La Vanguardia (1ª edición)

Borisov cambia su historia

El Barça jugará mañana en un cruce de caminos por el que pasaron Napoleón y Hitler

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Barcelona

El Barcelona regresa esta tarde a Bielorrusi­a cuatro años después pero mañana visitará una ciudad en la que nunca ha jugado, Borisov, a 74 kilómetros de Minsk, la capital y donde se alojará el conjunto blaugrana. El hogar del BATE, que no sería el lugar más turístico del mundo, sí ha sido protagonis­ta de la historia con mayúsculas, un cruce de caminos con grandes nombres. En sus alrededore­s, a orillas del río Berenzina, claudicó Napoleón en una de sus derrotas más afamadas, en plena campaña rusa. De hecho, en los márgenes del río todavía se pueden apreciar restos de piezas de artillería de aquellas cuitas. Porque Borisov ha pasado por infinidad de manos. Perteneció a Lituania, a Polonia, a la Unión Soviética y Alemania en dos ocasiones, la última la más sanguinari­a, el terror nazi que se apoderó en su expansión por el este de un enclave en el que ahora residen unos 180.000 habitantes.

De 1941 a 1944 el III Reich impuso su ley marcial, levantando hasta seis campos de prisionero­s en los alrededore­s. El triste balance, 33.000 asesinatos. Allí llegó Adolf Hitler en persona el 4 de agosto de 1941 para una conferenci­a en la que se discutió un plan para derrotar a la ciudad de Moscú…con una inundación general. Terrible y descabella­da idea que nunca se llevó a la práctica. Tres años después, el 1 de julio de 1944 Borisov quedaba liberada del nazismo y desde entonces ese día es el de la gran fiesta de una ciudad que volvió al redil de la Unión Soviética y se transformó en un núcleo fabril con más de 40 industrias.

Entre ellas la empresa BATE (la planta de equipos electrónic­os de automóvile­s y tractores), la firma que da nombre al rival de mañana del Barça y que es su auténtica alma máter. Lo fue cuando se fundó el club en 1973 y cuando renació de sus cenizas en 1996 tras doce años fuera de combate por el colapso de la URSS. Si los equipos moscovitas y de otras grandes urbes del este solían estar bajo el control del ejército o la policía, el BATE es un conjunto de empresas que ha crecido como la espuma dentro del fútbol patrio. Hace 20 años nadie se esperaba que llevara ahora diez títulos de liga consecutiv­os, el último conquistad­o el pasado viernes, que se convirtier­a en el primer equipo del país en clasificar­se para la fase de grupos de la Champions y que tuviera un estadio reluciente, el coqueto Borisov Arena, inaugurado en el 2014, con capacidad para algo más de 13.000 espectador­es y donde ya jugó la selección española en la fase de clasificac­ión para la Eurocopa. Una instalació­n que el equipo blaugrana sólo pisará para jugar el encuentro, puesto que Luis Enrique ha decidido entrenar en Barcelona antes de emprender un viaje farragoso.

Cuando el Barça vino a Bielorrusi­a en el 2011 el partido ante el BATE se disputó en el estadio Dinamo en Minsk. Entonces el campo de este modesto adversario no cumplía con los requisitos mínimos de la Champions, con apenas 5.000 asientos y con deficienci­as incluso de iluminació­n. Lo propio de un club que no tenía tradición europea y que había pasado del comedor de la fábrica al banquete de las competicio­nes UEFA. Otro tipo de historia mucho más agradable se está escribiend­o en Borisov.

Los nazis construyer­on seis campos de prisionero­s en los alrededore­s, con 33.000 asesinatos

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EUROFOOTBA­LL / GETTY El Borisov Arena, con capacidad para algo más de 13.000 espectador­es, acogerá el encuentro entre el BATE y el Barcelona

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