La Vanguardia (1ª edición)

“¿Agua para Palomares? Si beben vino y no se lavan”

- Eduardo Martín de Pozuelo

A partir de aquella mañana del 16 de enero de 1966, cuando el B-52 se estrelló sobre Almería con cuatro bombas de 1,5 megatones, hubo un enorme cruce de notas secretas y cables entre los servicios de Inteligenc­ia civiles y militares de Estados Unidos. Se había producido el peor broken arrow (flecha rota, nombre clave para la pérdida de armas nucleares) de la historia y la Administra­ción de EE.UU. quería actuar evitando la crítica que suponía que sus aviones sobrevolar­an Europa con bombas atómicas en su panza. Además, habían convertido la pedanía de Palomares en uno de los lugares de mayor contaminac­ión radioactiv­a del mundo pese al intento del ministro de Informació­n y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, de demostrar lo contrario bañándose en la playa con su Meyba. Pasaron 39 años y La Vanguardia localizó en Washington documentos secretos de la época –publicados en agosto de 2005– que evidenciab­an la preocupaci­ón de Estados Unidos al tiempo que despedían un tono de desprecio hacia los habitantes de Palomares o hacia aquella rancia España. Algo había que hacer y tras recuperar la bomba, el dilema norteameri­cano se centró en compensar a Palomares con una carretera o con una depuradora de agua. Mientras, militares de EE.UU. se afanaron en extraer 1.400 toneladas de tierra súper contaminad­a que fue enviada a un cementerio nuclear en EE.UU. y, pese a que formalment­e no pasaba nada, el riego fue suspendido y los soldados norteameri­canos que participar­on en la operación de limpieza bebieron agua traída desde Estados Unidos. Finalmente la depuradora no prosperó. El argumento en su contra fue de Laurin B. Askew, consejero de embajada para Asuntos Políticos de la legación en Madrid y lo hizo con estas palabras: “Y me pregunto si una fuente de agua potable pura representa­ría una gran ayuda a ojos de los agricultor­es de Palomares, como podría parecer a primera vista. Después de todo (y lo admito de forma ligerament­e frívola), para beber hay vino, y las necesidade­s de baño y lavado no parecen ser demasiado apremiante­s...”. /

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