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Los datos de empleo, y la marginación de la filosofía en la escuela debido a la nueva reforma educativa.
SI convenimos que la civilización occidental hunde sus raíces en la Grecia clásica, deberemos admitir que la filosofía es uno de sus pilares centrales. Los pensadores griegos –que dos milenios después siguen siendo referencias ineludibles– se basaron en ella para explicarse el mundo y explicarse a sí mismos; para sacar el máximo partido a las facultades cognitivas e intelectivas del ser humano, y así ponerlas al servicio de la comunidad. Filosofar –decía Epicteto– es examinar y afinar los criterios. Nada más y nada menos que eso. Vivir sin filosofar –afirmó Descartes muchos siglos después– es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás”.
Acaso insensible a esta realidad, el Gobierno promulgó en noviembre del 2013 la ley orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce). Uno de los rasgos más preocupantes de esta normativa es el abandono que hace de la filosofía. Es decir, del conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano, según la define la Real Academia.
La Lomce prevé que, a partir del próximo curso, la presencia de esta disciplina en los estudios medios sea significativamente menor. Desaparecerá la obligato- riedad de la asignatura de ética en 4.º de ESO; en la asignatura de filosofía de primero de bachillerato se introducirán nuevos contenidos, no exactamente filosóficos, como por ejemplo algunos relativos a la creación de empresas; y la asignatura de historia de la filosofía en segundo de bachillerato dejará de ser obligatoria.
El panorama que abre esta reforma educativa es desolador. Contra ella se ha levantado la Red Española de Filosofía, integrada por buena parte de los docentes de esta materia en los distintos niveles educativos, que no se conforman con expresar su protesta. Están además haciendo gestiones para que ciertas comunidades autónomas conserven la asignatura en sus programas.
Los alumnos primerizos experimentan a veces reservas ante la filosofía. Viven rodeados de estímulos de rápida satisfacción, y al enfrentarse a una materia abstracta y reflexiva pueden sentirse, de entrada, incómodos. Pero esas son prevenciones que conviene superar. Nadie discute los beneficios de la gimnasia para el cuerpo. Y nadie debería discutir los de la filosofía para la mente. Como dijo anteayer Emilio Lledó, dos días antes de recoger el premio Princesa de Asturias de Comunicación, que concede el mismo Estado que ahora se apresta a desatender la filosofía, suprimirla equivaldría a suprimir el pensamiento crítico.