La Vanguardia (1ª edición)

Oliver y Benji llevaron a los Mossos hasta el violador

Tras ocho meses sin actuar, el agresor del cúter volvió a atacar con una camiseta con los personajes de la serie de dibujos japonesa

- MAYKA NAVARRO Barcelona

Oliver y Benji eran los amos del balón. Una camiseta de manga corta ilustrada con estos dos famosos personajes de la serie japonesa de dibujos animados dio a finales de verano el último empujón a los Mossos d’Esquadra para llegar hasta Diego Nicolás R. C., el joven español de 26 años y vecino de Gràcia que el miércoles fue detenido acusado de ser el conocido como violador del cúter. Todo un depredador sexual al que se imputan nueve agresiones, la primera en julio del 2013. Y cuatro de ellas confirmada­s con ADN.

En enero del año pasado, el violador dejó de actuar después de conocer que los Mossos le buscaban con la ayuda de una imagen conseguida en una cámara de seguridad. Durante ocho meses desapareci­ó. Un tiempo que el sospechoso aprovechó para cambiar radicalmen­te su aspecto físico, mientras que la unidad de delitos contra las personas de los Mossos d’Esquadra de Barcelona lo dedicaba a definir su perfil criminal a partir del estudio de los ataques que ya se le atribuían. Los investigad­ores siempre tuvieron claro que el agresor, pese a esconderse, volvería a actuar cuando creyera que ya no le buscaban. Y no se equivocaro­n. Ni un solo día se le dejó de buscar. Le estaban esperando. Y regresó de cacería.

En septiembre pasado y siguiendo el mismo procedimie­nto que en los ataques anteriores, el hombre salió en busca de una víc- tima, al azar. A cara descubiert­a. Amenazando con un arma blanca, olvidándos­e del cúter que esgrimió para violentar a la primera de sus víctimas. Como en todas las ocasiones anteriores, obligó a la mujer a practicar sexo oral. Ame- nazando e intimidand­o en un perfecto castellano y sin disimular una lesión en el hombro que le hacía mover uno de los brazos de una manera tan particular que algunas de las víctimas coincidier­on en ese detalle. Tan seguro e impune se sentía que el agresor salió de casa con una camiseta que lucía una gran ilustració­n de Oliver y Benji. Un detalle que no pasó desapercib­ido a la víctima.

Los Mossos tomaron buena nota. Mientras unos buscaban dónde se podía vender esa camiseta tan particular, otros visionaron todas y cada una de las cámaras de seguridad en un radio muy amplio del punto en el que se produjo la agresión. Tras horas de visionado apareció el sospechoso. Y de frente. Los investigad­ores obtuvieron una imagen “perfecta” del presunto agresor, con su rotunda camiseta.

El hombre de aquella imagen se parecía muy poco al que casi un año antes había sido grabado por otra cámara de seguridad. Se había dejado barba, usaba gafas de pasta y el pelo estaba más largo. Pero no había ninguna duda de que era el mismo individuo.

“Había que detenerlo”, recordó ayer a La Vanguardia un responsabl­e de la investigac­ión que aseguró que desde el primer momento la identifica­ción del agresor se convirtió en una prioridad de la unidad de personas de los Mossos de Barcelona. Con su imagen en la cartera y grabada en el cerebro, los investigad­ores se echaron a las calles a buscarlo. En los ocho meses anteriores se había trabajado en su perfil criminal y se había limita- do una zona en la que podía vivir y actuar.

No se equivocaro­n. El sospechoso vivía en Gràcia. Y en una de sus calles lo identificó hace dos semanas una pareja de Mossos. Le siguieron. El miércoles pasado, después de trabajar, no regresó a su casa. Salió de cacería. Estacionó el coche en las calles Viladomat y Mallorca. Antes de bajar del vehículo, dejó el cinturón del pantalón y el teléfono. Merodeó sin rumbo. Atento a las mujeres que iban solas. Quedó detenido. En el armario de su casa se encontró la camiseta de Oliver y Benji.

El sospechoso hizo un cambio radical, se dejó barba, pelo largo y unas gafas de pasta para pasar desapercib­ido

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JORDI PLAY El inspector Pere Pau Guillen, jefe del área de investigac­ión criminal de los Mossos de Barcelona

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