Macri apela al voto útil contra Scioli para forzar una segunda vuelta
El alcalde de Buenos Aires es el candidato de la derecha con más posibilidades
Mauricio Macri salta a la pista del polideportivo entre aplausos, confetti, globos y la música eufórica del jingle de campaña, Estoy con vos. El principal candidato opositor no tiene ni idea de que encima de su cabeza y del millar de personas que llenan el Club Presidente Quintana están boxeando los calaveras.
El líder conservador celebraba el miércoles su penúltimo mitin en Lanús, municipio de medio millón de habitantes pegado a la capital argentina. Como la mayoría de localidades de la provincia de Buenos Aires, es un feudo peronista. Pero las cosas pueden cambiar, como sugiere el nombre de la coalición de centroderecha –Cambiemos– con la que Macri pretende forzar el domingo una segunda vuelta y evitar la victoria sin ballotage del candidato kirchnerista, Daniel Scioli.
El todavía alcalde de Buenos Aires no baila con el desparpajo que le hizo famoso en las noches de victoria porteñas. Igual se mueve al son de la música y aplaude. Con las dos manos, claro. Detalle a retener. A su lado está María Eugenia Vidal, vicealcaldesa de Buenos Aires y candidata a gobernadora provincial. Su blusa fucsia destaca entre el blanco y azul de las camisas ejecutivas predominantes en el círculo de poder formado en el centro de la pista a modo de ágora.
“¡Ahora, ahora, Vidal gobernadora!”, se coreaba antes de la aparición de Macri. Nunca una mujer dirigió la provincia bonaerense, decisiva porque en ella vive el 40% de los argentinos. Después de la dictadura, casi siempre fue gobernada por el peronismo, a excepción del periodo 1983-1987, cuando estuvo en manos de la Unión Cívica Radical (UCR) – ahora integrada en Cambiemos–, durante la presidencia del radical Raúl Alfonsín. Sin embargo, las encuestas indican que a sus 42 años, Vidal está muy cerca de lograr una victoria histórica porque señalan un empate con el candidato kirchnerista, Aníbal Fernández, el doberman de la presidenta Cristina Fernández y actual primer ministro.
Por eso, los líderes de Cambiemos y del Pro, el partido de Macri, no se andan con chiquitas. “María Eugenia tiene la libertad de no deberle nada a ninguna mafia”, ha dicho al principio del acto Jorge Macri, primo del presidenciable y alcalde de Vicente López, uno de los pocos municipios bonaerenses que no está en manos peronistas. Es la zona norte, la zona bien del extrarradio y casualmente donde se encuentra la residencia presidencial, la Quinta de Olivos. Macri primo se refiere sin nombrarlo a Aníbal Fernández, histórico barón de la provincia desde la época menemista sobre el cual pesa desde hace años la cantinela nunca demostrada de vínculos con el narcotráfico.
“¡Se siente, se siente, Mauricio presidente!”. Y cuando habla, Mauricio va a lo que va, a arañar los votos de opositores que hasta ahora no confían en Cambiemos. Porque el rival final a batir es Scioli, pero el enemigo es Sergio Massa, peronista conservador y tercero en las encuestas, que si acorta la distancia con Macri puede propiciar paradójicamente que el kirchnerismo gane en primera vuelta. Siempre que Scioli llegue al 40% y la diferencia con Macri supere los diez puntos.
El empresario y expresidente del Boca Juniors trata de convencer a quienes en las primarias de agosto votaron por otros candidatos opositores, y los menciona. Cuando nombra a Massa, el polideportivo silba al unísono.
Mientras todo esto sucede, los calaveras siguen boxeando como si nada, ajenos al mundanal ruido electoral que se filtra por las ventanas del primer piso del pabellón. Cuatro parejas de chicos y una de mujeres pelean tratando de concentrarse en el entrena-
Las encuestas indican que peligra la hegemonía peronista en la poblada provincia de Buenos Aires
miento. “Por culpa del acto, hoy han venido menos alumnos”, se lamenta Martín Osella, uno de los instructores del Calaveras Fight Club, que tiene unos setenta miembros que practican kickboxing, boxeo y artes marciales mixtas (MMA). Las ventanas del primer piso, un palco privilegiado para seguir el mitin, han sido codiciadas pero los calaveras han logrado, cómo no, mantener a todo el mundo a raya, excepto a algún insistente periodista.
Cuando Macri acaba su discurso, los aprendices de púgiles continúan boxeando y vuelve la esperanzadora música eufórica. “Uouooo, uouooo... Tengo una canción y dos manos para abrazarte, yo quiero darte todo lo que falte”. Un estribillo de campaña muy criticado por el kirchnerismo, teniendo en cuenta que Scioli es manco.