La Vanguardia (1ª edición)

30 años después de ‘Regreso al futuro’: los coches no vuelan

Mañana, 21 de octubre llegamos hasta la fecha a la que viajamos en el tiempo

- FRANCESC BRACERO Barcelona

Probableme­nte la frase más famosa de la trilogía Regreso al futuro (1985) es la que pronuncia Doc Emmet Brown al final de la primera película, que es también el principio de la segunda: “¿Carreteras? A donde vamos, no necesitamo­s carreteras”. La rotundidad jactancios­a de la afirmación la convirtió en casi incontesta­ble, pero la realidad, 30 años después, es que en ese futuro al que viajaron, que se cumplirá mañana, 21 de octubre del 2015, siguen haciendo falta carreteras. El segundo de los tres filmes dirigidos por Robert Zemeckis nos adelantó un futuro que, salvo algunas excepcione­s muy curiosas, nunca se hizo realidad.

En Regreso al futuro II (1989), cuando Marty McFly visita su pueblo, Hill Valley, en el 2015, el paisaje resulta desconocid­o. Es el de un futuro al que nunca llegamos, o al que llegamos sólo en parte. Uno de los elementos más llamativos es el tráfico. Los co- ches vuelan. Incluso los modelos más antiguos pueden ser modificado­s para que vuelen (el hijo del antiguo alcalde ha montado un taller para transforma­r coches vintage, como nos explica un anuncio en una gran pantalla en la calle). En nuestra sociedad actual, los paneles publicitar­ios son, cada vez más, pantallas animadas. En eso, sí acertó la película.

Por supuesto, frente al ayuntamien­to de la ciudad (como en todos los del mundo) está prohibido aparcar, aunque en realidad, el cartel pintado sobre el asfalto es “prohibido aterrizar”.

Sobre el futuro no realizado de la película de Robert Zemeckis, imaginada por el escritor Bob Gale, llama la atención que McFly llegue a un mundo en el que no se usan teléfonos móviles ni se habla nada de internet o de algo que se le parezca. Al personaje protagonis­ta lo despiden por fax, una

tecnología hoy obsoleta (aunque algunas compañías de seguros siguen aferradas a este arcaico sistema como si tuviera mayor validez que un correo electrónic­o sólo por el hecho de quedar impreso en un papel ). Sin embargo, la imagen de la llamada por videoconfe­rencia, en una gran pantalla plana en el hogar, es casi calcada de lo que hoy vemos en una conversaci­ón por Skype o cualquier otro sistema de este tipo. Esos coches que volaban en Re

greso al futuro llevaban como combustibl­e un pequeño reactor de fusión nuclear, una energía limpia que, 30 años después de la realizació­n de los filmes, no ha podido ser recreada para incorporar­la a la vida diaria.

A diferencia de la fisión nuclear (la energía de las bombas atómicas), la fusión nuclear consiste en recrear las condicione­s que se dan en el núcleo del Sol, lo que nos proporcion­aría una fuente energética limpia y muy poderosa. Obviamente, no es fácil alcanzar una cosa así y mucho menos aplicarla para su uso en los co- ches, así que, de momento, ni volaremos desde el garaje de casa ni llenaremos el depósito del coche con restos de basura.

En su lugar, lo que ahora empieza a surgir como alternativ­a a los motores de combustión tradiciona­les son los híbridos y los eléctricos. Precisamen­te la compañía automovilí­stica japonesa Toyota, que patrocina Regreso al

futuro, presentará mañana su nuevo modelo Mirai, el primero de los coches fabricado en serie que utilizará hidrógeno como combustibl­e. Si ese es el futuro, 2015 estará lejos del de la película, pero puede llegar a ser bastante deseable por tratarse de una energía que sólo emite vapor de agua como resultado de su utilizació­n. Además de los coches, en Re

greso al futuro hay un medio de transporte se ha convertido en uno de los iconos de la serie de películas, el monopatín. Si en la primera parte, Marti McFly “inventaba” el monopatín en los

años cincuenta a partir de un patinete, el 21 de octubre del 2015, el protagonis­ta se ve obligado a huir de nuevo, pero los monopatine­s ahora son voladores.

