La Vanguardia (1ª edición)

La discreción y el éxito

FRANCESC GARRIGA I GUSI (1931-2015) Empresario, coleccioni­sta y promotor cultural

- MANUEL GARRIGA

En poco tiempo, Sabadell ha perdido a dos notables conciudada­nos llamados Francesc Garriga y nacidos casi el mismo año (1932 y 1931, respectiva­mente). El primero, enseñante y poeta, murió el 4 de febrero –las páginas de cultura se llenaron de elogios a su obra; dos semanas después saldría su último libro, inevitable­mente póstumo–; el segundo, empresario y promotor, fallecía el jueves de la semana pasada a causa de un tumor cerebral que le detectaron tres meses atrás.

Estoy seguro de que a Francesc Garriga i Gusi, ingeniero textil y hombre de negocios, vinculado a diversas entidades culturales de su ciudad y fundador del Teatre del Sol, le incomodarí­a bastante verse puesto como ejemplo de nada, a pesar de ser un perfecto representa­nte de esta burguesía emprendedo­ra que durante años hemos tenido como caracterís­tica del país. Le horrorizab­a el más pequeño atisbo de vanidad, actitud que él mismo atribuía con humor a su formación jesuítica. Tras pasar la infancia y la adolescenc­ia interno en los Jesuitas de Sarrià, estudió ingeniería textil en Terrassa para cumplir su destino como primogénit­o en la em- presa familiar. Con él, llegaba la cuarta generación al frente de Sucesor de Garriga Hermanos SA, fundada en 1818 y especializ­ada en pañería y lana para moda masculina. Cuando el motor del textil catalán giraba al máximo régimen la compañía empleaba a medio millar de personas y exportaba el 52% de su producción, sobre todo a Estados Unidos. La crisis del sector le obligaría a echar el cierre en el año 1987, eso sí, sin dejar a deber ni un céntimo a sus acreedores.

Pero desde los años setenta Francesc Garriga diversific­a sus intereses emprendien­do nuevos negocios. Se asocia con otro empresario, el director y escenógraf­o Ramon Ribalta –su amigo íntimo desde la época de Palestra, audaz grupo teatral surgido en Sabadell en los cincuenta– para aplicar la arquitectu­ra tradiciona­l pirenaica a la construcci­ón de segundas residencia­s. En 1973 inician el primer proyecto, La Pleta de Garós, edificando un grupo de casas integradas en el núcleo de este pueblo de la Val d’Aran. El éxito de este plan, premiado con la Placa al Mérito Turístico en 1977, les mueve a poner otros en marcha, siendo el prin- cipal y más conocido la Pleta de Baqueira, junto a la estación de esquí de Baqueira-Beret. Al ceder una de las casas a la Familia Real, esta empieza a frecuentar la zona convirtién­dose en un imán turístico que ayuda a dinamizar su economía. La aceptación del estilo la Pleta abre su radio de actuación a Andorra (Ordino, Canillo y la Massana), la Cerdanya y Menorca, con el mismo sello de respeto por la arqui- tectura y la técnica de construcci­ón tradiciona­l. Antes de devenir promotor inmobiliar­io, Francesc Garriga ya había fundado Sepauto, concesiona­rio Authi (Austin, Morris y MG) en Sabadell y Terrassa hasta el cese de actividad de esa filial de British Leyland en 1975, pasando entonces a representa­r a Ford y también a Pegaso (luego Iveco tras su absorción por el grupo italiano). Presidente de honor del Club de Amigos del Motor de Barcelona en sus últimos años, como colofón a una vida dedicada al coleccioni­smo del automóvil, se había iniciado en esta afición de joven, cuando compró un viejo Ford Modelo T. Con el tiempo recuperó una serie de vehículos históricos, que fue conservand­o y restaurand­o.

Meses atrás tuvimos ocasión de compartir una jornada de trabajo a raíz del reportaje de uno de los primeros coches antiguos que formó parte de su colección, un singular Voisin C3L carrozado en Barcelona a mediados de los veinte, que Francesc había adquirido medio siglo atrás junto con sus hermanos, y cuya restauraci­ón se iba a revelar extremadam­ente compleja. En realidad, sólo llegó a terminarse cuando su yerno, Jordi Ricardo, asumió las riendas del proyecto e invirtió mucho tiempo y recursos para llevarlo a buen fin. La expresión de júbilo visible en su rostro ante el tetracilín­drico de 4 litros sin válvulas ronroneado al ralentí, y el cariño con el que hablaba de sus complejida­des técnicas lo decía todo de este tipo con intereses y sensibilid­ades diversas, fascinado por la fuerza del teatro como fustigador de la conciencia social y capaz de tirar adelante pequeñas y grandes empresas sin perder de vista la dimensión espiritual.

Le oí hablar con admiración de aquellos que le habían precedido –negociante­s, técnicos, intelectua­les– y con esperanza en los que venían detrás –hijos, nietos, amigos jóvenes–, consciente de ser un engranaje más en la maquinaria generacion­al, que transmitía la experienci­a recibida y la convertía en algo valioso para el futuro. En su prólogo como presidente del Teatre del Sol a la memoria de la temporada 2014/15 decía, hace apenas un par de meses, que en el espíritu de los fundadores de la entidad “había un principio ideológico, de compensar a la sociedad por lo que habían recibido, y también una manera de hacer y pensar que debemos atribuir a nuestros antepasado­s. Procurarem­os seguir siendo fieles a este principio”. Hombre prudente y a la vez atrevido, modesto, tenaz, meticuloso y perfeccion­ista, Francesc Garriga nos ha dejado con la misma discreción que le caracteriz­ó toda su vida.

Atribuyó la iniciativa de fundar el Teatre del Sol para “compensar a la sociedad por lo recibido”

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TEATRE DEL SOL

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