La Vanguardia (1ª edición)

La duquesa de los diamantes

Catalina de Cambridge luce una tiara en forma de flor de loto que Jorge VI regaló a su esposa

- RAFAEL RAMOS

No hace falta ser Marilyn Monroe, ni que los hombres las prefieran rubias (es un decir), para que los diamantes sean el mejor amigo de una mujer. Los diamantes son el mejor amigo de cualquiera, y punto. De la chica de la esquina, de Gracia de Mónaco o de la princesa Catalina, vestida de rojo comunista en honor del presidente chino Xi Jinping.

La duquesa de Cambridge fue la gran estrella social del banquete de gala ofrecido por la reina Isabel II en el palacio de Buckingham a Xi Jinping y su mujer, Peng Liyuan, que en su país es una conocida cantante folk y regaló a la reina británica un par de álbumes con sus canciones (sería interesant­e saber qué hace con ellos Felipe de Edimburgo). Y por eso se sentó en el tercer lugar más importante de la alargada mesa, en su cabecera y a la derecha del mandatario chino, al que dio animada conversaci­ón a lo largo de toda la velada. El dinero de Pekín (40.000 millones de euros en inversione­s en el Reino Unido) mueve montañas tan altas como el Everest. Como que Catalina fuera de rojo –el color de la suerte para los chinos, aunque también tiene una lectura más política– o que el líder laboris-

La esposa del príncipe Guillermo fue la estrella de la cena de Estado que Isabel II ofreció al presidente chino

ta, Jeremy Corbyn, habitualme­nte bastante desgarbado y republican­o hasta la médula, se pusiera un frac y una elegante corbata blanca. ¡Vivir para ver!

Pero lo que más llamó la atención a los interesado­s en estas cosas –en vez de las violacione­s de los derechos humanos en China y la represión en Tíbet, por ejemplo– fue la diadema de brillantes que lució la princesa, una valiosísim­a flor de loto hecha para la reina madre a partir de un diamante y un collar de perlas, regalo de su marido el rey Jorge VI, y que Catalina ya exhibió en una recepción diplomátic­a en diciembre del 2013. Pieza de museo, no es cosa como para llevarla puesta todos los días.

La diadema en cuestión –que era la favorita de la fallecida princesa Margarita, hermana de la reina– destaca por su sencillez y era perfecta para la ocasión, sobre todo teniendo en cuenta la fascinació­n de los chinos por todo lo que es británico, ya sea Downton Abbey, los Bea-

tles, la monarquía o el Manchester City. Y la popular duquesa de Cambridge, de alguna manera la nueva Diana, la hizo conjuntar –aparte del vestido rojo de la diseñadora amiga suya Jenny Packham– de pendientes también de brillantes, y de un brazalete que regaló en su día Felipe de Edimburgo a la reina Isabel, creado a partir de joyas de una gargantill­a de la reina madre. Catalina no se puede quejar de la abuela de su marido, ni decir que tenga celos de ella. Todo lo contrario. Quiere que luzca lo más posible, por el bien de los Windsor, de la monarquía, de Inglaterra y del Imperio Británico.

Hablando de los Windsor, saben ser como el Guadiana, que están y no están a la vez. Se encargan de cubrir todos los frentes. En el actual Campeonato del Mundo de rugby, el príncipe Guillermo apoyaba a Inglaterra, su hermano Enrique al País de Gales y la princesa Ana a Escocia. Y en la polémica vista de estado de Xi Jinping, Carlos se las ingenió para ausentarse del banquete de Estado porque es amigo del Dalái Lama, para dejar así constancia de su oposición a las flagrantes violacione­s de los derechos humanos en China, pero otros cubrieron su ausencia. Y para que no se diga nada, tomó antes cordialmen­te el té con el visitante de honor y las respectiva­s señoras en la Clarence House.

Xi Jinping y Peng Liyuan están hospedados en el hotel Mandarin Oriental de Knightsbri­dge, a la vuelta de la esquina como quien dice de Harrods, y enfrente de los grandes almacenes Harvey Nichols. Pero tras la cena pasaron la noche en la llamada suite belga del palacio de Buckingham, la misma en la que nacieron los príncipes Eduardo y Andrés. Es la primera visita de Estado de un presidente chino a Gran Bretaña en diez años, y de lo que el primer ministro, David Cameron, ha bautizado como el comienzo de una “era dorada” en las relaciones bilaterale­s. Más que dorada, podría decirse que de diamantes. Porque los brillantes no sólo fascinan a las rubias y a las morenas como Catalina. También a un presidente chino vestido de negro (dejó el rojo para sus anfitrione­s), con una levita de corte típicament­e asiático con bordados sobre la abotonadur­a, y cuarenta mil millones de euros para inversione­s en el bolsillo. A más de uno se le iban los ojos, por las joyas y por el dinero...

Con un vestido rojo ‘comunista’ diseñado por Jenny Packham, la princesa se sentó a la derecha de Xi Jinping

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Catalina. En su primera cena de Estado (arriba), la duquesa de Cambridge llevó la tiara de flor de loto que ya había lucido en una recepción diplomátic­a en diciembre del 2013 Isabel. Antes de ser coronado como Jorge VI, Alberto, duque de York, regaló...
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