La capacidad de asombro
ARISTÓTELES proclamó hace veinticinco siglos que la filosofía es imprescindible que sea un saber especial de los seres humanos, pero los redactores de la Lomce debieron de pensar que el sabio griego era un delantero de Olimpiacos, pues despreciaron su consejo. La filosofía es una de las damnificadas por la última ley educativa, que ha empezado a aplicarse este curso. Los docentes de este país, ante tamaño desatino, han decidido iniciar una campaña de adhesiones, que cuenta con más de 20.000 firmas, para que, al menos, se mantenga la historia de la filosofía en segundo de bachillerato.
“Lo único que necesitamos para convertirnos en buenos filósofos es la capacidad de asombro”, escribió el noruego Jostein Gaarder en El mundo de Sofía. La decisión que en su día tomó el ministro José Ignacio Wert de hacer desaparecer la asignatura de las aulas podría resultar una manera de impulsar vocaciones filosóficas, por cuanto con tal decisión el asombro de la comunidad educativa estaba asegurado.
Gaarder tuvo la feliz idea de convertir una novela en un tratado de historia de la filosofía. La protagonista era una niña de 14 años que recibía misteriosamente las cartas de un personaje que la introducía en los grandes pensadores. El mensajero le explicaba en su primera misiva que no hay tanta diferencia entre los filósofos y los prestidigitadores, pues de la misma manera que al contemplar un juego de magia nos preguntamos cómo un par de pañuelos de seda blanca se convierten en un conejo vivo, el pensador intenta explicarse todo cuanto sucede en el mundo, empezando por el sentido de la propia vida.
Emilio Lledó, que hoy recibe el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, dijo ayer en Oviedo que dejar de lado la filosofía es un error garrafal porque este saber ha sido siempre la conciencia crítica en el seno de cada época. Y en el ministerio, sin enterarse.