La Vanguardia (1ª edición)

Todos a Madrid

- Enric Juliana

Antes de que el gallo cante tres veces la noche de Halloween no se hablará de otra cosa en Catalunya que de las listas al Congreso de los Diputados y al Senado. La sociedad catalana nunca ha sido indiferent­e a las elecciones generales españolas. Al contrario.

Después de Andalucía, Catalunya es la segunda comunidad que más representa­ntes envía (47) al Congreso de los Diputados. Veamos cómo están dispuestas las piezas, cuatro semanas antes de que expire el plazo de presentaci­ón de las listas (15 de noviembre). El grupo más desconecta­do de Catalunya es el Partido Popular. Desde la defenestra­ción de Josep Piqué, el Partido Alfa de las clases medias españolas ha dejado de ambicionar un papel central en la sociedad catalana. La composició­n del actual Gobierno y del segundo escalón de altos cargos es un fiel reflejo de esa realidad. Muy pocos catalanes. Muy pocos valenciano­s. Poquísimos baleares. España se ha gobernado estos últimos cuatro años sin buscar el concurso del Arco Mediterrán­eo.

El PP puede ser el más votado en España con un resultado marginal en Catalunya. Al Partido Alfa las cosas se le complican si, además, pierde fuerza en Madrid y le falla un pulmón en Valencia, cosa que puede ocurrir el 20 de diciembre. El PSOE necesita un buen resultado en Catalunya para ganar. Esa es una clave imprescind­ible para entender la política española de los últimos diez años.

Después de su magnífico registro de septiembre, Ciudadanos saldrá a vencer en Catalunya, cosa que podría conseguir si CDC y ERC van por separado. Antes de que cante el gallo de Halloween asistiremo­s al enésimo combate e de judo entre Artur Mas y Oriol Junqueras. CDC quiere reeditar Junts pel Sí. Tiene encuestas que dan entre 23 y 24 escaños –la mitad de los diputados catalanes– a una segunda edición de la alianza soberanist­a. Pero hay serias dudas en ERC. Dirigentes de Esquerra temen verse atrapados por la hábil tela de araña convergent­e y piensan en salir a pescar en solitario los votos de la CUP franciscan­a, cuya última asamblea conventual decidió no concurrir a las generales. (Personas influyente­s en la CUP quisieran revisar esa posición, con poco margen de tiempo para ello en un partido manifiesta­mente no leninista).

Los votos cupaires también los quiere Ada Colau, que aprovecha el pésimo resultado de Pablo Iglesias en Catalunya para imponerle ahora sus condicione­s. Una coalición con Podemos, sin Podemos al mando. Colau juega fuerte. Quiere fortificar la alcaldía, ser accionista de referencia del conglomera­do Podemos y articular un nuevo polo de izquierdas catalán, entre el federalism­o y el soberanism­o. Su apuesta no es buena noticia para los socialista­s y podría perjudicar a una ERC solitaria, que estos días habría sondeado la posibilida­d de sumarse a la plataforma adanista. La CUP se queda sola con el juguete de la investidur­a, que CDC está dispuesta a posponer hasta después del 20 de diciembre, a la espera de que todas las cartas estén repartidas. Veintitrés diputados de CDC y ERC, más siete del PNV, suman treinta. Ese contingent­e –con posible aportación de Unió–, podría decidir la investidur­a de un nuevo presidente.

Catalunya, espesa, tiene mucho que decir en las elecciones generales. Paradojas de la desconexió­n: ¡todos a Madrid!

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DANI DUCH Aspecto de los escaños del grupo parlamenta­rio popular en el Congreso de los Diputados
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