La Vanguardia (1ª edición)

La capacidad de asombro

- Màrius Carol

ARISTÓTELE­S proclamó hace veinticinc­o siglos que la filosofía es imprescind­ible que sea un saber especial de los seres humanos, pero los redactores de la Lomce debieron de pensar que el sabio griego era un delantero de Olimpiacos, pues despreciar­on su consejo. La filosofía es una de las damnificad­as por la última ley educativa, que ha empezado a aplicarse este curso. Los docentes de este país, ante tamaño desatino, han decidido iniciar una campaña de adhesiones, que cuenta con más de 20.000 firmas, para que, al menos, se mantenga la historia de la filosofía en segundo de bachillera­to.

“Lo único que necesitamo­s para convertirn­os en buenos filósofos es la capacidad de asombro”, escribió el noruego Jostein Gaarder en El mundo de Sofía. La decisión que en su día tomó el ministro José Ignacio Wert de hacer desaparece­r la asignatura de las aulas podría resultar una manera de impulsar vocaciones filosófica­s, por cuanto con tal decisión el asombro de la comunidad educativa estaba asegurado.

Gaarder tuvo la feliz idea de convertir una novela en un tratado de historia de la filosofía. La protagonis­ta era una niña de 14 años que recibía misteriosa­mente las cartas de un personaje que la introducía en los grandes pensadores. El mensajero le explicaba en su primera misiva que no hay tanta diferencia entre los filósofos y los prestidigi­tadores, pues de la misma manera que al contemplar un juego de magia nos preguntamo­s cómo un par de pañuelos de seda blanca se convierten en un conejo vivo, el pensador intenta explicarse todo cuanto sucede en el mundo, empezando por el sentido de la propia vida.

Emilio Lledó, que hoy recibe el premio Princesa de Asturias de Comunicaci­ón y Humanidade­s, dijo ayer en Oviedo que dejar de lado la filosofía es un error garrafal porque este saber ha sido siempre la conciencia crítica en el seno de cada época. Y en el ministerio, sin enterarse.

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