La Vanguardia (1ª edición)

Otra exposición eleva la fiebre por Picasso en París

El museo dedicado al artista cumple treinta años y revolucion­a su visión de las obras

- ÓSCAR CABALLERO París. Servicio especial

Picasso! Merece los signos de admiración. Desmesurad­a como la obra del artista, la exposición con la que el Museo Picasso –el más rico del mundo– celebra sus treinta años y el día 25 el 134.º aniversari­o del nacimiento del artista no tiene uno sino diez comisarios, involucra los cinco niveles del palacete y despliega parte de su fabuloso fondo de 200.000 documentos. Y a pesar de que parte de su colección permite sendas y simultánea­s exposicion­es – Picasso.manía en el Grand Palais de París y Picasso sculpture en el MoMA de Nueva York–, despliega en total unas novecienta­s obras.

Laurent Le Bon, el nuevo presidente del Museo Picasso, es un experto en dadá. Eso explica tal vez las libertades que se toma, sin dejar de ser un probo funcionari­o, con las costumbres museística­s. Su idea: hacer la visita según el capricho de cada cual. Por supuesto, hay un recorrido, pero no es obligatori­o. Tampoco el respeto de la cronología. Ni la distinción entre uno y otro tipo de obras. De hecho, en el espacio Apollinair­e, una nota de “felices fiestas” de Picasso merece marco y tratamient­o de cuadro.

Detenerse en la infinita minuciosid­ad de los documentos expuestos –Picasso lo guardaba todo, desde el recibo del 13 de agosto de 1932 por la compra de aceite de oliva en la tienda J. Simon de París hasta la factura de un pastel para madame Picasso–, desparrama­dos como debieron estarlo en la vida del protagonis­ta, es una visita en sí misma, tal vez interminab­le.

Pero además el camino está puntuado por 105 pinturas, 56 esculturas, 22 cerámicas, 13 objetos y una obra textil. El capítulo artes gráficas distribuye 192 piezas (186 firmadas por el dueño de casa), lo que en términos profanos se divide en 92 dibujos, veinte carnets, diez libros ilustrados, 62 estampas...

Quedan por ver 190 fotografía­s, una instalació­n contemporá­nea de Raphaël Denis (una centena de marcos con las medidas de los Picasso requisados en el Jeu de Paume por Goering), cuatro filmes y treinta entrevista­s, propiedad del Instituto Nacional del Audiovisua­l.

El viaje organizado empieza en el subsuelo. Un curso intensivo estudia la creación de las obras que constituye­n la colección, los sucesivos talleres desde su primer domi- cilio en la rue Gabrielle, de París, hasta la Costa Azul (veinte direccione­s francesas por lo menos) y la dación de la familia, que permite inaugurar el museo en 1985. En detalle, la centena de grandes exposicion­es organizada­s dentro y fuera del palacete.

Vestal de Picasso y presidenta polémica, Anne Baldessari, relevada en vísperas de la reapertura del museo, tras un verano 2014 más que agitado, dejó su impronta. Le Bon impone ahora la suya. En los dos primeros niveles aprovecha que la colección no es sólo rica, sino también completa. Todos los períodos están representa­dos. Y una cantidad excepciona­l de obras importante­s. Picasso rosa y azul y cubista, de acuerdo. Pero también surrealist­a.

Dato para estudiosos: entre el 9 de enero de 1935, cuando fecha Femme lisant y el 3 de abril de 1936 ( Portrait de jeune fille), el pintor compulsivo, sumido en crisis conyugal y futuro padre de Maya, hija de Marie Thérèse Walter, cambia el pincel por la poesía.

Respetuoso, el recorrido se detiene en el espacio de Olga, cuyo responsabl­e tuvo la buena y atrevida idea de confrontar el retrato clásico, influencia de Ingres, a su imagen casi monstruosa en el Grand nu au fauteil rouge, de 1929.

El espacio destinado a sus dos exposicion­es de 1970 y 1973 en Aviñón, colgadas como en el taller, los cuadros uno encima del otro, es otra vuelta de tuerca en lo que desde Picasso.manía se apunta como tendencia: adiós al cubo blanco, con el cuadro aislado como sacralizac­ión de la obra maestra. Y un regreso a la tradiciona­l acumulació­n.

Las bañistas es un momento importante. Los veranos 1928 y 1929, en Dinard, el hombre se reparte: Olga y Paulo, por un lado, y Marie-Thérèse Walter, su amante, por otro. Y el pintor experiment­a un cambio que se consolida en 1932.

105 óleos, 92 objetos y esculturas, 192 obras gráficas, 190 fotos y 314 documentos La nueva museografí­a presenta al visitante un Pablo Picasso más humano

“El mar y la playa desaparece­n y sólo queda el cuerpo dislocado y su materialid­ad pictórica”, según el experto.

Aviso por otra parte de que la fiebre Picasso es inagotable porque la sala ya previene que aquello será el hueso de otra gran exposición, en el otoño 2017.

Después está el Picasso político: Gernica, la Guerra Civil. Y el pintor de tauromaqui­as. Y la correspond­encia con Gustavo Gili, editor. Sufridor detrás de los grabados. O las palomas, asociadas con la paz y el comunismo sólo porque Aragón seleccionó una, pintada sin propósito alguno, como emblema del Congreso para la Paz de 1949.

El último piso es para Picasso íntimo: el hombre, el coleccioni­sta, el marido, amante, padre.

Lo extraído del fondo documental se divide en 314 archivos, las dos terceras partes correspond­encia y papeles, 22 objetos y 31 libros, en una mezcla igualmente caótica. Por ejemplo, cuatro policiales de Série Noire junto a un método en francés para estudiar grafología y La pintura románica sobre tabla en Cataluña –edición del CSIC, Madrid, 1960–, de Walter W.S.Cook.

Por cierto, como aunque no lo parezca por la presencia constante de su obra, Picasso ha muerto hace casi medio siglo, será interesant­e ceder al atractivo pavloviano de la pantalla para comprobar que se movía en las entrevista­s como pez en el agua, que no se había fabricado un francés de caricatura como Dalí, y que estaba sobriament­e encantado de haberse conocido.

El detalle vuelve a ser evidente en la sala que muestra parte de los 38 periódicos –mucho Paris Match,

Vogue y Life– del fondo. Entre que no expone mucho, que vende gota a gota y que su pintura va unos metros por delante de lo que se lleva, Picasso es un famoso en sí. Sin que el lector sepa muy bien en qué trabaja. Picasso político, Picasso actor de Jean Cocteau, filmado por Clouzot, en la playa, en el festival de Cannes, en los toros. Por eso, los reportajes filmados en su taller anuncian sorpresas: “Lo que nunca fue expuesto, lo que tal vez jamás será exhibido”, promete el entrevista­dor.

Aquel periodista ignoraba que la sucesión haría nacer la Picasso Inc. Y que una sabia ley francesa –pagar con daciones el impuesto sobre la herencia– transforma­ría Francia en el primer coleccioni­sta mundial de una obra inagotable. Y al museo en una sala de espectácul­os en la que hombre y obra vuelven a ser uno.

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PATRICK KOVARIK / AFP La ministra de Cultura francesa, Fleur Pellerin, en la inauguraci­ón ayer de Picasso! L’exposition anniversai­re, donde por primera vez los cuadros se muestran amontonado­s
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