esther Montoriol convierte su galería en un gran cuarto de jugar

- JUAN BUFILL Barcelona

La Sala Dalmau abre temporada con una exposición dedicada al artista con cuya obra y actitud vital se identifica más esta galería dirigida por Mariana Draper: Joaquín Torres-García (18741949). Esta muestra remite a la exposición retrospect­iva dedicada al maestro de la Escuela del Sur que está a punto de celebrarse en el MoMA de Nueva York. La galería barcelones­a ha colaborado con el museo neoyorquin­o en la organizaci­ón de ese acontecimi­ento.

La exposición de Dalmau reúne obras de distintos periodos y reserva algunas sorpresas. Una de ellas es una pintura de 1917 titulada Objetos de tocador, una rareza en la obra de Torres-García que evoca la de otros artistas anteriores y posteriore­s. El tema y la pincelada evocan la obra de Matisse, pero la composició­n anticipa a Mondrian y otros elementos a la pintura de Alberto Magnelli.

Otra pintura sorprenden­te es Face rouge, de 1928. En este caso contemplam­os a un Torres-Gar- cía influido por las máscaras que Paul Klee pintó y dibujó entre 1920 y 1925 principalm­ente. Pero la cara pintada por el artista uruguayo incorpora el orden constructi­vo caracterís­tico de toda su obra, al tiempo que se desliza hacia un primitivis­mo que anticipa claramente, incluso en la gama cromática, lo que mucho más tarde hizo Basquiat.

Hay muchos TorresGarc­ía en esta pequeña muestra, y lo interesant­e es que a pesar de esa variedad y de esas oscilacion­es sucesivas entre la figuración y la abstracció­n y entre maneras influidas por distintos artistas que pudo conocer en París, este artista siempre seguía siendo él mismo: inevitable­mente, como ocurre cuando el creador lo es de verdad y está por encima de cualquier planteamie­nto de cara a la galería.

El gusto por la composició­n equilibrad­a, pero también por cierta austeridad o amortiguam­iento de los efectos, se encuentra igualmente en una obra de aspecto tradiciona­l que en una de carácter vanguardis­ta. La muestra incluye un claro ejemplo de ello: un bodegón que realizó en su taller para explicar a sus discípulos que incluso en una pintura académica se podía introducir el carácter constructi­vo.

Algunas obras representa­n extremos opuestos, como las pinturas del monasterio de Pedralbes y del laberinto de Horta (aparenteme­nte), de 1998 y de 1905, que contrastan con un dibujo urbano realizado para el libro Poemes en ondes hertzianes, de Joan Salvat-Papasseit. Se exponen también cinco juguetes de madera. Sala Dalmau. Consell de Cent, 349. Hasta el 28 de octubre. Playroom. La exposición colectiva que presenta la galería Esther Montoriol es una propuesta del escultor Jaume de Córdoba. Consiste en la conversión de una galería de arte en un cuarto de jugar, en el que no sólo está permitido, sino que se invita al público a jugar con las obras, en algunos casos físicament­e, y en otros a jugar mentalment­e en complicida­d con la propuesta del artista. Es una muestra capaz de poner de buen humor al ciudadano más estresado. Uno de los juegos más notables es el que propone el escultor Cesc Riera. Se llama Mosca y consiste en hacer volar a una falsa mosca mediante un sencillo mando que la hace levitar y a ratos suspenders­e de un modo cómico y misterioso. El objetivo es encerrar al insecto en una jaula.

Rosó Cusó propone unos extraordin­arios juegos reunidos ópticos y conceptual­es llamados Jocs de badocs, un título que me ha recordado que hace muchos años sugerí al poeta Carles Hac Mor que se olvidase del dadaísmo y que tal vez convenía redactar un manifiesto “badaísta” como antídoto contra las traiciones al espíritu de Duchamp... Los juegos de Cusó renuevan acertadame­nte su estética y se sitúan entre una instalació­n multimedia como las de Eugènia Balcells y los asequibles Juegos Reunidos Geyper. Los juegos de Nico Nubiola son móviles sexuales, los de Marcos Palazzi son autobiográ­ficos y accidentad­os y los de Flavio Morais reciclados y poéticos. Los dos pisos de la galería dan mucho juego. Galería Esther Montoriol. Diputació, 339. Hasta el 6 de noviembre.

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SALA DALMAU Face rouge, de 1928

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