No hemos llegado a ello, pero estamos cada día más cerca. En junio pasado, la compañía automovilí­stica Lexus (filial de lujo de Toyota), presentó un vídeo rodado en Barcelona con un hover board que se comporta (más o menos) como el de la película. El inconvenie­nte es que no se desplaza sobre cualquier tipo de superficie, sino que utiliza una pista magnética para que la tabla se mantenga alejada del suelo mediante levitación magnética.

La tecnología del monopatín volador de Lexus es de supercondu­ctores enfriados con nitrógeno líquido y con imanes permanente­s combinados que logran ese desplazami­ento de levitación. Se trata de un prototipo y la compañía tecnológic­a no piensa ponerlo de momento a la venta. Sería de poca utilidad en la calle. En cambio, tenemos alternativ­as como los monopatine­s de la compañía española Tecnotu, que llevan dos grandes ruedas, o los Ninebot Mini que la tecnológic­a Xiaomi ha creado en colaboraci­ón con la compañía Segway, que también inventó un medio de transporte personal que no intuyó el filme.

Entre los inventos destacable­s están las zapatillas con cordones automático­s, como las Nike que McFly se pone y que la multinacio­nal de material deportivo tie- ne patentadas desde hace tiempo. También existe la ropa inteligent­e, aunque hoy lleva sensores en lugar de secarse y ajustarse sola. Las gafas de realidad aumentada, como las Google Glass son hoy una realidad incompleta.

Uno de los refrescos que aparece en la película es la Pepsi Perfect. El singular envase y logo que se ven en el filme cuando McFly pide uno en la cafetería será realidad mañana. Pepsi venderá por internet una edición limitada de las botellas, réplica exacta de la que se ve en el filme, por un precio de 20 dólares, menos de los 50 que paga el protagonis­ta.

Los métodos de pago sí se parecen de alguna forma al presente. En Estados Unidos y otros países funcionan ya métodos de pago como Apple Pay, en el que la confirmaci­ón del pago se hace con el dedo. “Dactiléame cien pavos”, le pide un hombre al protagonis­ta mientras le muestra algo parecido a una tableta.

En nuestro 2015 no tenemos correas que saquen a pasear al perro por la noche, pero sí drones con cámara que pueden filmar en el lugar de la noticia.

Al poco de llegar al 21 de octubre del 2015, Marty se ve “engullido” por un holograma publicitar­io de la película Tiburón 19 dirigida por un tal Max Spielberg, hijo de Steven Spielberg, director del filme original. En la actualidad los anuncios no son (todavía) tan espectacul­ares, pero los hologramas 3D son una realidad. La serie de los filmes de Tiburón no llegó a tener una entrega 19, pero este año se ha estrenado un subproduct­o cinematogr­áfico como El ataque del tiburón de tres cabezas, lógica secuela de El ataque del tiburón de dos cabezas (2012).

En la cafetería del 2015, la canción que suena es Beat it, de Michael Jackson, que es la gran estrella que aparece en un par de carteles y una imagen a lo Max Headroom en una pantalla. El rey del pop, fallecido en el 2009, sigue siendo un referente musical y es perfectame­nte posible encontrarn­os con su música al entrar en un local de ocio.

El aire visionario de la película se muestra también en el hecho de que el ayuntamien­to, como muchos edificios de núcleos antiguos de nuestras ciudades, se ha convertido en un centro comercial, aunque quizás habría sido más visionario un outlet. Lo que no ha cambiado en nuestro imaginario es la fascinació­n que ejerce el DeLorean de Regreso al futuro, un coche con un diseño de los ochenta y que millones de personas querrían conducir hoy. Los que siguen en circulació­n están muy bien cotizados aunque no viajen en el tiempo.

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‘Regreso al futuro’, ‘Regreso al Futuro. La Trilogía’ y elaboració­n propia
FUENTE: ‘Regreso al futuro’, ‘Regreso al Futuro. La Trilogía’ y elaboració­n propia
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